24/10/22
Fernando Broncano R
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No hay marcador más definitorio de clase, género o cultura que el olor corporal, sea el directo o el artificial producido por depósitos en la piel de fragancias, perfumes o colonias. El olor corporal define el espacio cercano de un cuerpo tanto o más que sus ropas y apariencia. El olor que despide el cuerpo en el trabajo físico no suele ser desagradable, al menos a mí no me lo parece, lo mismo que no me resultan desagradables los olores de los animales. Otra cosa son los olores que se acumulan en el cuerpo y la ropa por falta de higiene. Son producto del metabolismo del sudor por las bacterias que residen en la piel. "El otro es el que huele mal", una de las frases más ingeniosas y acertadas de Zizek. Los de abajo huelen mal, incluso o sobre todo cuando huelen bien porque están marcados por desodorantes y colonias baratas (clase obrera Brummel dijo alguien con infinito sarcasmo). La historia del perfume es la historia de la clase dominante a lo largo del espacio y el tiempo y el comercio de sustancias odoríferas (almizcle, pachuli, ámbar gris, ...) fue tan importante como el de las especias. Hoy mismo, solo unas cuantas y poco conocidas empresas se especializan en la síntesis química de fragancias.
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Por todo ello me parece tan interesante la estrategia china de Mercadona de poner a la venta copias de marcas de perfumería de precios medio o altos, justo la frontera de clase aspiracional. No engañarán a los olfatos finos de La Moraleja o La Finca, pero son más que pasables. Una de las formas más efectivas de emborronamiento de fronteras. Claro que siempre es posible que si los de abajo empiezan a oler bien las grandes casas innoven perfumes de mierda (literal) para nuevas estrategias de distinción. La guerra de clases es también una guerra de aromas.
El olor crea espacios. Espacios de placer o espacios de horror (los testimonios de los campos de exterminio coinciden todos en el olor de aquellos infiernos; quienes han entrado en las cárceles lo saben bien. Espacios de violencia: quienes han tenido formación militar (como el que suscribe), recordarán el intenso olor de la cordita que tanta adrenalina produce al sentirlo.
Como podéis imaginar, esta semana hablo en clases y cursos sobre la cultura material de los espacios de la piel.
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