23/10/22
Hace días estuve en Medina de Rioseco a la presentación del libro de Sierra y San José que trata de forma rigurosa y pormenorizada sobre la represión terrible a los revolucionarios del 34 y de la guerra posterior. El trabajo es monumental y de gran trascendencia para las y los riosecanos. La verdad empieza a vislumbrase, pero han tenido que pasar más de 80 años, no hablemos de justicia y reparación. Lo que sí haré yo es contaros que, conocí a Ignacio allá por los 70, le conocí a él y a lo que escondía su taller de arreglar zapatos: un lugar de encuentro de los trabajadores y sus conflictos laborales, un ateneo para debatir sobre ellos, una escuela de militantes obreros, un hervidero de ideas de rebelión y donde se cocinaba mucho de lo que en el movimiento obrero riosecano bullía por aquellos años de reconstrucción y vuelta a empezar. Ignacio no paraba de darle a la lezna y al martillo sobre la horma pero hablaba, a la vez, hablábamos todas y todos amparados en aquel taller minúsculo y destartalado. Eramos jóvenes los que íbamos de Valladolid y jóvenes los que nos recibían. Fueron esos años los que forjaron nuestra conciencia de clase y disposición para la lucha. Conservo intactos aquellos recuerdos. Por encima de avatares y distintas las trayectorias que seguimos uno y otro y las formas de combatir y /o equivocarnos, para continuar tantas veces como haga falta, me une a Ignacio el zapa una amistad que perdura. Anteayer nos abrazamos ( él no sabía aún de la perdida de mi compañera Elo y por eso el abrazo fué mucho más profundo).
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