viernes, 11 de agosto de 2023

CTXT. Hugo Blanco: el héroe que era piedra y paloma, de David Roca Basadre

 David Roca Basadre 29/06/2023

Figura mítica del siglo XX y XXI, fue un revolucionario del ecosocialismo en América Latina como solo podemos imaginar. Al irse, deja un legado de coraje y consecuencia que ya trascendió y merece nunca olvidar

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Si aún estuviera luchando por lo mismo que antes –la justicia social y la tierra– dejaría la lucha a los jóvenes. Pero creo que hoy está en juego la sobrevivencia de mi especie, de la humanidad, y ello me obliga a seguir luchando hasta que termine mi vida”.
Hugo Blanco Galdós, entonces ya con 80 años

Figura mítica del siglo XX y los primeros años del siglo XXI, Hugo Blanco fue un revolucionario en América Latina como solo podemos imaginar: Durruti andino, organizador nato, con logros importantes como organizador campesino, su paso por la política formal fue casi como una anécdota más, nunca ocupó un puesto en la dirección de nada, y sin embargo su influencia fue enorme y su presencia genera debates tras su muerte. De trotskista que no lo parecía, pues rompía todos los cuadros, a ecosocialista más indio y puramente arrobado con la naturaleza, al irse deja un legado de coraje y consecuencia que ya trascendió y que merece que nunca olvidemos. Aquí, una breve reseña de su trayectoria.

Tenía ya 89 años el domingo 25 de junio de 2023, cuando dejó de latir su corazón agitado por la solidaridad con el sufrimiento y la lucha de los más despreciados, de los nadies indígenas, aquel mundo que había decidido cargar a cuestas cuando, como dijo Eduardo Galeano, decidió nacer por segunda vez:

“En el Cusco, en 1934, Hugo Blanco nació por primera vez. Llegó a un país, Perú, partido en dos. Él nació en el medio. Era blanco, pero se crió en un pueblo, Huanoquite, donde hablaban quechua sus compañeros de juegos y andanzas, y fue a la escuela en el Cusco, donde los indios no podían caminar por las veredas, reservadas a la gente decente.

Hugo nació por segunda vez cuando tenía diez años de edad. En la escuela recibió noticias de su pueblo, y se enteró de que don Bartolomé Paz había marcado a un peón indio con hierro candente. Este dueño de tierras y gentes había marcado a fuego sus iniciales, BP, en el culo del peón, llamado Francisco Zamata, porque no había cuidado bien las vacas de su propiedad.

No era tan anormal el hecho, pero esa marca marcó a Hugo para siempre. Y con el paso de los años, se fue haciendo indio este hombre que no era, y organizó los sindicatos campesinos y pagó con palos y torturas y cárcel y acoso y exilio su desgracia elegida. En una de sus catorce huelgas de hambre, cuando ya no aguantaba más, el gobierno, conmovido, le envió de regalo un ataúd”.

Pocas figuras tan colmadas de épica y de coraje y de convicciones firmes como Hugo Blanco. Estudiaba para ingeniero agrónomo y trabajaba como obrero en la Argentina, cuando el golpe militar que derrocó a Perón en 1955 lo decidió a abandonar ese país y los estudios, y regresar al Perú. Tras un breve activismo en Lima, entre el que destaca su participación activa en las nutridas manifestaciones contra la visita del vicepresidente Nixon, volvió a su tierra, al Cusco, pero no a la comodidad de su vida familiar, sino a trabajar como peón de hacienda en el Valle de la Convención.

El campesinado logra la reforma agraria

Las tierras entonces eran propiedad de grandes hacendados dueños también de la vida de los indios. El hacendado, también conocido como gamonal, convocaba a campesinos indígenas para que trabajaran sus tierras, a cambio de cederles parcelas para su propia cosecha y uso. A estos se les llamaba arrendire. Los abusos eran innumerables y constantes, la justicia era la del hacendado, la policía y los jueces se le sometían. Cuenta el mismo Hugo Blanco:

“Los hacendados violaban a las mujeres e hijas de los campesinos cuando les daba la gana. El hacendado Márquez de San Lorenzo hacía arrojar al río a los hijos que tenía en las campesinas. En algunas haciendas había calabozos. El hacendado maltrataba físicamente a los campesinos. Alfredo Romainville hizo colgar desnudo, de brazos y piernas, a un campesino para azotarlo. En otra ocasión hizo poner a un campesino de cuatro pies, le hizo cargar 6 arrobas de café y a zurreagazos le hizo caminar alrededor de una explanada (“matucancha”), así, de cuatro pies.

(…) En general los hacendados no aceptaban campesinos que supieran leer y escribir. Cuando Romainville se enteró de que un campesino había contratado una maestra para que enseñara a sus hijos y los de su vecino, abofeteó al campesino y llevó a la maestra como su cocinera. Dalmiro Casafranca hizo asesinar impunemente al dirigente Erasmo Zúñiga.

Ni varios tomos serían suficientes para enumerar los abusos de los hacendados”.

Pero los arrendires empezaron a mostrar su disgusto, y las huelgas comenzaron. Hugo Blanco fue designado como organizador de la autodefensa y las movilizaciones se multiplicaron. El gobierno decidió reprimir y los campesinos decidieron resistir armados. En esos momentos de tensión, supieron que un hacendado de nombre Pillco había disparado a un niño, y fueron a quejarse a la comisaría. Allí se produjo el incidente en el que un policía extrae un arma, pero Blanco le gana y dispara, hiriéndolo gravemente. Luego llamaron a personal de salud, antes de retirarse, pero el policía murió.

En la hacienda Chaupimayo, en 1962, se inició la gran movilización de todas las haciendas de La Convención, que dio inicio a lo que fue una larga huelga general, al grito de “¡Tierra o muerte! ¡Venceremos!”, que en la práctica significaba una reforma agraria que no decía su nombre y que se extendió por toda la región. Hubo enfrentamientos, y la inexperiencia de algunos campesinos originó dos policías fallecidos más. Hugo Blanco decidió autoinculparse de esas dos muertes. La movilización se fortaleció y finalmente aquello significó la primera reforma agraria en el Perú, profunda e inapelable. Preámbulo de la que, en todo el país, seguiría luego a partir de 1968. (...)


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