Isidro era carretero, natural de Sacedón, tenía 43 años cuando fue asesinado, era miembro del PCE, afiliado a UGT, y compañero de Timoteo Mendieta. Al finalizar la contienda fue detenido por falangistas en Sacedón y conducido al cuartel de la guardia civil, después ingresó en la prisión provincial de la calle Amparo de Guadalajara. El 31-05-1939 pasó por el Juzgado Especial de Ejecuciones que emitió sentencia de condena a muerte por “auxilio a la rebelión”. Ingresó en la Prisión militar, calle Martín Puebla, donde permaneció hasta el día de la «saca» y fusilamiento el 15 julio 1939 en el “Camino del Río” de Guadalajara por un pelotón del Batallón de infantería mixto de máquinas de acompañamiento n° 85.
¿Su delito? Haber sido leal a la República y ser integrante de organizaciones sindicales y partidos de izquierda manteniendo el orden público. Su cadáver fue arrojado a la fosa 24 del patio de Santa Isabel, de donde fue sacado en los años 50 para depositarlo en el osario del cementerio, lugar que actualmente tiene esa fosa 24 consideración de «jardín» para el ayuntamiento del PP. Su hija mayor Felisa Páez-Jaramillo Pérez fue también encausada por delito de «adhesión a la rebelión» y sobreseída. ¡Tenía 14 años en 1936!
Habla su nieto, Juan López Páez: Ante mí tengo entre las manos esa voz dormida de las víctimas mudas, de los fusilados contra la tapia de un cementerio, de los ajusticiados sin juicio previo en la cuneta de una carretera cualquiera por defender la libertad, de las viudas abandonadas a su suerte a la más gris miseria por el embargo de sus bienes, de las hijas huérfanas, carne de trabajo barato en las grandes ciudades en casa de los señoritos. Esa foto amarillenta surgida de no se sabe donde viene a llenar el vacío de mis orígenes, a completar la historia personal y rescatarla de un silencio impuesto por el terror asentado en la médula de los huesos dentro de las familias, de lo que nunca se habló en la mesa.
Esa solitaria foto aviva en mí los pocos detalles transmitidos que se salvaron del agujero negro en el pozo del miedo que sufrieron nuestros padres, supe que era carretero y que viajaba periódicamente a Valencia en compañía de su perra loba “Sola” a comprar naranjas y nueces y comerciar por el camino. Al año siguiente en de ser fusilado, en 1940, el Tribunal de Responsabilidades políticas condenó a la viuda Francisca Pérez Almansa y sus cuatro hijas Felisa, Carmen, Leandra y Milagros, que fueron embargadas por una multa de 13.000 ptas de entonces, subastaron tierras, enseres y ¡hasta se llevaron medio cerdo! (...)
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