2/11/22
El caso de mi hijo de los 6 de Zaragoza no es sólo una condena desproporcionada, es una barbaridad injusta.
Y lo es porque los mecanismos que deben impartir justicia no funcionaron, y lo más grave es que dé igual.
Da y dio igual, que los policías no hicieran su trabajo. Eso quiere decir que no hubo pesquisas, investigación, ni tan siquiera detención in fraganti. Nada de eso. Los policías entraron en un bar de conocida clientela de "rojos" y detuvieron señalando como quien ostenta derechos de autoridad adquiridos. Habían pasado dos horas de los hechos, realizaron los atestados delante de los detenidos. Sus descripciones fueron fraudulentas porque no venían de observaciones anteriores, sino de la descripción que tenían delante.
Por otro lado, y no menos grave, es que en la sala de justicia, Carlos Lasala sólo prestará atención a la palabra de la policía, desoyendo la otros testigos sin esgrimir en su sentencia por qué unos testimonios sí eran verdad y otros no lo eran. Y no necesitó nada más para condenar a dos penas máximas de tres años a los cuatro mayores de edad y a multas de 11mil euros a los dos menores. Tampoco quiso encargar un peritaje para resolver quienes eran los de las imágenes de un vídeo en el que se veían jóvenes lanzando objetos, grabados por la videovigilancia de seguridad de la Ciudad Universitaria. ¿No quería descubrir a la verdad? ¿Desmentir a los policías? ¿O daba igual porque no sé trataba de impartir justicia sino miedo? Esto es último sería muy grave, sería calcar metodología nazi.
Como dato curioso, todos los acusados querían que se hiciera el peritaje. No tenían nada que ocultar. Es lo que pasa cuando eres inocente. Que no hay pruebas contra ti.
Y así se gestó el juicio y la sentencias, sin pruebas objetivas, algo que olvida la prensa cuando redactan titulares sobre el caso y que debería llamar la atención.
Con todo esto, se hizo la mayor injusticia que he vivido en primera persona. Con la sensación de que nuestra libertad, la de las gentes de izquierda, nuestra vidas, sólo valen lo que unos pocos deciden.
Los policías que realizaron las detenciones cometieron un delito aprovechando su sobreprotegida presunción de veracidad. El juez dejó a los 6 sin la posibilidad de un juicio justo porque no hizo todo lo posible para que fueran considerados presuntamente inocentes.
Y todo eso a muchos les da igual. Señalan la sentencia contra mi hijo y los 6 de Zaragoza como si fuera un auto de fe. Me alegra ver que las leyes de la memoria dan, por fin, con el problema: no le hemos mirado a los ojos a los franquistas, parece decir. Ahora, no sólo toca mirar a los del pasado, también tenemos que empezar a desmantelar el chiringuito del ejército, la policía y la judicatura que siguen erigiéndose en ejecutores de condenas represivas contra eso que llamaron - y llaman en sus corrillos aún- el mal español.
Y yo estoy orgulloso de serlo y de que mi hijo sea, a los ojos de los fascistas, un mal español.
Os pido más. Nos apoyáis muchísimo. Pero os voy a pedir más. Estamos con un nuevo empuje. Con compañeras y compañeros en la plataforma que están haciendo crecer los actos y la calidad de los mismos. Estad "al loro". Vamos, tenemos que conseguirlo: absolución absolución absolución
Detrás de este caso ya hay otros y habrá más. Tengo claro que si nos ponemos como objetivo que se visibilicen estos casos, algo cambiará, al menos, a los ojos de las víctimas, como esos 6 jóvenes de Zaragoza, de Fragua, de Xijón, de Badalona, de la vías, de Vallekas, los de las manifestaciones de Cádiz, los encausados tras desahucios, hay tanta represión que sale adelante por esta misma premisa, la impunidad.
¿Mi objetivo? Denunciarles hasta la victoria. Manifestarse no es un delito, y dice algo muy grave de una Democracia si hay que recordarlo.
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