18/4/23
Esta mañana, acompaño a mi madre (89 años) a una revisión oftalmológica rutinaria en el Hospital Valle Hebrón, con cita previa. En unos 40 minutos le hacen dos pruebas consecutivas, precisas y de calidad, y enseguida la visita de la especialista que analiza los resultados. Pim pam, Rapidez, eficacia y trato cariñoso.
Al entrar en el ascensor para bajar de la planta donde acaban de visitarla, se cierra la puerta demasiado pronto y con demasiada fuerza, mi madre recibe un fuerte golpe en un hombro y cae, impactando con fuerza una rodilla contra el suelo; la incorporamos como podemos, pensando que posiblemente se la haya roto. Inmediatamente, una enfermera que iba en el ascensor sale a buscar una silla de ruedas y un celador. La enfermera se dirige al mostrador de información de la planta, habla un segundo con otra compañera e inmediatamente, alguien que no acierto a ver ordena que lleven a mi madre de inmediato a Urgencias de Traumatología.
El celador nos conduce por los pasillos hasta una especie de parquing interior, donde nos está esperando una ambulancia con chófer. En un plis plas el celador sube a mi madre en la silla de ruedas a la trasera de la ambulancia, la acomoda y asegura, y partimos al momento hacia el edificio de Traumatología, detrás del hospital general.
En Urgencias de Traumatología aguardamos unos minutos a que le hagan el triaje, y una vez hecho, tras una breve espera, nos llevan a un box. Un primer examen, y la llevan en camilla a hacerle una radiografía, de la que regresa en menos de un cuarto de hora. Por suerte no tiene nada roto, solo un fuerte hematoma en la rodilla. La enfermera le pone un vendaje ligero en forma de rodillera. El médico, muy joven, como todo el personal, bromea con mi madre para tranquilizarla. Tras haber visto la radiografía y examinar directamente el estado de la rodilla, nos pide que le esperemos en el pasillo a que vuelva con el informe médico; cinco minutos después regresa con el documento hecho y nos despide amablemente.
Como que la accidentada puede caminar sin problemas, salimos del hospital por nuestros medios. De camino a casa, comentamos la maravilla que es disponer de una sanidad pública eficiente y universal, servida por gente joven y preparada. Y que hay que defenderla con uñas y dientes, pues es lo mejor que tenemos en este país quienes no somos "gente de bien".
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