Fernando Broncano R 15/1/22
Mi recomendación de hoy es ya un poco atrasada, la de un libro del 2015 del filósofo mexicano Luis Villoro (Barcelona, 1922-México 2014) que incluye, junto a sugerentes artículos sobre democracia y pluralismo, un interesantísimo intercambio epistolar con el Subcomandante Marcos (Rafael Sebastián Guillén Vicente). Villoro fue un maestro de generaciones de filósofas y filósofos latinoamericanos y españoles.
Quienes vivimos en los lazos que unen el pensamiento escrito en español sabemos bien de su figura, no tan conocida como la del subcomandante pero no menos influyente. No fue un filósofo marxista, era un epistemólogo analíticamente ortodoxo que tenía una profunda fibra moral y una tendencia irreprimible hacia la democracia directa.
El libro se encuentra bien en ebook y es barato y muy, muy provechoso. Os cito aquí un párrafo con el que comienza la introducción a la figura de Luis Villoro de Luis Hernández Navarro, en donde cuenta una anécdota muy significativa de un filósofo que a sus 74 años, en 1996, se fue a Chiapas a ver qué era lo que estaban diciendo los zapatistas:
"Esa noche de 1996, mientras el fresco de La Realidad caía a sus espaldas, Luis Villoro trató de conciliar el sueño en un improvisado lecho de cartón que sus compañeros le acondicionaron en el suelo de la escuela zapatista en la que pernoctaban. Se cubrió del frío con el saco gris con el que invariablemente se vestía y renunció a quitarse los zapatos tenis que regularmente calzaba. Luis Villoro tenía entonces 74 años de edad y era ya uno de los más reconocidos filósofos mexicanos. A pesar de ello, no pidió para sí ningún trato especial en aquel rincón de la selva chiapaneca. Durmió, se aseó y comió exactamente como lo hizo el resto de sus compañeros. No hubo de su parte queja alguna. Por el contrario, mientras esperaba el momento de encontrarse con la jefatura rebelde, confesó sentirse privilegiado de estar allí en ese momento. Su actitud aquella noche no fue excepcional. Ése era su modo de ser. A pesar de su sabiduría y sus deslumbrantes credenciales académicas, nunca pidió para sí prerrogativa alguna. Cuando participó en los Diálogos de San Andrés sobre derechos y cultura indígenas, como asesor del EZLN, pidió siempre la palabra como un orador más, escuchó pacientemente a quienes tenían algo que decir y ajustó su intervención al límite de tiempo establecido: tres minutos. Luis Villoro se ganó la confianza de los zapatistas —usualmente desconfiados— y la conservó a lo largo de casi dos décadas. Él vio en los rebeldes la realización, aquí y ahora, hoy, de la verdadera utopía. Ellos lo escogieron como uno de sus pocos interlocutores permanentes. Don Luis, doctor, maestro le llamaron los insurgentes a lo largo de los años. La misma confianza le otorgaron las organizaciones indígenas independientes, dirigentes sociales e intelectuales que lo frecuentaban."
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