sábado, 9 de septiembre de 2023

CTXT. Sobre la inmortalidad de Milan Kundera, de Liliana David

 Liliana David 8/08/2023

Con el concepto “imagología”, el autor advirtió acerca de la homogeneización de las ideas y las acciones de los individuos a través de los medios de comunicación y el sistema de producción de la información

A diferencia de otros medios, en CTXT mantenemos todos nuestros artículos en abierto. Nuestra apuesta es recuperar el espíritu de la prensa independiente: ser un servicio público. Si puedes permitirte pagar 4 euros al mes, apoya a CTXT. ¡Suscríbete!


Milan Kundera, durante su entrevista en Televisión Española en 1980. / RTVE


La primera vez que escuché al novelista Milan Kundera hablar en su segundo idioma, el francés, fue durante la única entrevista que ofreció a un medio español, en 1980, cuando apareció en el famoso programa de televisión A fondo, donde quedaría retratado y, en cierta forma, inmortalizado. Para entonces, Kundera llevaba cinco años viviendo en Francia, donde se había exiliado tras despedirse para siempre de su tierra de origen, la antigua Checoslovaquia, país que le había retirado su nacionalidad en 1979, convirtiéndolo desde ese instante en un escritor proscrito. Su país natal, que hizo de él un apátrida, determinó para siempre la situación existencial del novelista, quien con una sabiduría libre y creadora, aunque no exenta de nostalgia, escribió posteriormente la novela La vida está en otra parte, eligiendo ese título como huella del destierro, pero también como reivindicación de cierta rebeldía vital.

La devolución de su nacionalidad en el 2019 y, con ello, de una porción de “su identidad”, fue, sin duda, un gesto político. Pero el intento de reconciliación de su país de origen con el escritor no dejó de ser un gesto inútil. Habiendo pasado ya tantos años desde su obligado exilio, Kundera decidió no hacer ninguna declaración al respecto. ¿Qué podría haber cambiado ya? El daño del destierro ya estaba hecho y lo había orillado, obligándolo a migrar y refugiarse en otro país, donde comenzaría una nueva etapa en su ardua y prolífica labor como escritor. Bajo esa condición vital tan particular que experimentan los exiliados, Kundera escribiría muchas de sus mejores páginas para explorar la cuestión y el trasfondo de la identidad humana. A mi modo de ver, lo hizo de una manera especialmente amplia y profunda en su obra La inmortalidad, publicada en 1990, la cual constituye probablemente su novela más filosófica.

En aquella entrevista que concedió al programa A fondo, Milan Kundera ofreció claves para comprender su obra novelística. Dos cuestiones son las que quedaron en mi memoria tras escucharlo hablar en francés con su singular acento checo, con ese contraste de sonidos tan propio de quienes nada propio poseen, salvo lo liminal. La primera tenía que ver con el fantasma de la identidad que obsesionó al escritor. ¿Qué es la identidad? Esta fue una pregunta cuyas respuestas exploró en el arte de la novela. La segunda, en cambio, tenía relación con la declaración que hizo el propio Kundera al referirse al totalitarismo, al que definió como “algo más que un régimen político”, como un arquetipo psicológico que se instaura en el alma y en el espíritu de las personas que aspiran a que la humanidad viva y exista en una unión absoluta y soñada.

Que la sociedad se realice en semejante anhelo, y que tal realización la lleve a presuponer que comparte una identidad en la que no existen límites entre la vida privada y la pública, le parecían al novelista ilusiones irrisorias. “El totalitarismo no solamente es un infierno –dijo Kundera en aquella entrevista para TVE–, también es un paraíso, y se confunden”. Pero cuando iba probablemente a profundizar en aquella prometedora idea, se le cayó al suelo el micrófono, y luego el entrevistador no volvió a abordar el tema. Fue una pena que aquel pensamiento quedase abortado en el aire, pero, no obstante, bastaron aquellas frases para configurar en mí una especie de tesis que luego me dedicaría a explorar leyendo las novelas del autor checo-francés; un camino que, por cierto, me llevó un día a desarrollar una investigación doctoral sobre las repercusiones filosóficas de su obra; sobre todo, las concernientes al laberinto de la identidad.

No solo porque el pasado 11 de julio Milan Kundera muriera a los 94 años, sino también, y especialmente, porque se trata de uno de los autores que con mayor lucidez e ironía logró intuir la disolución de la vida privada y pública causadas por lo que podríamos llamar la dictadura de las nuevas tecnologías –hoy sostenida por un imperio de idiotas–, es que deseo recordar aquí su legado literario y rendir un personal homenaje a su pensamiento novelesco. Milan Kundera pronto advirtió cómo se comenzaba a expandir la uniformización, la homogeneización de las ideas y las acciones de los individuos a través de los medios de comunicación y el sistema de producción de la información, y cómo con ello iba imperando en la nueva sociedad de masas esa perversa moda de lo que él mismo llamó la “imagología”, esa mezcla de visibilidad e ideología con la que las imágenes se convertían en el fundamento de una cultura degradada, cosificada, que acaba reduciendo el pensamiento, la reflexión y la curiosidad en caos, confusión y ruido (...)


No hay comentarios:

Publicar un comentario