Vicente López 11/01/2023
Hay que cambiar el modelo energético. Pero es más urgente si cabe una transformación que aborde la limitación de la riqueza, el consumo y el necesario reparto del trabajo
(...) Grosso modo, para las opciones políticas que se sitúan en el entorno de la derecha más o menos extrema, la transición debe atemperarse al ritmo que marque el mercado. Todo indicaría que se está pasando del “negacionismo” inconsistente, a un cierto “retardismo” posibilista. Desde esta perspectiva ideológica el objetivo de sus políticas sigue siendo el mismo: crear las bases macroeconómicas que establece el pensamiento económico neoclásico para mantener el crecimiento del PIB y la acumulación de capital. Se deja al “libre” mercado la tarea de atemperar tanto los ritmos posibles de la transición ecológica (la sostenibilidad no puede poner en peligro la eficiencia) como la tarea redistributiva (la equidad que no puede poner en peligro la eficiencia). Más mercado y menos regulación e intervención pública, excepto para asegurar, sea al precio que sea, la propiedad privada, la dinámica que marquen los mercados y con ello el statu quo existente en materia distributiva.
Esto significa políticas de aumento de tipos de interés para frenar la inflación, el control del gasto público en un marco de reducción de impuestos y la desregulación del mercado laboral: peores condiciones de trabajo, más desigualdad y pobreza y, por supuesto, dinamizar la concentración de riqueza. Un camino que algunos han advertido de que puede ser la antesala del llamado “ecofascismo”. Y todo ello, eso sí, aderezado con una fe ciega en la acumulación de conocimiento científico-técnico, la “ciencia proveerá”, que se convierte en el garante de que pase lo que pase, algo inventaremos.
Para aquellas opciones que se encuentran en el entorno del social-liberalismo (donde se situaría la socialdemocracia actual, la democracia cristiana, e incluso otras opciones más progresistas), la transición hacia una economía sostenible debe ser dinamizada, empujada, por los poderes públicos. Es una tarea urgente y el mercado, aunque esencial, no basta para tal empresa. Los efectos negativos más que previsibles de la transición ecológica en el ámbito sociolaboral quedan circunscritos a las políticas que se enmarcan en la llamada “transición justa”: nadie debe quedarse atrás. Eso sí, no se define de forma muy concreta en términos de acción política qué abarca el término “justa” y lo que conlleva quedarse o no atrás. Más bien al contrario, esta indefinición da paso en la práctica a la asunción por parte de los poderes públicos de cierto crecimiento asumible en los niveles de desempleo, de desigualdad social y de pobreza. Esta opción, al contrario de la anterior, no ve contradicciones insalvables entre sostenibilidad, eficiencia y equidad. Y si las ve, las relativiza (...)
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