viernes, 30 de abril de 2021

Lo grosero del cómplice: la ultraderecha como coartada del poder, de Daniel Bernabé

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George Gonzalo   "Decía el Adriano de Yourcenar que nada puede ser más grosero que nuestros cómplices. Es lo que pienso cada vez que veo a esa parte de la sociedad española con entrada en el club de campo satisfecha con que el portero de su finca se encomiende a la estampita de Vox. Ese es en esencia el cometido del partido ultraderechista, ser la palangana de todas las frustraciones, miedos e incertidumbres que lo neoliberal ha provocado para que el descontento en vez de ser de clase sea de bandera, rojigualda y con pollo. Santiago Abascal, su líder, ha publicado una foto en sus redes sociales, en uno de los pocos gestos honrados que se le conocen, ataviado con gorra de campo, humo de puro y coso taurino como escenario. Gesto honrado porque lo que nos estaba declarando es que él no es el propietario sino el capataz, esa figura tan ibérica que representa el servicio al poderoso y la inclemencia con el débil. Le faltaba el látigo, de mirada torva va sobrado. " 


    Publicada el 21/04/2021 
De esto va esta historia, de tener un poco de memoria común para identificar, aunque sea por la estética, la función de cada uno. También de ver cómo se han situado las piezas en el tablero, cómo en apenas dos años un partido ultraderechista ha sido bendecido por la mayor parte del autodenominado periodismo liberal-conservador, cómo el PP, que no dudó ser fiel escudero de Merkel a la hora de hacernos un siete en la sanidad y la educación, ha olvidado a la alemana en su relación con los ultras para recordar más las raíces de sus padres fundadores. Si algo de bueno tiene Vox es que se ha cargado el maquillaje europeísta, centrista y regeneracionista de la derecha española. Si algo tiene de malo es lo mismo: las mentiras a veces mantienen a los monstruos atados. Quizá sea una de las funciones de esta coalición de los dispuestos: igual que Trump hace bueno a Biden, sin serlo, Abascal hace buenos a Rajoy, Soraya y esos populares de mano larga. Benditos los tiempos en que sólo pensaban en robar.
(...) Cuando Podemos surgió en el ya sentimentalmente lejano 2014, no hubo tras de ellos ninguna conjunción astronómica donde se alinearon los planetas del dinero, la comunicación y el moho institucional. Hubo un 15M, dos huelgas generales, conflictos con médicos, profesores y hasta los revisores del tren de la fresa. Es decir, una situación de inestabilidad económica con duras consecuencias sociales que además se acompañó, como el martini a la ginebra, con una corrupción desbocada. Fue de ahí, no de otro sitio, de donde aquellos jóvenes profesores de la Complutense encontraron el combustible necesario para poner en marcha su máquina. Eso y saber leer que las televisiones habían convertido la política en espectáculo, sustituyendo el show rosa por el tertuliano, donde términos como “decreto ley” o “inflación” no acababan de brillar: se necesitaba un nuevo aire y las velas de Iglesias y compañía supieron coger el viento (...)

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