miércoles, 16 de agosto de 2023

“Nos llamaban terroristas porque nos atrevimos a encararnos a las fuerzas represivas”, de Ritama Muñoz-Rojas

 Ritama Muñoz-Rojas   25/10/2022

BERNARDO FUSTER / MÚSICO ANTIFRANQUISTA Y EXMIEMBRO DEL FRAP

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Bernardo Fuster, en una imagen antigua. 

Hace pocos meses, Bernardo Fuster (Valencia, 1951) ha vuelto a ponerse los zapatos de Pedro Faura, su alter ego, el cantautor que, en los primeros años 70 y por encargo del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota), recorría Europa dando conciertos para llamar la atención sobre la realidad política y social que se vivía en España. “¿Conociste a Pedro Faura?”, le preguntaron alguna vez a su regreso del exilio y ya recuperada su verdadera identidad. Y él no lo contaba. En aquel tiempo, mediados de los 70, Bernardo Fuster era parte de la compañía teatral Tábano; luego llegaría Suburbano, la famosa banda de rock de la que salieron canciones como La Puerta de Alcalá. En determinados círculos, los de la cultura, Bernardo Fuster era una persona conocida; pero su historia y su compromiso político con una banda considerada como terrorista no los conocía casi nadie, y él tampoco lo contaba. Una vida, la suya, medio secreta para casi todos, como también resultó ser la de su padre, que era alemán y nunca habló con su hijo de su pasado nazi. Por eso resulta tan bonito el nombre del disco que Fuster ha sacado hace unos meses, volviendo a Pedro Faura: Que el tiempo no borre. Un título que tiene mucho que ver con nuestra memoria, la que hay que recuperar, y que es lo que ocupa ahora buena parte de su trabajo. Por ejemplo, sacar a la luz en un documental la desconocida historia de La cámara de la cárcel de Carabanchel, que cuenta cómo se las ingeniaron unos presos del FRAP para introducir una cámara en esa prisión durante los años duros de la represión, y las fotos que hicieron. 

¿Cómo y por qué empieza su compromiso político?

Hay dos líneas que influyeron mucho. Por un lado, la línea que podemos llamar cultural o musical; desde pequeño estuve siempre muy ligado a la música. Y por otro lado, la línea más política. Yo empecé a los 15 o 16 años en el Instituto Sorolla, de Valencia: allí teníamos una especie de grupito medio anarquista que se llamaba Bandera Negra. Aunque era casi como jugar a ser anarquistas, es verdad que poco a poco te vas concienciando. Por el lado musical a mí me gustaba mucho tocar la guitarra, y tuve contacto con Paco Ibáñez porque lo llevamos a cantar a nuestro pueblo; cuando Paco Ibáñez prácticamente no podía cantar en España se nos ocurrió la locura de escribirle a París y preguntarle que si vendría a cantar a nuestro pueblo, un pueblo pequeño de la provincia de Valencia que se llama Ayora; y nos contestó que sí, que venía. El caso es que vino desde París, cantó, y estuvimos hablando con él.

Luego fui evolucionando, porque en aquella época entrabas en la militancia por lo que se llamaba la suerte de los encuentros. Yo tenía un amigo de las Juventudes Comunistas que me dijo que me integrara en su grupo y me convenció enseguida. No me costó nada saltar del anarquismo al comunismo porque no tenía ni idea teórica de ninguna de las dos; vamos, que mi formación intelectual y la de todos en ese momento era muy baja; simplemente éramos tipos que queríamos enfrentarnos a aquello, que nos enterábamos de lo de Ruano [el asesinato de un militante antifranquista bajo custodia policial] y estábamos en contra del régimen.

¿Cuál era la manera de enterarse de lo que pasaba? Me refiero a lo que tenía que ver con la oposición al franquismo; la prensa no informaba sobre eso.

Siempre llegaba alguien que traía información. Escuchábamos la BBC, Radio Pirenaica, Radio Tirana. En el instituto había un cura progre, creo que era del Partido Comunista, que también nos contaba cosas. En las misas de ese cura se cantaban canciones de Paco Ibáñez, Labordeta, Raimon.

¿Cómo fue su incorporación al FRAP?

Estuve un tiempo en las Juventudes Comunistas, pero aquello se me quedaba muy corto. En ese momento se formaron en Valencia una cosa que se llamaba Comités Antiimperialistas, y que luego se integraron en los Comités Pro-FRAP, todavía no existía el FRAP, que se crea un poco después, en París, en casa de Arthur Miller. Entré en el FRAP, y ahí la cosa empezó a gustarme más, porque la acción era mucho más directa, empezamos a enfrentarnos con la policía. La primera acción importante en la que estuve, todavía como aprendiz porque acababa de entrar, fue el derribo de la estatua de José Antonio en Valencia, en el 72, en la época dura de Franco. Mi misión era cruzar unos coches, cada uno tenía la suya, y se derribó la estatua de José Antonio. Aquello tuvo mucha repercusión; era una acción muy osada. Esa vez oí por primera vez disparos de la policía. Y a partir de ahí, me integro del todo en acciones del FRAP: ataques a bancos, participamos en la quema de la SEAT de Valencia cuando en Barcelona la policía mató a tres obreros de CC.OO.; seguíamos una política de autodefensa, porque se trataba de defenderse del terrorismo de la dictadura: así era como nos lo plateábamos, ellos tenían unos cuerpos armados terroristas y teníamos que defendernos. Ese fue mi proceso inicial.

Eso entrañaba un peligro real para todos los que como usted estaban en esa lucha. ¿Cómo se protegían?

Las medidas de seguridad eran muy fuertes, aun así, siempre había grietas por las que la policía se colaba y por eso se producían las detenciones. Visto desde ahora, era fácil infiltrarse. De hecho, yo conocí a un infiltrado que llegó a estar bastante alto en el FRAP. Lo sé porque cuando detuvieron a un compañero, lo vieron en la comisaría con la policía. En las acciones era el más osado, el que se atrevía hacer cosas que nadie se atrevía. ¡Claro, era policía! (...)

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