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Pero resulta que no, que al parecer no hablaba de él en primera persona, algo que encajaría como un guante en la personalidad de alguien tan pagado de sí mismo, capaz incluso de simular una agresión ante las cámaras para evitar responder a una de sus múltiples tropelías tóxico-informativas. En realidad, Eduardo Inda estaba hablando de mí, algo que también agradezco, porque no puedo dejar de tomar como el mayor de los elogios sus trabajados insultos.
Todo ese cardado de insultos personales que me dedica en un artículo en La Razón (stalinista, fascista, sectario, lechero (sic), etc), obedece a las correcciones que le dediqué vía Twitter por su profundo desconocimiento de la Segunda República. Entiendo su sonrojo. Que alguien que presume como él de ser un estudioso compulsivo de ese periodo de la Historia de España cometa en apenas unos minutos en televisión tal enormidad de errores conceptuales demuestra tanto de ignorancia como del propio sectarismo que asegura denunciar.
El primer error de bulto que comete Inda es tratar a la República como un gobierno y no como un sistema que hizo posible la democrática alternancia en el poder de Ejecutivos de derechas e izquierdas en función de la voluntad popular. Y es que la República fue el primer intento serio de democratizar y modernizar la vida política española a pesar del convulso periodo de entreguerras (que incluye el desarrollo de los fascismos) y de la terrible crisis del 29 con la que tuvo que convivir. En 1931 gobernaron las izquierdas porque así lo decidieron los españoles en las urnas, primero en unas municipales y después en unas legislativas, igual que en otoño de 1933 las derechas llegaron al poder. En febrero de 1936, las izquierdas burguesas y obreras, unidas ante la creciente amenaza nazi-fascista en Italia y Alemania, cristalizaron en la lista electoral del Frente Popular (el mismo lema por cierto que en la democrática Francia) y volverían a vencer en las urnas. Inda sostiene de forma falsaria que hubo un fraude electoral (olvidando –sonrojo da solo recordarlo- que el Ministerio del Interior estaba en manos de un ejecutivo conservador) y que por tanto el gobierno salido de las urnas era ilegítimo. Algo que, por otros motivos, pero iguales fines, nos suena ahora también de algo en la actualidad (...)
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