jueves, 12 de agosto de 2021

Antifascismo como asignatura, de Olga Rodríguez

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Decía este lunes el actor y escritor Carlos Bardem que "la extremaderecha o la derecha extrema o el extremo centro constitucionalistasiempre usan como descalificativos la superioridad moral de la izquierda. Sí, efectivamente, yo soy superior moralmente a cualquierfascista, y a cualquier machista y a cualquier homófobo y a cualquierracista, y si no lo fuera me preocuparía mucho". Y proseguía: "Aquísería bonito tener un amplio debate sobre el papel de los medios enblanquear a este tipo de gentuza".
Antifascismo como asignatura

(...)  Para defender su posición y acallar las advertencias contra la homofobia algunos se aferran a interpretaciones de las leyes, con voluntad de excluir del debate público a todas aquellas personas que no sean juristas. Por esa regla de tres solo una élite perteneciente al mundo del derecho podría pronunciarse sobre algunos de los problemas sociales más graves de nuestra sociedad, cuando lo cierto es que demasiado a menudo vemos más formación en derechos humanos en la sociedad civil que en el mundo de la judicatura. El papel actual del Poder Judicial es buena prueba de ello.

A lo largo de la historia la sociedad ha marcado muchas veces 

el camino al poder legislativo, señalando los problemas colectivos 

y reclamando soluciones en forma de nuevas leyes. Hace años el 

divorcio, el aborto o el matrimonio homosexual estaban prohibidos 

y los inmovilistas abrazaban el argumento de la ley para que nada 

cambiara. En algunos lugares del mundo el asesinato de mujeres 

a manos de sus maridos está legitimado si se demuestra que ellas 

han sido adúlteras. En otros muchos la homofobia no está contemplada 

como agravante ante un crimen. En todos ellos hay señoras y señores 

muy solemnes que defienden esas posiciones "porque lo dice la ley". 

No les da vergüenza, porque cuentan con un periodismo que les coloca 

micrófonos dotándoles de prestigio.

Antes de que la ley determinara que ciertos crímenes eran machistas, 

estos ya eran machistas. Algo no empieza a ocurrir solo porque la ley

lo determine. Otra cosa es cómo se ajusta el legislador a los tiempos. 

Pero no porque lo diga la ley aparecen de repente los delitos de odio.

Si Carlos Bardem fuera un periodista es probable que algunos de 

sus compañeros ya hubieran afeado sus palabras, tildándole de 

activista. En algunos círculos del oficio periodístico el blanqueamiento 

de la banalidad del mal es consentido, normalizado. Por el contrario, 

la defensa de los derechos humanos es señalada como posicionamiento, 

en el sentido peyorativo del término. El periodismo necesita muchos 

más profesionales formados en derechos humanos y dotados de la

suficiente valentía para sacar las vergüenzas a quienes miran el mundo 

desde la impunidad y las alturas. Periodistas que aprueben en antifascismo.

Olga Rodríguez

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