viernes, 4 de junio de 2021

Las convidadas de piedra - El Común, de Eva Gutiérrez

 ELCOMUN.ES    19/5/21

Hay procesos judiciales en España que siguen los mismos pasos uno tras otro. Que son historias de terror, pesadillas donde te sientan en una silla, te ponen una mordaza, pero no te vendan los ojos para que puedas ver lo que te van a hacer a ti y a tus hijos. A tu hija. A tu hijo.

Un teatro del absurdo donde pruebas periciales documentadas en cientos y cientos de folios no son admitidas como prueba, pero tres, cuatro, cinco escritos semanales de un maltratador diciendo  que vistes como una guarra, que no llevas a tus hijos al médico, que haces vudú, son admitidos como prueba. Si son mentiras o no, qué más da, en el juzgado que llevan tu caso ya no te verán igual. Como dice el refrán «difama, que algo queda».

En la sala de ese juzgado tienes que tragarte la rabia de que el médico que denunció de oficio el maltrato a tu hija esté citado como testigo, pero al juez no le dé la gana que testifique. Y aunque Asuntos Sociales alerte del riesgo extremo en el que está una niña, no hay orden de protección ni se suspenden visitas del maltratador con la víctima.

Hay procesos judiciales que tú crees que son la excepción, que debe de ser mala suerte, que tu ex conocerá a alguien y que por eso le creen a él y a ti no. Ni a ti ni a los niños. Pero no. Los mismos pasos, uno tras otro, lo sufren muchas, demasiadas, que creen que su deber es defender a la camada; eso sí, mientras no acusen al padre, porque ahí se tuerce todo.

Debería ser un escándalo. Un terremoto para todo el poder judicial.

Pero les pasa a los niños y a las niñas, y como daño colateral, a las madres, no a los padres. Ésos que con cambiar un pañal ya son los padrazos del año. Ésos que con asistir a las reuniones del cole ya se les hace la ola. Ésos que con ser, con existir, ya son padres. Porque el «bien superior del menor» es tener padre. Y da igual que ese padre le meta un estropajo en la boca a su hijo, que lo insulte, que no le haga la cena. Es su padre.

A una madre se le puede cuestionar todo, se le puede revocar el título de buena madre sin pruebas, sólo por una infamia. Sin comprobarlo, sin derecho a defensa. Porque pasa, porque ha calado el mensaje de que por la palabra de una mujer un hombre inocente se va al calabozo, pero nadie escucha, nadie se indigna, cuando se denuncia que por la palabra de un maltratador hay madres que pierden a sus hijos. Incluso se justifica (...)

Hay feminicidios silenciosos que no salen en las noticias ni constan en las cifras oficiales, cuando es la desesperación la que ha empujado a esas mujeres por la ventana, o cuando las matan en vida y caminan y respiran, pero ya no son nada.

Al consabido «señora, vuélvase a su casa y arregle las cosas con su marido» añadimos «niño, tu padre es un buen padre, es tu padre, que nadie te meta cosas raras en la cabeza».


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