miércoles, 26 de abril de 2023

MARTILLO DE HEREJES (Fernando Sánchez Dragó), de Martín Bellaco

 10/4/23

Buenos días. Ayer se murió de viejo el inimitable Fernando Sánchez Dragó. Y como al finado lo que más le gustaba es que se hablara de él, aprovecho para volver a dejarles aquí la columnilla rural andergráun que Martín Bellaco le dedico hace cinco meses. Siempre desde el respeto humorístico.
MARTILLO DE HEREJES, de Martín Bellaco,

Fernando Sánchez Dragó
Buenos días por la mañana. ¡Huy!, con ese mohín que han puesto -sí, ese, ese mohín- al leer el nombre del protagonista de la columnilla de hoy estaría, en realidad, todo dicho. Asumido pues telepáticamente el sentido último de este escrito, procedamos a explayarnos en la síntesis, que tenemos por delante ochocientas magras palabras para tratar de condensar la trayectoria triunfal, digo más: la triunfal trayectoria, de este genio finisecular sin par, tal vez la persona más importante que jamás haya pisado no ya Madrid, Soria o España, sino el planeta Tierra. Y no exagero, posiblemente me esté quedando corto.
Corto, lo que se dice corto, Fernando Sánchez Dragó sólo es corto de estatura. Un señor pequeñito que aloja en su interior un fénix de los ingenios, un espíritu elevado y libre, un enciclopedista, un líder cultural y, prácticamente, un avatar suprahumano. Ni es corto ni se corta este notas, que nació en Madrid recién empezada la guerra, o sea que tiene 86 años. Ha encogido un poquito, sí, y tiene la cara hecha un pergamino por la acción combinada de los miles de productos antienvejecimiento que usa a diario. Hay quien le ataca por eso, que si vaya sabio cagón, que si tal y cual, pero ustedes y yo lo entendemos perfectamente: lo hace por nosotros y por nuestro espíritu. No quiere morirse para seguir iluminándonos el camino. Gracias, Maestro.
Fernando Sánchez Dragó piensa como nadie, escribe como nadie, evoluciona como nadie, analiza como nadie, divulga como nadie, se coloca como nadie, viaja como nadie y, por supuesto, folla como nadie. Fernando Sánchez Dragó es la hostia. Es algo tan evidente que el propio lo reconoce. Fernando Sánchez Dragó cuando se mira al espejo y ve a Fernando Sánchez Dragó sonriéndole melifluamente no puede evitar de ninguna de las maneras decir en voz alta, “¡Fernando Sánchez Dragó eres la hostia!”. Al fondo, su novia, cuatro décadas más joven, susurra, transida, “calla, calla Fernando Sánchez Dragó, que me estoy poniendo cachonda…”. Lógico, chata. Hace menos de un año, en una entrevista decía Fernando Sánchez Dragó que su joven prometida durante “nuestras sesiones de sexo, que duran varias horas, tiene 18, 20 o 22 orgasmos”. Un Sugardaddy, un pandit y un gurú tántrico que luego lo casca. Fernando Sánchez Dragó es asombroso.

Fernando Sánchez Dragó ha sido, sucesivamente, comunista, antifranquista, anarquista, socialista, aznarista, fascista y apolítico de corazón según conviniera o conviniese a Gárgoris o a Habidis. Esta última etapa suya, digamos postnazi esotérica populista chunga, está siendo tal vez la más polémica por culpa de las redes sociales. Vamos a ver si somos capaces de entender cabalmente la cosa que pasa. Esto va así: Fernando Sánchez Dragó es un viajero, usted es un turista; Fernando Sánchez Dragó es un hombre libre, usted es un borrego; Fernando Sánchez Dragó se deleita ilustrándose, usted es un pringao adoctrinao y sectario; Fernando Sánchez Dragó se follaba japonesas de 13 años y nos lo contó cuando el delito había prescrito; usted se hace pajas calladito en su vulgar intimidad. Por consiguiente, usted no emite más que ruido desde su patético tuiter, mientras Fernando Sánchez Dragó condensa en 280 palabras saberes milenarios, referencias eruditas, intuiciones magistrales y el doctorado de su vasta experiencia. Verbigracia, Fernando Sánchez Dragó pone una foto de los toros corriendo por el campo, durante la Saca, tradicional encierro campero de las Fiestas de Soria, y él, descamisao, delante de los astados. Fernando Sánchez Dragó escribe: “Tenía 48 años. Doce toros del solsticio me rodearon. Diez pasaron de largo y dos se me vinieron encima. Los burlé con quiebro de cintura y quite de camiseta. Luego cogí la mano de la moza que me acompañaba e hicimos el amor al pie de una encina”. Como Abraham… Fernando Sánchez Dragó es la pera limonera.
Fernando Sánchez Dragó le dedicó hace tres años un libro a Santiago Abascal, su último líder político de referencia. La gente, como es boba, se pensó, sin leérselo, que el libro iba sobre el líder de VOX y que Fernando Sánchez Dragó se apuntaba a la moda de blanquear el fascismo. Craso error, necios. El libro, “La España vertebrada”, va sobre Fernando Sánchez Dragó y Abascal apenas pasa de comparsa. Se lo explicaré con otras palabras: todos los libros de Fernando Sánchez Dragó tratan sobre Fernando Sánchez Dragó. ¿De qué cojones iban a tratar? De Fernando Sánchez Dragó.
Quiero acabar, emocionado, con una bonita anécdota personal que viví con Fernando Sánchez Dragó. Fue en Soria capital, allá por los mediocres noventa. Un grupo de colegas vivíamos las fiestas sorianas, volábamos muy alto, cuando se inició un pasacalle, dos hileras de gentes, unas frente a otras, se agarraban de las manos y saltaban y hacían genuflexiones al son de la música. En un momento determinado una de las hileras se agachaba al unísono, mientras los de enfrente hacían el gesto de golpearles sobre la cabeza. De pronto, mi buen amigo el Mariano, un gigante soriano de Casarejos, tierra de leñadores, empezó a gritar alborozado: “¡¡Mirad, el gilipollas de Dragó, ja, ja, ja, ja!!”. Todos reímos por la ocurrencia, pero era verídico. Allí estaba Fernando Sánchez Dragó in person, dando la nota, descalzo, en un hilera de danzantes. En menos que canta un camello, el Mariano, nadie sabe cómo, se hizo con una guitarrita de plástico de juguete, se integró en una hilera, justo enfrente de Fernando Sánchez Dragó, y le cascó un guitarrazo de padre y muy señor mío. Sí, a Fernando Sánchez Dragó. Les dejo contarlo como si les hubiera sucedido a ustedes. Adiós.

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