22/7/2023
Estimado lector, estimada lectora:
En los últimos días vengo pensando tres cosas: a) la cara dura que tiene el señor Feijóo es insuperable: Al Pacino en Scarface era un novato en comparación; b) a la derecha –la extrema y la mainstream, cada vez más radicalizada– no le importan la verdad ni el juego limpio; le importa solo el poder. Para ellos todo vale; c) la mentira se vende mucho más barata que los melones y las sandías: excepto medios comprometidos con los valores democráticos –pocos– y periodistas valientes –menos aún: gracias Silvia Intxaurrondo– el panorama mediático español es para echarse a llorar o tirarse por la ventana.
¿Recuerdan cuando nos vendieron la moto de que Feijóo era el “moderado” que venía a centrar al PP? Pues eso. El “moderado” que miente cada vez que abre la boca y que amenaza con arrogancia de padrino a quienes le corrigen. El “moderado” que utiliza la técnica de la montaña de mierda o, si prefieren un anglicismo, Gish gallop, sumando falacia a mentira y mentira a falacia como si disparase con una ametralladora para enmerdar un debate electoral y destruir al adversario. El “moderado” que todavía no ha explicado qué carajo hacía en un barco con un narco tomando el solete, y que lo único que contesta es que en aquellos tiempos no existían ni Internet ni Google para informarse sobre quién era Marcial Dorado. El “moderado” que no solo pide que los demás hagan lo que a él no se le ha pasado ni por la cabeza hacer –dejar gobernar a la lista más votada: véase Extremadura o Toledo–, sino que desprecia los fundamentos del funcionamiento de un sistema parlamentario y, para más inri, copia, con veintipico años de retraso, al rey de los demagogos, Silvio Berlusconi, firmando un supuesto contrato de pacotilla en televisión. El “moderado” que, como Trump o Bolsonaro, habla de supuestos fraudes electorales como si pidiese una caña en la barra de un bar. El “moderado” que le tiende una alfombra roja a los ultramontanos de Vox para que ocupen sillones en los gobiernos locales, autonómicos e incluso en el Consejo de Ministros. El “moderado” que repite que defiende a las mujeres y luego compra in toto el programa de un partido misógino y transfóbico, aliado de Orbán, Meloni y Morawiecki. No sé ustedes, pero he llegado a echar en falta incluso a Casado, que por lo menos le dijo a Abascal aquel “hasta aquí hemos llegado” cuando la moción de censura de octubre de 2020.
En resumidas cuentas, estoy cansado de toda esta montaña de mierda que nos echan encima 24 horas al día y 365 días al año. La que esparcen Feijóo, Abascal y los suyos. Y la que esparce todo ese entramado mediático que los apoya, sin contar las redes sociales con ese sinfín de perfiles automatizados ultras (que los algoritmos de esas mismas redes, en vez de frenar, difunden aún más). Estoy cansado de que nos digan que la polarización que existe en nuestras sociedades es culpa de la izquierda que ha puesto sobre la mesa temas “divisivos”, es decir la igualdad de género, la memoria histórica, la lucha contra las desigualdades, los derechos de las minorías. Claro, a los señoros lo que les parece bien es que no se toquen privilegios, de ningún tipo. Si fuese por ellos estaríamos aún en el Antiguo Régimen. Estoy cansado también de que nos digan que, bueno, no es para tanto que la extrema derecha entre en el gobierno. Al final, son una formación constitucionalista y democrática. Sí, y yo soy Lope de Vega y el pasado mes de noviembre cumplí 460 años. Berlusconi y sus televisiones decían lo mismo hace treinta años, cuando el Caimano llevó a la extrema derecha al gobierno. Y miren lo que ha pasado después y cómo está Italia hoy.
También estoy cansado de que nos digan que entrar en el gobierno pondría a los ultras en su sitio, porque demostrarían ser unos incapaces y la gente dejaría de votarles. Para demostrar esta falacia citan a Estados Unidos y Brasil donde los ultras no consiguieron mantenerse en el poder tras haber gobernado una legislatura. Aparte de que Hungría y Polonia nos dicen otra cosa, la cuestión es que Trump y Bolsonaro no perdieron porque sus electores cambiaron de idea, sino porque los electores de izquierda se movilizaron como nunca. Para ser más claros: Trump ganó más de once millones de votos entre 2016 y 2020 y Bolsonaro mejoró en casi medio millón su resultado entre 2018 y 2022. En definitiva, los suyos no se quedaron en casa. Al contrario. La diferencia es que, en comparación con cuatro años antes, unos quince millones más de estadounidenses y unos trece millones más de brasileños hicieron colas en los colegios electorales para votar a Biden y Lula, en vez de quedarse en casa y pensar que los políticos son todos iguales, que la izquierda se ha vendido al capital, que, al final, pase lo que pase la vida sigue igual.
¿Cuál es la conclusión de todo esto? Que si no queremos que esa montaña de mierda se convierta no solo en un insoportable ruido de fondo en nuestras vidas –lamentablemente ya estamos en estas–, sino en el discurso oficial del gobierno, es decir, en una propaganda dura y cruda con todas las consecuencias en cuanto a políticas, medidas y leyes que afectan a nuestro día a día, a nuestros derechos y a nuestras libertades, debemos movilizarnos. Porque ellos están hipermovilizados. Lo hemos visto el 28M. Y porque este domingo nos jugamos mucho. Porque, parafraseando a los Inti Illimani, para la derecha esta vez no se trata de cambiar un presidente (“echar al sanchismo”), se trata de transitar poco a poco hacia una democracia bien diferente. Es decir, una democracia iliberal. Que no es una democracia: es una autocracia electoral donde los derechos brillan por su ausencia. En síntesis, movilicémonos porque depende solo de nosotras.
Desde CTXT hemos intentado siempre aportar nuestro granito de arena para mejorar y reforzar nuestra democracia, dando voz a los sin voz para que esa montaña de mierda no nos cubra por completo. No es fácil, a veces nos equivocamos, es cierto. Pero estamos siempre ahí, al pie del cañón. No hace falta decir que sin todas vosotras y todos vosotros esto no sería posible. Gracias por estar ahí y apoyarnos. Y, no se olviden, vayan a votar este domingo a una de las opciones de izquierdas. Porque depende solo de nosotras. Como siempre.
Steven
Profesor de Historia Contemporánea en la Universitat Autònoma de Barcelona. Miembro del Consejo de Redacción de CTXT, es autor de 'Extrema derecha 2.0.
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