23/8/22
Sacco y Vanzetti, ‘esos bastardos anarquistas’
DINAMITA. Historia de la violencia de clases en Estados Unidos (1826-1934). Louis Adamic. Traducción: Rubén Fernández Rojo.
[...]"Cuando Vanzetti llegó a Plymouth en 1914, las condiciones en las que vivían los trabajadores portugueses o italianos de la industria cordelera eran aún peores que las que los ‘wobblies’ se habían encontrado entre los trabajadores de Lawrence antes de la huelga de 1912. Con suerte, maridos y mujeres podían trabajar codo con codo en los talleres, viéndose, o si no, condenados a cruzarse apenas en sus caminos hacia la fábricas o de vuelta a las casas en los cambios de turno. El sueldo medio de una mujer era de unos seis dólares a la semana y un hombre, como mucho, podía ganar nueve. Vanzetti, que rondaba los 25 años, inició una intensa campaña entre sus compañeros para intentar conseguir mejoras económicas; él también había oído hablar de la huelga de Lawrence, de Ettor y Giovannitti y era un ávido lector de literatura extremista.
En enero de 1916, la actividad de Vanzetti dio sus frutos y 4.000 obreros de los talleres de fabricación de sogas y bramantes en Plymouth abandonaron sus puestos de trabajo, logrando detener la producción por completo. Era la primera huelga a la que el Trust Cordelero se tenía que enfrentar y se produjo en mitad de la temporada de mayor producción, cuando la demanda de bramante se disparaba según se iba acercando el verano y, con él, la cosecha. Se libró una encarnizada batalla en la que ni la policía, ni los matones de la patronal, ni la amenaza de desalojo de las viviendas de las compañías (donde alojaban a las familias obreras), consiguieron doblegar la voluntad de los huelguistas, gracias en buena medida al liderazgo de un Vanzetti que trabajaba día y noche arengando a sus compañeros, recogiendo fondos o participando en los piquetes. La huelga fue un éxito rotundo y cerca de 4.000 trabajadores volvieron a ocupar sus puestos en los talleres con salarios bastante mejores. Todos excepto el propio Vanzetti: sus servicios, al parecer, “ya no eran necesarios”. Señalado en las listas negras, se dedicó entonces a la venta ambulante de pescado, sin dejar por ello de ejercer su liderazgo entre los trabajadores, convertido en una especie de autoridad local, admirado y respetado por sus compatriotas de la industria cordelera.
Sacco y Vanzetti eran amigos y compañeros en su militancia radical, compartían su extremismo y, también, el hecho de que no se oponían del todo al uso de la violencia. Ambos iban armados cuando les arrestaron y trataron de explicarlo amparándose en su derecho a la autodefensa. Aunque, como anarquistas que eran, no resulta difícil imaginarlos al lado de terroristas o incluso de criminales, no hay la menor duda de que actuaron siempre movidos por los más altos ideales, y, sin duda, eran inocentes de los crímenes de los que se les acusaron. Eran, justo, el tipo de personas elegidas por los agentes del Departamento de Justicia para ser deportadas en sus brutales redadas contra los extranjeros, o de las que se aprovechaban los patronos y políticos para desatar su odio contra el movimiento obrero. Sobre todo, eran agitadores, capaces de animar a sus camaradas a resistir los envites de la patronal, las bajadas de salarios y los planes antisindicales. Eran líderes". [...]
[...]"Mientras Sacco y Vanzetti estaban aún con vida y su salvación dependía del gobernador Fuller, aparecieron evidencias de que el asalto de Bridgewater, por el que Vanzetti había sido condenado en primera instancia y que había servido como uno de los más importantes factores que inclinaron a considerar culpables y condenar a muerte a ambos hombres por el caso de Braintree, había sido cometido por dos personajes de los bajos fondos de Boston, Frank Silva y James Mede. El gobernador Fuller y su comité asesor eran conocedores de estas pruebas cuando estudiaron la solicitud de indulto presentada por la defensa de Sacco y Vanzetti en el verano de 1927 y, aún así, se negaron a tenerlas en cuenta. Estos cuatro pilares del sistema social y económico de Nueva Inglaterra estaban decididos a ordenar la muerte de dos lideres obreros italianos, de dos anarquistas, cuyo activismo entre los trabajadores inmigrantes amenazaba tanto a los beneficios de las grandes corporaciones industriales del Estado de Massachusetts como la supremacía de las rancias tradiciones sociales y culturales de Nueva Inglaterra. Detrás de la rigidez del comité se encontraba la maquinaria de la Administración de Massachusetts al completo y también toda la histeria desatada ante la amenaza roja que seguía bien presente en dicho Estado aunque ya hubiera empezado a desvanecerse en el resto de la nación. Si Sacco y Vanzetti no eran culpables del robo y los asesinatos de los que se les acusaba lo eran, en cambio, de un crimen mucho más terrible, al menos a los ojos de los intereses capitalistas y patrióticos de Massachusetts. Eran dos bastardos anarquistas, enemigos de un sistema social y económico del que el Gobierno de Massachusetts era un importante agente". [...]
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