Carina Farreras 27/05/2022
"No podemos dejar que este crimen de honor quede impune”, clama Huma Jamshed Bashir, responsable de la Associació Cultural Educativa i Social Operativa de Dones Pakistaneses en Barcelona (Acesop), con relación al asesinato de las hermanas Abbas. “No puede caer en el olvido”. Huma tiene prisa en aprovechar el eco mediático de esta –desgraciada– noticia, para denunciar el trato que reciben las pakistaníes, en su país y en este.
En la tarde de ayer reunió a la prensa y convocó a la comunidad barcelonesa para mostrar las condolencias por la muerte de las jóvenes compatriotas. Apenas un puñado de mujeres le acompañan. “No han venido”, señala las sillas vacías, “es una barbaridad”, murmura con impotencia.
“Dicen que somos libres, pero no es cierto, los hombres acompañan a sus esposas a todos los sitios, hasta el ambulatorio. Vas a un restaurante pakistaní, de aquí mismo, y ¿qué ves? Todos varones”. En reuniones, en la mezquita, quizás están en un rincón, continúa. No aprenden la lengua como mecanismo de control. “Y si te diriges a ellas en público, contesta el esposo”.
Son las condiciones de vida que impone una visión patriarcal de las costumbres y la cultura que se transmiten de generación en generación en el Punjab, la región de Pakistán de donde procede la mayoría de las familias.
Con todo, en la casa es más grave, según Huma. “¿Por qué tenemos que recibir empujones y patadas?”, ¿por qué tenemos que servir para pagar deudas familiares o traer a hombres mediante la reagrupación?, ¿por qué tenemos que casarnos con nuestros primos y no podemos decidir nosotras con quién dormir?”. “Basta ya. Deberíamos ser dueñas de nuestro cuerpo y de nuestro pasaporte. No deberíamos morir ni ver morir o desaparecer a nuestras hijas, sobrinas, amigas” (...)
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