Miguel Mora 30/05/2023
A modo de réplica al artículo de Sánchez-Cuenca en ‘El País’
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No todo está perdido (a condición de que Podemos entregue ...
Uno de los renuncios más importantes, me parece, lo cometieron a medias Pedro Sánchez (por acción) y Yolanda Díaz (por omisión), cuando dejaron solas a Irene Montero e Ione Belarra en la defensa de la Ley del solo sí es sí, mientras el PSOE se preparaba para votar junto al PP la contrarreforma de la norma. Aquello envió a los electores la señal de que la división en el Gobierno progresista era tan aguda que escondía en realidad dos crisis distintas: la complicidad entre el PSOE y Sumar (visible más tarde en el papel otorgado por Sánchez a Díaz en la pantomima de Tamames) para debilitar a Podemos, dejaba traslucir una fractura entre PSOE y Podemos, por un lado, y entre Sumar y Podemos, por el otro.
Esa concesión de Sánchez al marco punitivista de la extrema derecha –promovido desde medios corruptos como Ok Diario, Telecinco y La Sexta– decepcionó y desmovilizó a muchos electores de izquierdas, y especialmente a las feministas, y trasladó a los votantes progresistas la impresión de estar ante un gobierno ilegítimo y Frankenstein, etiqueta que, como señala Sánchez-Cuenca, la derecha utilizó desde el momento cero de la legislatura.
Pacho certifica, no sin malicia, esa visión de un gobierno dividido en tres al atribuir a “los ministros del PSOE y de Sumar” las leyes más importantes aprobadas por el Gobierno progresista en estos años. La mención a Sumar no es un lapsus, aunque sea algo capciosa, porque Pacho sabe que Sumar lleva apenas nueve meses constituida en plataforma / asociación –que no en partido político–, y las mejoras que cita (reforma de las pensiones, del mercado de trabajo, reforzamiento del Estado de bienestar, ley de eutanasia) forman parte del acuerdo de coalición PSOE-UP y se aprobaron antes del nacimiento del artefacto creado por la vicepresidenta segunda, que a día de hoy no ha dejado de ser (aunque fuera por designación de Pablo Iglesias) coordinadora del espacio y del grupo parlamentario Unidas Podemos.
El artículo sostiene luego que, mientras Sánchez y Díaz arreglaban el país, Unidas Podemos se dedicaba a afilar “su perfil más ideológico, por un lado, centrándose en una parcela pequeña de las políticas públicas (todo lo relativo a la desigualdad de género y nuevos derechos civiles) y, por otro, metiéndose en batallas imposibles que no conectan con la ciudadanía (denuncia obsesiva de los medios y las empresas, frente antifascista, etc.): unos días parece partido de gobierno y otros de oposición” (...)
recurrente discusión del consejo editorial de CTXT. La revista viene denunciando desde su primer número (15/1/15) que el oligopolio de la propiedad de los medios y la corrupción periodística son dos de los problemas más graves que afrontan las democracias poscapitalistas, y en particular la española. A esta batalla que por cierto empezó liderando (si bien brevemente) Pedro Sánchez cuando fue destituido como secretario general del PSOE, se sumó Pablo Iglesias cuando se retiró de la política institucional, y en efecto se ha convertido en una de las principales señas de identidad del último Podemos.
Sánchez-Cuenca seguramente tiene razón en que es una batalla incómoda, ineficaz e impopular (ya lo es de hecho para buena parte del consejo editorial y la Redacción de la revista). Pero creo que, lejos de ser una rémora para la izquierda, es una denuncia cada vez más necesaria. Quienes enfangan el periodismo y la libertad de prensa convirtiendo el espacio público en un vertedero de bulos, mentiras y falsedades a sabiendas tienen la mayor responsabilidad en la ultraderechización de las sociedades, y España es una indiscutible potencia mundial en cloacas mediáticas.
El reparto de millones de euros de publicidad institucional desde las Comunidades Autónomas y los ayuntamientos (que CTXT y otros cuatro medios acaban de denunciar públicamente) es uno de los principales motores que mueven los engranajes de la prensa nacional. Ese riego de dinero del contribuyente es vital para muchos medios en tiempos de descrédito del periodismo y lucha encarnizada por las suscripciones, y creo que es uno de los factores, si no el primero, que ha contribuido al fulminante adelanto electoral decidido por el presidente del Gobierno. Llegar a unas elecciones generales sabiendo que los medios ultras de Madrid, Aragón, Valencia, Andalucía, Murcia, Extremadura y Canarias iban a pasar seis meses cociendo a fuego lento al Ejecutivo era demasiado incluso para Sánchez (...)
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