Aristócratas, empresarios y propietarios de cotos copan el negocio multimillonario de la caza, que se extiende desde los grandes latifundios del sur del país hasta las sabanas africanas.
140.000 euros. Es el precio de un safari de 21 días en Zambia que incluye la posibilidad de cazar leones, leopardos y antílopes. En el ciclo entre 2016 y 2022, la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) refiere que se autorizó la importación de “trofeos” de 3.119 animales. Restos que pueden ser las cabezas, los colmillos, las garras, la piel o el cuerpo completo. En ese periodo, cazadores españoles abatieron al menos 543 hipopótamos, 241 elefantes, 236 leones y 228 cebras. Casi nueve de cada diez españoles se oponen a la caza de trofeos de especies protegidas, según una encuesta de Humane Society Internacional. El 85% se opone a la caza de todos los animales salvajes. El 84% cree que España no debería permitir la importación de animales muertos. En 2015, Francia prohibió la importación de trofeos de león. En 2016, el Parlamento neerlandés vetó la entrada de más de 200 especies. En diciembre de 2022, Alemania dejó de hacer el recuento de trofeos de caza y abandonó su puesto en el el Consejo Internacional de Caza.
Parece que han pasado siglos pero han sido solo décadas. Minas del Horcajo, en Ciudad Real, fue durante el siglo XX un pueblo minero con colegios, teatros y una estación de tren. Hoy es un pueblo vaciado. Unas pocas familias, menos de una decena, siguen viviendo allí. Si en otro tiempo Peñarroya, una compañía dependiente de Río Tinto, marcaba los conflictos y las vidas de los casi 30.000 habitantes que llegaron a vivir en este municipio, hoy el nombre que se escucha en la zona es Villamagna S.A., la administradora que gestiona la finca de La Garganta, el coto de caza más grande de España, con una extensión de 13.000 hectáreas, similar a la de la ciudad de Barcelona.
La Garganta, en el valle de Alcudia, entre Ciudad Real y Córdoba, pertenece a Hugh Grosvenor, nacido en 1991, séptimo duque de Westminster, heredero del 114º hombre más rico del mundo. Villamagna S.A. gestiona el coto. La compañía pertenece a la familia Landaluce, empresarios cinegéticos que poseen a su vez tres cotos que suman más de 10.000 hectáreas. Según el monográfico Los dueños de la caza, publicado por El Mundo en noviembre de 2020, el duque de Westminster, que posee únicamente este coto en España aunque es considerado un “coleccionista de tierras” en Reino Unido, es el número 14 de los propietarios. Los Landaluce ocupan el puesto vigésimo primero.
El domingo 13 de marzo de 1994, “cuatrocientas personas procedentes de toda la provincia, Madrid y Córdoba y pertenecientes a los grupos ecologistas Ceva, Cabañeros, Coda, Aedenat, Godesa, Asociación Ecologista Salesiana y el Taller de Ecología de la Facultad de Biología de Córdoba participaron en el encuentro, junto a los vecinos de la zona”. El encuentro fue documentado por el fotógrafo y militante ecologista Vicente Luchena. Hace casi 30 años, un acuerdo del anterior propietario de La Garganta —el duque de Baviera— con el Ayuntamiento de Almodóvar del Campo delimitó los caminos de la finca y prefiguró lo que aún hoy perdura.
Parece que han pasado siglos, pero la situación sigue siendo la misma. De los trece caminos públicos que atraviesan el coto, solo uno permanece abierto, y en ocasiones ha sido cortado por la importancia de la cacería. Conocida por ser el enclave en el que el anterior jefe de Estado, Juan Carlos de Borbón, conoció a su expareja, Corinna zu Sayn-Wittgenstein, La Garganta es una “finca de ostentación”, según Luchena. Villamagna ha conseguido, con el paso de los años, algunos privilegios como el desvío de una autovía de peaje o que ninguna institución haya protestado por el corte de un viaducto construido durante los tiempos mineros. La pedanía de Minas del Horcajo hoy ha quedado encerrada por un coto que se extiende hasta donde alcanza la vista. Respecto a los años más salvajes durante el mandato del duque de Baviera, del que se refieren episodios como una paliza a excursionistas por parte de guardias de la finca, han cambiado las formas —los Westminster sufragan becas y la gestora organiza meriendas para habitantes de la zona— pero nada de lo sustancial ha variado: un recinto cerrado, con una sola vía de entrada y salida que está deteriorada, y que reúne, de cuando en cuando, a algunas de las mayores fortunas de Europa. “La finca de La Garganta actualmente es poco más que un feudo medieval”, denuncia hoy este activista ecologista.
Los grandes cotos
Cotos como el de La Garganta; el de Piedrabuena, de la familia Botín; el de Retuerta del Bullaque, de Juan Miguel Villar Mir; o el de Azuaga, propiedad de los March; reúnen a los grandes cazadores pero son un negocio en sí mismos. Es un sector que controlan los gestores de la caza, que en España llevan los apellidos Borbón dos Sicilias, Landaluce, Mitjans, Domecq o Urquijo. El poder de la caza se extiende especialmente en las comunidades del sur peninsular y los grandes cotos abundan por las provincias de Toledo, Ciudad Real, Cáceres y Badajoz. Se trata de fincas con precios que llegan a costar hasta 20 millones de euros (...)
Palmer estuvo en España cazando las cuatro variedades del gato montés, en uno de los viajes temáticos organizados en torno a la caza de seres vivos. Entre estos, el programa estrella es el de los “cinco grandes” africanos: el león Panthera leo, el leopardo Panthera pardus, el elefante Loxodonta africana, el búfalo Syncerus caffer, el rinoceronte negro Diceros bicornis y el rinoceronte blanco Ceratotherium simum. Aunque estos safaris están a golpe de clic en internet, el coste total de un safari que contemple este tipo de caza supera los 30.000 euros y llega hasta los 143.000. Un análisis del veterinario británico Mark Jones con datos del Consejo Internacional para la Conservación de la Caza y la Fauna Silvestre y Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) estima que del coste total de los safaris solo un 3% revierte en las comunidades locales (...)
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