El historiador Miguel Campos reconstruye los esfuerzos de la República para superar
hasta mayo de 1937 el "absurdo estrangulamiento militar" dictado por las potencias
democráticas Reino Unido y Francia, y documenta que el envío del oro a Moscú no
fue "una decisión aleatoria o ideológica del gobierno republicano".
La investigación de Campos, que formó parte de su tesis doctoral, dirigida por
Ángel Viñas, ha sido recogida en el libro Armas para la República (Crítica),
fruto de la consulta de fuentes de más de una quincena de archivos españoles,
franceses y mexicanos, algunos inéditas como el archivo personal del que fuera
embajador de México en París, Adalberto de Tejeda.
En una entrevista con Efe, Campos recuerda que al estallar el conflicto de
España, Londres no quería que lo que ocurriera dentro de España pudiera
derivar en un conflicto europeo nuevamente y aunque "Francia sí estaba
por la labor al principio de intervenir en el conflicto, los ingleses le
hicieron ver rápidamente que si se veía envuelta en un conflicto con
Alemania por la cuestión española se quedaría solo ante ella".
Estafas, tráfico y expolio en la compra de armas
El historiador madrileño reivindica a los servidores de la República que se
encontraron con "la dificultad de sacar el material de guerra comprado
clandestinamente de cualquier país" y además la propia República se creó
sus propias dificultades: "No se estableció una política clara de adquisiciones
y se produjo un descontrol con la llegada masiva y peligrosa de comisionados
de diversos partidos políticos, sindicatos y regiones, especialmente los vascos
y los catalanes".
Todos ellos, añade, "se hacían la competencia entre sí, dificultando las gestiones
a los emisarios oficiales, haciéndoles perder el tiempo en detectarlos y, sobre todo,
encareciendo los precios". Este desbarajuste les llevó en algún caso a ser víctimas
de estafas, de traficantes y de emisarios oficiales que se enriquecieron a su costa.
"Muchos representantes republicanos para comprar armamento no habían visto
una pistola en su vida y mucho menos sabían lidiar en el mercado negro y muchos
de los principales traficantes con los que hizo negocios la República eran filonazis
o incluso tenían sus bases de operaciones en Alemania, aunque lo más triste y
patético de esta historia fueron los supuestos defensores de la República que
aprovecharon la coyuntura y su cargo para enriquecerse", señala (...)
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