miércoles, 6 de octubre de 2021

La peste I y II (El amor en los tiempos de la peste y el concepto actual de fascismo)

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Colectivo (ExS) ✊ Información alternativa  Sant Córd Manu Isi  5/8/21

El capitalismo y el fascismo en los tiempos de crisis siempre están de acuerdo, ya que ambos se basan en el mismo concepto intrínseco de extrema violencia.
¿De qué otra manera se puede definir, sino como extrema violencia, el privilegio de unos pocos sobre muchos? Ello se origina a partir de un modelo social específico que viene desde miles de años, en sociedades históricamente de carácter sexista, belicista, rígidamente piramidales, organizadas de arriba hacia abajo.


En la historia, el fascismo nunca comienza como expresión de una doctrina política, no tiene una filosofía que lo sustente, ni muestra un proyecto social específico, como en cambio ocurre en los momentos del socialismo, comunismo, las socialdemocracias y los movimientos cristianos, incluso en los primeros movimientos anarquistas.

El fascismo por desgracia no se anuncia nunca antes; los pocos que lo hacen, no son nunca escuchados.

Esto se debe a que se trata, antes que nada, de un espacio mental y visceral definido, situado en un lugar muy bajo del propio yo, una dimensión de conciencia en la que se instala el miedo a perder, el odio, el desprecio en general hacia los demás y hacia la vida, el resentimiento hacia todo lo que es diferente, la codicia y el deseo extremo por el mantenimiento de ciertos privilegios.

Opera de una manera jamás declarada abiertamente por parte de la clase dominante, que luego puede permear capas populares más amplias que reaccionan por instinto, con resentimiento y movimientos viscerales de miedo en respuesta a la inquietud social, la crisis, la confusión, la sensación de incertidumbre, producidas justamente por las políticas implementadas por las propias clases dominantes.

El fascismo siempre se produce en respuesta a la crisis generalizada, como última “invocación al orden y la disciplina”, en una espasmódica, incontrolable necesidad de métodos fuertes, lo que, desgraciadamente, sabe interpretar con extrema decisión.

No por casualidad el fascismo, y también el nazismo, desarrollan rituales paramilitares, a veces incluso con místicas llamadas al destino; se utilizan también las camisas negras como “uniforme”, o ahora las camperas negras con capuchón, las vestiduras que simulan ropas militares, los cortes de cabello, u otras formas de reconocimiento, en un último intento de auto-homologarse y de pertenecer al grupo, que por una parte protege y por otra da fuerza.

También celebra la dominación masculina, exhibiendo el culto de lo físico, como símbolo de vigor y de “machismo”. La confrontación física está motivada por el peligro inminente, por la necesidad de defenderse y defender a la “Patria” y a su grupo social de los que son diferentes, del caos, o de los extranjeros.

La razón que esgrime es la de traer “orden y disciplina”, si es necesario, incluso mediante la fuerza de las armas, la sangre y la muerte, todas como expresión y celebración de la valentía extrema, la virilidad y el sentido de pertenencia (...)

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Sant Córd Manu IsiColectivo (ExS) ✊ Información alternativa  5/8/21m

Se ha escrito mucho sobre cómo La peste de Albert Camus es una metáfora del fascismo. En ella el escritor francés nos cuenta cómo el doctor Rieux ve una rata muerta en medio del rellano, comienza a recibir pacientes con mordeduras y descubre la existencia de más ratas. A pesar de que las evidencias son cada vez mayores, los negacionistas son numerosos: "No se habla de ratas en la mesa", dice un hombre elegante en una cena. "Es impensable, todo el mundo sabe que [la peste] ha dejado de existir en Europa", comenta otro (...)
Camus escribió sobre nuestro propio pasado y advirtió de que hay épocas en las que toda indiferencia es criminal. Fueron numerosos los intelectuales, periodistas y dirigentes que despreciaron la amenaza del fascismo en Europa, que la minimizaron. "Nadie conoce a su dictador de antemano", diría en 1935 la periodista estadounidense Dorothy Thompson, entonando así el mea culpa por haber infravalorado el impacto que podía alcanzar Hitler. Ella tenía más madera que otros, que nunca asumieron autocrítica alguna.

La Historia nos recuerda que el fascismo es aquella herramienta de la que se sirven las elites extractivas cuando ven peligrar la permanencia del statu quo, de sus privilegios. Es la baza guardada de la que a veces tienen que echar mano, a la desesperada, para lograr que todo siga igual, para que no haya cambios.

Tanto en España como en buena parte del mundo occidental el crecimiento de la desigualdad, el estallido de la burbuja especulativa y los movimientos sociales y políticos surgidos para frenar el desprecio a los intereses de la mayoría social han provocado una reacción. En Estados Unidos surgió Trump, en Brasil, Bolsonaro, en numerosos países las fuerzas de la ultraderecha han crecido de forma notable. No lo han hecho por méritos propios, sino con la inestimable ayuda de algunos aparatos del Estado y de medios de comunicación interesados en frenar a las fuerzas políticas y sociales que señalan injusticias y defienden derechos humanos para todos.

En Estados Unidos nada de lo ocurrido se puede entender sin la cadena de televisión Fox, entre otros. En España nada se puede entender tampoco sin el papel de varios medios de comunicación y sin formatos audiovisuales que han premiado el colmillo afilado, la malicia, las dobleces, el artificio. La maldad está normalizada y sobrevalorada en determinados circuitos. La defensa de la solidaridad, despreciada. Esos medios llevan años trabajando obsesivamente en un objetivo: desprestigiar y aplastar a quienes cuestionan el control monolítico del Estado, a quienes defienden los derechos sociales, a los que critican el bipartidismo porque éste ha servido para perpetuar una misma política económica (...).

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