domingo, 23 de mayo de 2021

Arrancar un olivo, de Sonsoles Arnao

 Fidel Cordero

Comparto completamente está opinión de Sonsoles, con la certeza de que es algo más que una opinión.
Porque deja muy claro lo que está ocurriendo ahora en Palestina:
no se trata de perseguir una Comunidad por sus señas de identidad religiosa o cultural sino porque esté o no del lado del poder.
Llama la atención que los que ahora son socios de los poderosos, del Poder global colonial, y están en el lado que agrede y que abusa de ese mismo poder, contra las Comunidades largo tiempo asentadas en un territorio,
se identifiquen étnicamente y culturalmente con los que hace no tanto tiempo y en muchísimos lugares han sido perseguidos e imposibilitados de integrarse en las Comunidades a las que pertenecían, separándolos violentamente, como minorías indeseables, con la excusa de que su delito era ser diferentes.
Resulta evidente que esto no era cierto, que la única razón de peso era estar del lado del Poder, o resistirse a él.
Aunque sólo fuera porque ser distinto significaba entonces resistirse a la imposición de un dogma desde el poder, o manifestar cualquier potencial actitud crítica contra la sumisión y el acatamiento dictados desde las oligarquías gobernantes, el mismo sometimiento que se sigue exigiendo de la misma manera implacable.

LATRIBUNADETOLEDO.ES       17/05/2021   
Sonsoles Arnao

                    Arrancar un olivo

Escribo con las vistas de mi patio al frente. Las flores y los frutales luchan para recomponerse tras aquella nevada que les pasó por encima de manera inesperada. El majestuoso horno de ladrillo y piedra, el pozo y la pila, dueños de esta casa y de esta tierra. El jazmín, un precioso hijo del que cuidaba mi abuela en nuestro patio,  el naranjo, el limonero y la higuera. La vida se abre paso a pesar de todo. Pienso en Palestina. En la vida de sus patios. Deben ser muy parecidos. Unos hermanos juegan al backgammon a la sombra de la higuera y una mujer trenza el pelo de su hija al olor de la hierbabuena. Muhammad Al-Attar ha perdido a su esposa y sus hijos sepultados bajo los escombros de su casa. Lamia abrazaba a sus tres hijos, el más pequeño de 5 meses. El joven Khalil ha vuelto a los escombros de su casa y ha recuperado unos juguetes y unas flores. Ahmed y Nana ríen felices porque han salvado a sus peces del bombardeo. Todos los niños y niñas tienen juegos, apegos y sueños parecidos. Pero ellos deben sortear las amenazas de las bombas y las políticas de asedio y expulsión de sus hogares.
Arde un campo de limoneros.  Convertidos en fuegos artificiales para quienes se divierten al otro lado de muro. Es un lugar sagrado para los creyentes que no han podido celebrar su  Eid al – Fitr, la fiesta del fin del Ramadán. Si hay un país en el mundo que representa la barbarie en estos momentos, es el Estado de Israel. El proceso de colonización, masacre y humillación contra el pueblo palestino es una de las mayores atrocidades que está acometiendo un estado. Bajo la impunidad ante las numerosas resoluciones de la ONU, el aliento y colaboración del gobierno de los EE. UU., el silencio de países árabes y la llamada equidistante e hipócrita a la paz de Europa, como si se tratase de dos ejércitos enfrentados. Israel es el gobierno de EE.UU. en la zona, con una tecnología militar de última generación que experimenta con la población palestina. La debilidad política de Netanyahu y su necesidad de lograr apoyos para formar gobierno han intensificado los planes de expulsión en la Palestina ocupada así como la violencia de los ataques indiscriminados. La crueldad contra el enemigo exterior afianza la unión interna y la simpatía de los partidos más ultras y reaccionarios. Israel ha querido que el  aniversario de la Nakba se conmemore con el ruido de las bombas, como si todo siguiera igual. Hace 73 años que aquella catástrofe planificada expulsó a 750.000 palestinos mientras Israel construía su estado sobre sus tierras. Aunque ellos saben que viven en una Nakba constante. Quienes se quedaron y sus descendientes construyeron sus raíces y sus sueños en barrios como Sheikh Jarrah en Jerusalén este, que hoy es el corazón de la resistencia palestina frente a otro intento de ocupación por parte de colonos israelíes. En las paredes del barrio el mensaje es claro: ¡No nos moverán, queremos seguir construyendo recuerdos! (...)

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