La Vanguardia 24/2/22
El más locuaz de los cuadros de Nuevas Generaciones derrotó a la tenaz jefa de la Brigada Aranzadi apelando a la furia nacional española. Casi cuatro años después, la gente de los balcones se manifestó ayer en la calle Génova de Madrid exigiendo la dimisión de Casado por cobarde y por traidor.
Acudieron unas tres mil personas, no muchas más. En las últimas elecciones generales, 479. 448 electores votaron en la ciudad de Madrid a la candidatura encabezada por Casado. Ahora que está de moda intentar explicarlo todo con datos, podríamos decir que la manifestación de ayer en Génova ni siquiera reunía al 1% de los votantes madrileños del PP. Pero todos sabemos que un acontecimiento político no sólo se mide con cifras. Un momento político es la expresión de una relación de poder, no un contador electrónico. El problema de Casado es que no puede responder a esa manifestación con otra de igual tamaño.
No hay que confundirse. Lo de ayer no fue un remedo madrileño del asalto al Capitolio. No había nadie con cuernos de toro en la cabeza. La gran mayorías de los asistentes eran señoras y señores del barrio de Salamanca y aledaños, el Madrid de los chalecos acolchados, gente que no tiene ganas de perder en las próximas elecciones. Puesto que no son perdedores sociales, no soportan sentirse perdedores políticos. Por encima de todas las cosas, quieren echar a la izquierda del poder y han llegado a la conclusión de que Casado ya no les sirve. Sienten sus intereses amenazados por el Gobierno y su amor propio cuestionado por Vox, el partido al que ya votan más de la mitad de los balcones y casi todos sus familiares.
“¡Si no sabéis votar, a casa!”, gritaban los congregados en alusión al increíble error del Partido Popular en la votación de la reforma laboral. Aquel día podían haber hundido al Gobierno y la torpeza lo impidió. El 3 de febrero cristalizó definitivamente la desilusión de la España de los balcones. Después vinieron los mediocres resultados en Castilla y León, y después, Miguel Ángel Rodríguez, el guionista de la presidenta de la Comunidad de Madrid, el Trotsky de la Puerta del Sol, decidió acelerar las tensiones con la calle Génova, filtrando a la prensa que Isabel Díaz Ayuso estaba siendo objeto de espionaje. Y después estalló todo.
Calle, medios y barones. Este es el triángulo decisivo en la brutal crisis del PP. Los medios alineados con Díaz Ayuso, que son muchos, han calentado la calle y ayer obtuvieron el golpe de efecto que necesitaban. Excitados por el espectáculo, en los medios se ha abierto una febril competición por ver quien es el Director del alzamiento. El alzamiento del 1%. Nunca la dirección de un partido político ha caído en la calle en España. Nunca hasta hoy. Los barones están muy asustados porque el futuro huele a derrota y a finales de año se deberá votar en Andalucía, donde Vox galopa y la izquierda empieza a moverse.
Si no hallan una salida, se los comerá Vox y el PSOE ganará espacio. Empieza ahora una compleja transición en la que el PP puede corregir línea hacía el centro o acabar llamándose Partido de la Libertad.
Torres más altas han caído, por Lola Garcíaú
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