sábado, 4 de diciembre de 2021

Las causas internas de la inevitable caída de EEUU, de Raúl Zivechi

Siempre se supo que los grandes imperios derrapan por razones culturales y políticas internas, mucho antes de ser atacados por fuerzas exteriores que terminan sepultando su dominación. Así sucedió en la historia y así está sucediendo ahora con la decadencia de EEUU.
Dos artículos recientes avalan esta afirmación. El analista de Asia Times, Spengler (seudónimo de David Goldman) titula su columna "La corrupción imperial de las élites estadounidenses se compara con la Guerra del Opio". La profesora de psicología en la Universidad Estatal de San Diego, Jean Twenge, tituló su análisis en The Atlantic, ya en 2017, "¿Los teléfonos inteligentes han destruido una generación?".
Según la profesora, en su país los adolescentes "están al borde de una crisis de salud mental", no tienen opción de una vida sin iPads o iPhones y pasan la mayor parte del día solos en sus habitaciones pegados a los teléfonos (...)
Aunque encuentra aspectos positivos, cree que psicológicamente son más vulnerables ya que "las tasas de depresión y suicidio en adolescentes se han disparado desde 2011". Agrega que el auge del teléfono inteligente y las redes sociales ha provocado "un terremoto de una magnitud que no habíamos visto en mucho tiempo", y que "están teniendo efectos profundos en sus vidas y los están haciendo muy infelices".
Duermen menos, socializan poco, son más susceptibles a las enfermedades, al aumento de peso y la presión arterial alta, y sobre todo tienen escaso o nulo compromiso. Es evidente que una sociedad anclada en estos comportamientos tiene poco futuro, por lo cual China decidió desatar una "guerra contra los videojuegos", imponiendo serias restricciones a los menores ya que los considera "el opio de la mente" (...)

Mientras estadounidenses y alemanes construyeron fábricas a principios del siglo XX, los británicos se dedicaron a ganar fortunas con métodos que define como "corruptos", razón del declive de la isla.

Algo similar está sucediendo ahora, cuando la riqueza de EEUU se concentra en una ínfima minoría y generaciones enteras de jóvenes "se alimentan de una cultura de hedonismo despreocupado que valora la autoexpresión individual como una cuestión de dogma religioso al tiempo que impone una conformidad viciosa".
Según Spengler, Internet no es una burbuja y tiende a crecer casi ilimitadamente, pero la compara con el consumo de opio en los siglos XIX y XX, una droga social. "Lo que cautiva a los verdaderos creyentes de Internet es la descarga ilimitada de entretenimiento barato y lascivo: pornografía, música popular, chismes, coqueteos, juegos de rol de fantasía y, por supuesto, compras".
El problema es que Internet es la gran impulsora de los mercados globales, mientras destruye la cohesión social y genera una falsa impresión de crecimiento económico: mientras las economías están paralizadas las bolsas siguen cotizando al alza.

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