Martín Mosquera / Nicolás Allen 25/02/2023
El escritor, cineasta e historiador paquistaní Tariq Ali, integrante de los consejos editoriales de la revista New Left Review y de Verso Books e histórico militante de izquierda en Gran Bretaña, donde vive desde su juventud, analizó para Jacobin el nuevo escenario mundial abierto por la invasión rusa a Ucrania. Siempre interesado en la evolución de los movimientos políticos latinoamericanos, también destacó que la coyuntura política actual abre la posibilidad de una nueva Marea Rosa en la región.
Comenzamos con la gran pregunta, la que tiene que ver con el debate que está dividiendo a la izquierda internacional en torno a cómo caracterizar la guerra en Ucrania. Están los sectores que afirman que la guerra es solamente una “guerra de independencia nacional” contra un agresor imperialista, en este caso Rusia, y hay quienes afirman que también se trata de una “guerra por delegación” librada por Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y que, por lo tanto, sería también una guerra interimperialista. Esas son dos de las principales posiciones sobre el conflicto, cada una con vertientes, pero ¿cuál sería su propia caracterización de esta guerra?
Desde el principio he visto que esencialmente se están librando tres guerras. Una es, por supuesto, la intervención rusa en Ucrania, en la que el aventurerismo enloquecido del presidente ruso Vladimir Putin lo llevó a pensar que su ejército era capaz de tomar todo el país sin más. Esa fue la causa inmediata de esta guerra en particular. En segundo lugar, es una guerra entre los invasores rusos y los nacionalistas ucranianos de toda clase, incluida la derecha dura dentro del núcleo nacionalista ucraniano, respecto de quienes no tiene sentido negar que son fascistas en lo político, con un legado que proviene de los fascistas que lucharon junto al Tercer Reich durante la Segunda Guerra Mundial. Hay una larga historia de eso en Ucrania. No es un gran secreto. Pero sería un error decir que todos los nacionalistas ucranianos son fascistas, aunque todo fascista ucraniano es nacionalista. Y la tercera, que en los últimos meses se ha vuelto el aspecto más importante de la guerra, tiene que ver con la intervención de la OTAN. Ahora bien, es absolutamente cierto que Ucrania no es miembro de la OTAN, pero eso no significa que la OTAN no esté en Ucrania. Porque viene siendo el caso desde 2014, cuando sucedió la llamada “revolución del Maidán”, que efectivamente fue un golpe de Estado en muchos aspectos organizado por el Departamento de Estado de los Estados Unidos, con Victoria Nuland, subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos, diciendo abiertamente que estaba allí para elegir al nuevo liderazgo de Ucrania. ¿Qué puede ser más claro que eso? No me cabe la menor duda de que, desde 2014, Estados Unidos ha ido aumentando su control político, militar e ideológico en Ucrania.
Esto plantea una pregunta sobre lo que podrían haber hecho los rusos sin embarcarse en la guerra. En mi opinión, podrían haber ejercido mucha presión. Y, en el peor de los casos, podrían haber amenazado con tomar el control de los óblast en el Dombás, Donetsk y Lugansk. Y, de manera curiosa, eso es básicamente para lo que Estados Unidos estaba preparado, algo que se consideraba inaceptable pero que podía constituir un punto de negociación. Entonces Putin perdió completamente la calma y decidió que iba a tomar toda Ucrania. Y la razón por la que hizo esto fue porque estaba harto. Rusia y Estados Unidos, con sus respectivos servicios de inteligencia, sabían perfectamente lo que estaba pasando. Desde el pasado mes de septiembre Estados Unidos conocía los planes rusos para la invasión a Ucrania, pero no podían creerlo y tuvieron que preguntarle a sus colegas rusos, quienes confirmaron esos planes por haber perdido la paciencia ante todos los juegos que había estado jugando Estados Unidos. Pero, aun así, en Estados Unidos muchos dudaban de que eso fuera a concretarse. Y la mayoría de la gente de la izquierda, sabiendo lo que había estado sucediendo hasta 2014, pensaba que Putin amenazaba efectivamente a Ucrania como forma de presión, con el objetivo de que del otro lado comenzasen a escuchar y aceptasen sus demandas
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