Diario Público 5/12/21
En noviembre del 93, en Oviedo, el colectivo ciudadano pacifista Gesto por la paz decía esto en su discurso de agradecimiento por la concesión del Premio Príncipe de Asturias de la Concordia. Aquellas palabras que tuve el honor de leer iban a ser una de las guías de lo que debería estar ocurriendo en la actualidad:
"La reconciliación no puede ser ni va a ser fruto de un momento, sino de un proceso en el que será necesaria la participación de toda la sociedad para cerrar las heridas generadas por tantos años de violencia. La paz para siempre que anhelamos sólo puede ser fruto de la recuperación para la sociedad de todos aquellos que toleran, se sirven o utilizan la violencia. Se trataría de reconducir este colectivo hacia una sociedad abierta, plural y sólo entonces reconciliada.
Muchas veces afirmamos que nuestro deseo es que se produzca una solución al problema de la violencia sin vencedores, ni vencidos. Pero no nos podemos engañar. En esta lamentable historia de la violencia ya hay vencidos y son todas las víctimas directas del terrorismo. A ellas no hay forma de hacer justicia."
Y ahora, que tras más de 20 años en el activismo ciudadano, plural y pre-partidista (por supuesto nada fácil en aquellos años en Euskadi, solo las y los que estuvimos sabemos lo duro que fue), me encuentro en las filas de un partido político y escucho en mi condición de diputada en el Congreso debates terribles sobre este asunto, siento una desazón absoluta aunque me reafirmo en aquellas líneas del discurso.
Porque, que en el Parlamento se hable y se dialogue de este tema no debería implicar un uso torticero y partidista de las víctimas. Las víctimas, lo dicen muchas de ellas y a muchas conozco, son tan plurales y diversas como nuestra sociedad. Y el manoseo al que son sometidas cada semana en el Hemiciclo no es propio de una democracia sana.
Estos días hemos recibido una noticia sobre la no celebración de los Ongi Etorri. Debería haberse producido hace mucho tiempo. Llega tarde pero aun así es una buena noticia. Es una victoria ciudadana, de las víctimas y de toda la sociedad porque suponían una indecencia e indignidad insoportables. Es el resultado de la presión social, institucional y de las organizaciones y fundaciones de víctimas.
Y por supuesto. Queda mucho camino por recorrer (...)
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