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El gobierno alemán ha tenido incluso que disolver una unidad de élite del ejército por sus vínculos con grupos neonazis en medio de confabulaciones para crear un grupo terrorista dentro de sus fuerzas armadas. “Es la mayor amenaza para nosotros”
Horst Seehofer
Con la conmoción aún en las retinas de los sucesos acaecidos en el Capitolio de Washington durante el día seis de Enero, entramos a analizar no tanto las consecuencias de esa invasión intempestiva como sus causas. Creemos que conocerlas nos pueden llevar a encontrar soluciones o al menos un camino de vuelta de unos acontecimientos que nos dejan de sorprender por lo habitual en los últimos tiempos.
Es sorprendente que un país como EEUU, que tienen más (muchas más) muertes a manos de sus conciudadanos, blancos y supremacistas en su mayoría, que toma un rifle y se dedican a disparar a discreción que a atentados externos. Tenemos la cifra de asesinatos imputados al supremacismo blanco de 78%, a grupos antigobierno un 16% y a extremismo islámico doméstico tan solo un 2%
Es decir, en USA mantienen un ejército y una Central de Investigación (CIA) cuyo cometido es afrontar enemigos exteriores, que traga una infinita cantidad de dólares combatiendo algo que no es para tanto mientras ha dejado crecer en su seno las ideas ultraderechistas que alimentan a los lobos solitarios (no tan solitarios como demuestran los sucesos del Capitolio y las masas fanatizadas que siguen a Trump)
Samuel Sinyangwe, conocido activista afroamericano, escribió la noche de asalto en su cuenta de Twitter: “El terrorista que disparó llevaba una bandera del Apartheid en su chaqueta. Si un hombre musulmán llevara una bandera de ISIS, no pasaría ni el control de seguridad de un centro comercial“.
Es curioso cómo se tratan las noticias de los crímenes dependiendo del color de los asesinos y politizando de forma descarada la adscripción de los mismos. Si los tiroteos provienen de un supremacista blanco, enseguida la prensa le califica de loco, de problemático a nivel psiquiátrico y todas entendemos que es así. Si el tirador tiene el color de piel oscuro y es, o suponemos que sea, musulmán enseguida pensamos en atentado terrorista yihaidista. Nadie piensa en un loco solitario, esto ocurre tanto en EEUU como en Europa.
En una investigación noruega se comprobó que en los 800 primeros artículos publicados tras la masacre cometida por Anders Breivik en 2011 no se mencionó la palabra terrorista: siempre se dijo que era un loco, en la prensa y la televisión… mucho nos tememos que para las personas que lo visionábamos, nada importó que él, repitiera hasta la saciedad que era un tipo normal sin ninguna anomalía psiquiátrica, cosa que fue avalada por los tribunales pero sí con una ideología clara: supremacismo blanco. Nazi/fascista de manual.
¿Dudó alguien de la normalidad mental de los asesinos del Charli Hebdó o de las Ramblas de Barcelona? ¿Tuvimos la más mínima duda de que se trataba de terroristas yihaidistas politizados?
Esta diferencia debemos notarla e intentar solventarla porque cala en la población. Los “malos” son “ellos” los musulmanes que nos invaden. Los “locos” son los “nuestros” los blancos que toman un arma y disparan a inmigrantes, mexicanos, negros o musulmanes. Constatarlo no nos hará daño, al contrario.
A la hora de analizar ambos terrorismos -a partir de este momento, hablaremos de terrorismo ultraderechista o terrorismo yihaidista- nos encontramos con una cantidad sorprendente de similitudes ideológicas.
El yihaidismo considera que Occidente pretende enterrar sus leyes islámicas y su cultura. Su odio se basa en las invasiones e interferencias occidentales en Libia, Palestina, Irak, Afganistán, incluso Siria, además de la marginalidad en que se mueven los jóvenes en barrios marginales y bolsas de pobreza en las grandes ciudades donde se cimentaron como inmigrantes. Si analizamos la política occidental de los últimos años veremos que hemos dado argumentos de peso para la fanatización de las personas que han visto sus países y sus costumbres invadidas a sangre y fuego y utilizadas como meros peones en el ajedrez político mundial.
El islamismo radical considera que la mujer debe volver al hogar, taparse y olvidarse de los derechos que la corrupta sociedad liberal occidental le ha otorgado. Hace anatema del divorcio, aborto, feminismo, igualdad legal entre hombres y mujeres, considerando engendro del demonio cualquier forma de feminismo y de las leyes que nos protegen del maltrato o las violaciones sistémicas. No digamos de la homosexualidad que es caballo de batalla de todo islamista radical. El matrimonio igualitario, el derecho a una libertad sexual y de pareja es visto como la decapitación de la religión y la base de la cultura islámica. Anatema de Alá al/la invertido/ Lapidación a la adultera…
Observemos ahora a la creciente base ideológica de ultraderecha, fanatizada en los últimos años por ideas conspiranoicas que, al principio nos daban risa, para ir ganando terreno y respeto –casi temor- conforme comprobamos su arraigo popular convertidas en un populismo ultraderechista 2.0 que toma argumentos de la izquierda, en muchos casos, y valores de la derecha en una mixtura populista que parece ser fórmula de éxito.
Recuerdo perfectamente la primera vez que escuché hablar del Plan Kelergi, mi reacción fue hilarante por lo descabellada que me pareció. Fruto de locos, pensé. La realidad se confirma como que este supuesto plan ha tomado vuelo hasta arraigar en millones de mentes dando forma y color a diversos grupos como Qanon . Su origen está en un señor, Gerd Honsik, negacionista del Holocausto, perseguido por ello y refugiado en España (como no, somos el paraíso para nazis y demás ralea) desenterró los escritos del filósofo de nombre impronunciable Richard Coudenhove-Kalergi, nacido en 1902. El genuino Kalergi, era un paneuropeista, que soñaba con Europa unida en un mestizaje y mezclada con diversas razas, unificada por la justicia, la libertad y la equidad. Gerd Honsk descontextualiza textos de Kalergi para configurar la teoría de que hay un plan mundial, que como no, está financiado por George Soros y sus secuaces para invadir Occidente por musulmanes y hombres de raza negra que fecundarán a las mujeres blancas como forma de colonizarnos con bebés moritos que luego serán esclavos de bajo coste en las empresas del señor Soros. Odian mezclar la raza blanca con las “impuras” aborrecen cualquier ideario igualitario e integrador como parte del plan maléfico que nos destruirá.
Reitero que esas ideas llevaron a Anders Breivik a disparar sobre los niños en la isla cercana a Oslo y soltar una bomba en la ciudad. Causó la muerte de 77 personas…
En uno de sus libro, Honsik (Breivik es un acérrimo seguidor de Honsik) reproduce textualmente varios párrafos de las obras de Kalergi -sacándolos de contexto- para demostrar que el diplomático “estaba a la cabeza de la conspiración que amenaza la subsistencia de los pueblos de Europa“. “Este oscuro personaje“, escribe Honsik, “proclamó que Europa sería dominada por una ‘raza aristocrática judía‘. Con tal fin, los europeos debían ‘ser cruzados’ con negros y asiáticos como si de animales se tratara“.
“De este ‘cruce’“, se lee en el panfleto, “Coudenhove-Kalergi esperaba la consecución de una clase humana inferior fácilmente gobernable y sin carácter“.
La mezcla de teorías conspirativas sin sesgo racional nos recuerdan con inusitada insistencia al panfleto que surgió en la Rusia zarista: Los Protocolos de los Sabios de Sión, que sirvió a Adolf Hitler como base a su antisemitismo con los resultados conocidos. Se culpa a una raza de los males que nos aquejan, se genera un odio racial y una violencia hacia el invasor y poco después llegarán las Noches de los Cristales Rotos y las razzias de los ghettos. Si me consideran exagerada prueben ustedes queridas lectoras/es a visitar alguna de las páginas donde se desarrollan las teorías conspirativas que han inspirado a los líderes ultraderechistas mundiales.
Todo esto que les cuento, a ustedes les hará gracia, como me la hizo a mí en su momento, pero vayan buscando la ideología de los invasores del Capitolio, de Salvini, del mismo Trump, de Orban y del resto de los adeptos a las conspiranoias islamófobas y verán que la risa se les cuaja en la boca.
Estas teorías descabelladas están siendo avaladas por “ilustres” intelectuales e ideólogos, algunos de ellos de un rojipardismo temerario. Son los nuevos reaccionarios, entre los que destaca Éric Zemmour. (Glucksmann, Finkielkraut, Phillipe Sollers, Houellebecq, RégisDebray, Jacques Julliard, Luc Ferry…). Y como no, del “modernito” Diego Fusaro, adalid del rojipardismo más visceral.
Comprobarán que todos son intelectuales franceses, salvo Fusaro que es italiano. Por darles un ejemplo del tirón que tienen, Éric Zemmour, ha escrito un libro El suicidio francés, que vendió en los primeros tres meses alrededor de 500.000 ejemplares. En ese libro expone su anti islamismo, similar en sus acusaciones con el irrisorio Plan Kalergi, además de lanzar diatribas encendidas contra el feminismo (el mal de la sociedad francesa) junto con lgtbi. El mismo escritor publicó otro libro: El primer sexo (observen la ironía) explicando como las mujeres nos hemos masculinizado y feminizado al hombre que es arrastrado a la homosexualidad y a la blandenguería feminoide y con ello al fin de la raza blanca.
Éric Zemmour, aparece día sí día no en las televisiones francesas -en la publica también- con altercados de alborozo para las audiencias que suben como la espuma ante las diatribas del tipo. Nacido en Argelia y de raza judía, por cierto. Uno de sus argumentos manidos es que el régimen colaboracionista de Vichy fue un mal necesario que “salvó” a miles de judíos. Dije que era intelectual…y bastante reverenciado en el país de la Liberté, Igualité y Fraternité. Sí, también el país el de la Comuna. Sobra decir que la escorada Marian Merechal (sobrina de Le Pen que le pasa por la derecha como un ciclón) le ha tomado como alma gemela y director intelectual participando con ella en conferencias y mítines. Al igual que Diego Fusaro, fenómeno mediático en varios países, no solo en Italia. Recordemos que a este último lo patrocinó en una de sus visitas a España, nada menos que Manolo Monereo, teórico comunista de renombre. Ya les hablé de un rojipardismo galopante…
Es evidente que el miedo ante el avance de una inmigración que nos retratan como imparable, de una llamada invasión de otras culturas y de la procreación mayoritaria de personas de otras razas, genera mecanismos de defensa que hace refugiarse en discursos de odio y xenofobia amparándose en la defensa de la cultura Occidental. Son premisas falsas en su totalidad porque la entrada de inmigración es mínima. Los atentados yihaidistas que a partir de la invasión de Irak se han producido en el mundo Occidental así como la finalización de la Guerra Fría (el poder siempre necesita enemigos externos, a falta de rusos bien llegaron los islamistas), han exacerbado la violencia de esa ultraderecha irredenta bien dirigida y manipulada por líderes populistas sin escrúpulos.
Tal como hicimos con el yihaidismo, si analizamos la ideología ultraderechista nos encontramos con similares parámetros. Otra vez la mujer y el feminismo es causa y motivo del declive occidental. La ultraderecha nos quiere en el hogar, al poder ser, sometidas y con la pata quebrada. Nada de divorcio ni de aborto. Nada de derechos y protección ante la violencia machista a cuyas leyes acusan de discriminar al hombre y querer sumirle en un aletargamiento de su masculinidad. No hablemos de los derechos lgtbi que son anatema para una gran mayoría de ultraderechistas.
No obstante se producen contradicciones curiosas en esta ideología, teniendo a los franceses de Le Pen y Merechal, apoyando un laicismo muy francés sin óbice de que en el resto de los países europeos y EEUU, aboguen por una cultura cristiana, o lo que ellos entienden por cristiana, que va de los Tercios de Flandes (oh, Abascal y su disfraz) a las Cruzadas medievales.
No nos hemos extrañado visitando páginas de ultraderecha encontrar párrafos admirativos del “valor” de los yihaidistas. Y al revés…Ambas facciones defienden lo mismo, sin duda. Solo que sus consecuencias violentas son tratadas de diferente forma.
Hemos constatado que hay una tremenda infiltración de la ideología ultraderechista en las fuerzas de orden, el ejército y los servicios secretos de los países occidentales. Todas hemos visto, con perplejidad como la policía del Capitolio se hacía selfies con los invasores, y desde luego se nos representó en la cabeza que hubiera pasado si los asaltantes fueran de raza negra.
Hemos admirado la decisión de Angela Merkel ante la infiltración entre los soldados de elite del nazismo y como ha disuelto sin contemplaciones a la unidad, pero por desgracia pensamos que es una excepción. Una reciente investigación en Francia demuestra que alrededor de un 70% de la policía francesa votaría al partido de Le Pen o Melenchon. Hace poco un juez confesaba a un amigo común después de discutir un poco que un 95% de sus compañeros votarían en las próximas elecciones a Vox y en menor medida al PP…Por no hablar de las “cartas” y “manifiestos” que militares en activo y sindicatos policiales (JUSAPOL) realizan en nuestro país.
Para corroborar la importancia de este terrorismo ultraderechista les aportaré unos datos: casi el 70% de los atentados y complots que ha sufrido EEUU en los primeros ocho meses del año están enmarcados en el “supremacismo blanco“, una categoría enmarcada en la extrema derecha. En estos ataques murieron 39 personas.
En los últimos cinco años, los atentados terroristas etiquetados como de extrema derecha han crecido un 320% en todo el mundo, de acuerdo al Índice Global de Terrorismo, uno de los indicadores de referencia en la materia y que elabora el Instituto de Economía y Paz (IEP).
Si en 2010 este tipo de terrorismo parecía durmiente, con apenas cinco ataques registrados por el organismo, una década después esa cifra escaló hasta los 58 atentados en el año, siendo asesinadas 77 personas.
A finales de la década, incluso hubo más ataques terroristas en Occidente inspirados por la extrema derecha que por el terrorismo yihadista (17,2% frente a un 6,8%, respectivamente), según el informe (...)
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