viernes, 4 de agosto de 2023

El Salto. El abandono de las banlieues: la ‘bomba de relojería’ que le ha estallado a Macron en la cara, de ENRIC BONET

 Enric Bonet   4 JUL 2023

El asesinato del adolescente Nahel por parte de la policía ha desatado en Francia la revuelta de los jóvenes de los barrios populares más importante desde 2005. Una crisis más que previsible tras años de inacción ante la violencia policial.

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En 2018, cuando estalló el movimiento de los chalecos amarillos, muchos comentaristas aseguraron que “nadie vio venir” esa revuelta. Una afirmación un pelín facilona, pero justificable por el carácter novedoso de esa protesta que empezó con la ocupación de rotondas y movilizó a clases populares rurales alejadas del sindicalismo tradicional. La actual oleada de disturbios en las banlieues en Francia representa todo lo contrario: una revuelta que todo el mundo vio venir.

Un evidente sentimiento de déjà vu impera con las protestas desatadas por el asesinato de Nahel M., de 17 años, quien recibió un disparo a quemarropa el pasado martes por un policía, imputado dos días después por “homicidio voluntario”. Antes de matarlo, los agentes lo golpearon dos veces en la cara por el simple hecho de conducir sin carné e intentar escapar a un control policial.  “Dispárale”, le dijo su compañero al agente homicida en unos hechos en los que se observa ensañamiento y cierta premeditación, aunque esto lo determinarán los jueces, a menudo bastante más benignos cuando juzgan a las fuerzas de seguridad que a las personas racializadas.

El espeluznante video del adolescente asesinado —contradijo la versión inicial de las fuerzas de seguridad y seguramente sin esas imágenes el agente hubiera quedado impune— desató una ola de rabia entre los jóvenes de estas localidades y barrios periféricos. Casi todos ellos son franceses, pero con raíces extranjeras que se remontan a segundas, terceras o incluso cuartas generaciones.

El alcalde de izquierdas de Trappes, Ali Rabeh, se refería a lo ocurrido esta semana como una “bomba de relojería que ha estallado”. Podría haber añadido que el presidente Emmanuel Macron y sus predecesores François Hollande y Nicolas Sarkozy cometieron la temeridad de guardar esta “bomba de relojería” en un cajón. Como si así el problema no existiera. Al final, el estallido ha resultado espectacular.

Una revuelta comparable a la de 2005

La intensidad de la violencia urbana no solo ha sido superior a lo vivido en los últimos años en el bullicioso país vecino, sino también a la revuelta de las banlieues de 2005. Por ahora, ha habido más de 5.000 coches incendiados, 250 ataques contra comisarías y cerca de 1.000 edificios incendiados. Grupos de jóvenes también han saqueado numerosos comercios, dando lugar a imágenes parecidas a lo vivido en Inglaterra en 2011 después de la muerte del joven negro Mark Duggan en manos de la policía. Más de 3.200 personas han sido detenidas. Una erupción, probablemente, contraproducente para una causa tan legítima como la denuncia de los abusos policiales, aunque alimentada por décadas de una violencia tan simbólica como física y material.

En las últimas cuatro décadas en Francia, cuando un joven de estos distritos populares moría o resultaba herido de gravedad a causa de la policía, esto solía desembocar en protestas violentas. El ejemplo más conocido de ello fue la revuelta de 2005. Duró tres semanas y empezó tras la muerte de los adolescentes Zyed y Bouna, quienes perdieron la vida electrocutados mientras intentaban escapar de las fuerzas de seguridad. Ese caso no fue juzgado hasta diez años después. Los policías implicados en su muerte quedaron absueltos.

Aunque con disturbios menores que en 2005 o los actuales, estas situaciones se reprodujeron en los últimos años. Por ejemplo, en 2017, con el caso de Théo al que un policía penetró analmente con una porra. En 2020, con los incidentes que hubo en Villeneuve-la-Garenne, después de que un joven perdiera una pierna cuando un agente abrió la puerta de su vehículo para que chocara con su motocicleta. O a finales del mismo año con la brutal detención del productor de música negro Michel Zecler. 

“Esta vez fue Nahel, pero en el futuro podría ser mi hermano”

“Nunca me había manifestado, pero el caso de Nahel ha sido la gota que ha colmado el vaso”, aseguraba a El Salto Louisa Hamzaoui, de 52 años, psicóloga y madre de una hija de 28 años. Era el jueves 29 de junio y ella participaba en la marcha en homenaje al adolescente asesinado. Una multitud compacta avanzó por las calles de Nanterre —fueron 6.200, según el Ministerio del Interior, seguramente unos cuantos miles más en realidad— en una protesta bastante más multitudinaria de lo habitual en este tipo de marches blanches en el país vecino.

(...) “No me parece bien que se dediquen a destrozar comercios, pero entiendo perfectamente que incendien comisarías de policía y delegaciones del Gobierno. Estuvimos protestando durante los últimos seis meses (con la reforma de las pensiones) y nadie nos escuchó”, sostenía Leila, de 17 años, desde una terraza enfrente del Ayuntamiento de Montreuil, la localidad gentrificada en la banlieue este de París. Era el 30 de junio al mediodía, pocas horas después de que ese mismo lugar hubiera sido el escenario de numerosos destrozos y saqueos de tiendas (...)

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