sábado, 19 de agosto de 2023

FRANCIA. Racismo y represión, tras los disturbios en las banlieues francesas

4 JUL 2023        Salvatore Palidda

Sociólogo y politólogo, profesor de Sociología en el Dipartimento di Scienze della Formazione dell'Università degli Studi di Genova hasta 2018.


La policía francesa no protege a la población de las banlieues contra los abusos, la brutalidad y los asesinatos, sino que disfruta de la garantía que le otorga la impunidad concedida por el poder.1

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Durante las grandiosas movilizaciones contra la infame reforma de las pensiones impuesta por el neofascismo de Macron, hubo quien reprochó a los jóvenes de las banlieues que no participaran en las mismas. Es cierto, pero no del todo, que el mundo de los jóvenes de las banlieues no está acostumbrado a confluir en las movilizaciones sindicales, como tampoco en movilizaciones políticas como las de los gilets jaunes (chalecos amarillos) o en las luchas contra la leyes laborales concebidas para incrementar la precariedad, ni en otras protagonizadas por la izquierda antagonista. Hay que señalar que sólo ahora las izquierdas de NUPES han apoyado casi unánimemente las revueltas actuales, pero los sindicatos no se han posicionado respecto a las mismas. En realidad, las banlieues siempre han constituido un mundo aparte, marginado por todos. Recordemos que lo mismo puede decirse de ciertas zonas periféricas de las grandes ciudades italianas como Milán, Roma, etcétera; (véase Pietro Saitta, Violenta speranza. Trap e riproduzione del “panico morale” in Italia, 2023).

Las revueltas de las banlieues se producen regularmente desde 1979 en el barrio de Grappinière, en Vaulx-en-Velin, cerca de Villeurbanne (cerca de Lyon), así como en muchos otros lugares, lo cual recuerda de hecho la histórica violencia policial registrada en Francia. No resulta en absoluto casual que una vez finalizado el periodo de los “treinta años gloriosos” (los años de la reconstrucción y del auge económico de la posguerra), Francia haya pagado el precio de este “progreso”, que ha sido soportado por la inmensa mayoría de los trabajadores y de la población con un coste humano y material inmenso. Decenas eran las áreas urbanas degradadas diseminadas por toda Francia (entre ellas la célebre relatada por Abdelmalek Sayad, en Un Nanterre algérien, terre de bidonville [1995], 2008), así como fueron innumerables los barrios de viviendas sociales que salpicaron las ciudades francesas durante ese periodo, que eran casi siempre ciudades dormitorio inhabitables, lugares de miseria, tachados por los criminólogos de viveros de desviación y delincuencia juveniles (...)

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