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Mujeres que se han visto encerradas en laberintos judiciales tras denunciar los abusos sexuales expresados por sus hijos se organizan para decir basta y alertar del maltrato institucional y la violencia vicaria que sufren. Su lucha no es solo contra unas instituciones que ni escuchan ni investigan, sino también contra un relato que las criminaliza.
Incumplidoras, desobedientes, alienadoras son los nombres que les han dado la justicia y los medios. A veces, también criminales, secuestradoras, brujas. De ellas se dice que tienen preocupación mórbida por sus hijos e hijas o que persiguen una ganancia secundaria cuando denuncian ante las autoridades lo que les cuentan sus hijos. Pero ellas reivindican otra acepción: la de “madres protectoras”. “Nos llaman locas, histéricas, obstaculizadoras de las relaciones paternofiliales, despechadas, progenitoras maliciosas... todo salvo lo que somos: madres que sabemos la verdad y la defendemos a muerte”, dice una de ellas, que prefiere no dar su nombre ni hablar de los detalles de su caso.
Su historia no aparece en el manifiesto hecho público hace unas semanas y que firman como Consejo Nacional de Mujeres Resilientes de la Violencia de Género, una federación que se ha ido gestando en los últimos dos años gracias al contacto entre diferentes organizaciones que trabajan sobre la violencia machista junto a supervivientes de la misma, y que se formalizó hace un año. El manifiesto denuncia que el maltrato institucional es la respuesta que les da la justicia ante las denuncias de abusos sexuales a sus hijos, pero también la violencia vicaria que sufren muchas de ellas. Y es que estas mujeres hablan de un concepto incómodo que ni siquiera aparece en el Código Penal y del que hay pocas estadísticas: el incesto.
“No soportan que destapemos que en España el incesto y el maltrato infantil no se está penalizando, que existe una absoluta indefensión de los menores, que existen padres ‘normales’, de esos que van al parque o los ves montando los legos que cuando están a solas con sus hijos e hijas disfrutan torturándoles para someterlos a su poder, y lo hacen porque se les permite”, abunda esta misma madre que pide ser citada como “madre protectora en confidencialidad” (...)
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