lunes, 10 de mayo de 2021

Ceguera presentista y horizonte histórico. Por una campaña electoral sin crispación

 NUEVATRIBUNA.PUBLICO.ES

24 DE ABRIL DE 2021, 

Es lo que necesita el país para fortalecerse. Muchas veces no hacen falta grandes reformas institucionales, sino cambios en la manera de hacer política. Así se podrá crear una cultura democrática de respeto. En pleno siglo XXI no debería hacer falta decir que hay que ser antifascista. Ser demócrata es suficiente, en su definición están también incluidos todos los “anti” demócratas (incluido, por supuesto el “antifascismo”), pero, sobre todo, las palabras respeto y libertad con su verdadero significado, no uno manipulado.


Hace un tiempo que escuché el testimonio de un huérfano padre y madre durante la Guerra Civil español. Había sido un niño nacido en medio de la contienda y que desde la muerte de sus progenitores fue acogido por su abuela, quien nunca le quiso contar la verdad de lo que les había ocurrido, por miedo y preocupación, para salvaguardar la vida de su nieto y la suya propia. La abuela, su única familia, no podía arriesgarse a que la contase y que, debido a ello, pudieran ser perseguidos por las nuevas fuerzas vivas del franquismo. Por ese motivo, el pequeño se convirtió en un joven que ignoraba su pasado.

Aquel niño, desconocedor, como muchos de aquella generación, de lo sucedido y nacido en ese periodo de violencia, pasó de jugar a ser soldado con armas de juguete a afiliarse a Falange y portar pistolas de verdad. Desfilaba por el pueblo junto con otros afiliados del Frente de Juventudes, ataviados con su camisa azul, provocando el terror de sus vecinos. Me imagino que sería una forma de diversión y una forma de realzar su masculinidad, en un periodo fundamental en su crecimiento vital y en una sociedad patriarcal –y que promocionaba el machismo–. Querría, como sus compañeros, demostrar su virilidad, una palabra muy en boga durante la posguerra.

Sin embargo, un día, recordaba en la entrevista con la voz entrecortada, un tendero que había sido amigo de su padre lo agarró del hombro cuando lo vio pasear uniformado de falangista delante de su establecimiento. Cerró la puerta, para que nadie los escuchase, y le contó algo que le heló la sangre, unas palabras que nunca olvidaría y que repitió de memoria, como si estuviese sucediendo mientras lo entrevistaba: “¿Sabes quién fue tu padre?”. Aquel muchacho que presumía de valentía, súbitamente temeroso al comprobar el profundo enfado del dueño de la tienda, se limitó a escuchar. El hombre le contó que su padre había sido un alto dirigente político de la localidad que había luchado por los derechos de los trabajadores. Con rabia y lágrimas en los ojos al recordar a su compañero muerto, siguió hablando y le explicó cómo fallecieron sus padres: asesinados por los mismos que lucían una camisa como la que él vestía. El chico se fue sin decir nada, impactado por la noticia, y a continuación le exigió a su abuela que le contase la verdad. Ella se derrumbó y le relató el asesinato de sus padres. Acto seguido, tiró su uniforme de Falange, se alejó de aquella pandilla de “amigos” y cambió su manera de pensar. Conocer la historia de su familia lo convirtió en un antifranquista convencido y cambió por completo su cosmovisión.

Esta historia puede trasladarse a lo que le sucede actualmente a la democracia española y, por extensión, a gran parte de la sociedad (...) 

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OTRA COSA:   Poema: Llueve en Madrid, de Fernando Pessoa  

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