viernes, 24 de noviembre de 2023

CTXT. Israel y la extrema derecha intentan acorralar al Gobierno brasileño. Por Zainer Pimentel

 Zainer Pimentel 14/11/2023

Mientras Lula condena el genocidio en Gaza, la Policía Federal con la estrecha colaboración del Mossad alerta de una supuesta acción terrorista de Hezbollah contra intereses judíos en el país

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Lula da Silva y Mahmoud Abbas, presidentes de Brasil y Palestina, durante su reunión en la Asamblea General de la ONU. Septiembre de 2023. / Instagram (@fepal_brasil)


Hace más de un mes que se vive una catástrofe humanitaria en Gaza provocada por el ataque del Estado colonial de Israel contra la población civil de Palestina. La llamada comunidad internacional ha abandonado a su suerte a más de dos millones de personas, desprotegidas frente a los bombardeos diarios del que se considera el quinto ejército más poderoso del mundo. Desde un primer momento, Estados Unidos y su séquito de subordinados, encabezado por una UE representada por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, decidieron dar carta blanca a Israel para perpetrar su venganza atroz sobre Gaza. Mientras tanto, China y Rusia no acaban de involucrarse directamente en el conflicto y los países árabes, a pesar de las atrocidades cometidas por el gobierno criminal de Israel, apenas hacen proclamas de condena con la boca pequeña. Los gobiernos desoyen los gritos de protesta de millones de personas, desde Washington a Londres, París y Berlín (aunque prohibidas por algunos de estos gobiernos), así como en los países árabes. En suelo español, inquietan las declaraciones medidas del jefe del Gobierno y presidente de turno del Consejo Europeo, Pedro Sánchez, que a estas alturas sólo ha expresado sus “dudas legítimas” sobre si Israel cumple el derecho internacional. Lo cual no resulta tan sorprendente si se recuerda su felicitación al buen trabajo realizado por la policía de Marruecos en el caso de los homicidios de los inmigrantes en Melilla.

En Latinoamérica, los gobiernos de diferentes signos progresistas, aunque de manera desordenada, han ido saliendo al paso ante las terribles violaciones al derecho internacional humanitario en Gaza. Desalentadoras son las palabras del presidente de México, López Obrador, que, pese a las más de 11.000 victimas de los bombardeos israelíes, dijo de manera tajante “no pensar en romper relaciones con Israel”, aunque buscará una solución pacifica al conflicto. Los hechos, sin embargo, han sido denunciados por los presidentes de Colombia (Gustavo Petro), de Brasil (Lula da Silva) e incluso por el portugués António Guterres, secretario general de Naciones Unidas. Hasta el presidente de Chile (Gabriel Boric), voz progresista aunque discordante en materia de política exterior en la zona, decidió llamar a su embajador en Israel a consultas. Bolivia fue un paso más allá y valientemente rompió relaciones diplomáticas con el Estado de Israel, tras un duro comunicado de la ministra de la Presidencia contra el Gobierno de Benjamin Netanyahu.

En el caso brasileño, como ha recordado el canciller Mauro Vieira, la posición oficial invariable de la política exterior es reconocer el Estado de Israel y apoyar la creación de un Estado palestino, pese a los intentos de cambio en esa materia durante el período de gobierno de la extrema derecha. El expresidente (y excapitán del ejército) Jair Bolsonaro no niega su admiración por el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, con quien se enorgullece de compartir formación militar. En efecto, al igual que ahora el actual candidato presidencial extremista de Argentina, Javier Milei, que se dice amigo de Israel y de EEUU y enemigo de Lula, el excapitán brasileño propuso en su momento cambiar la embajada brasileña de Tel Aviv a Jerusalén. 

(...) Desde el inicio de las matanzas en la Franja de Gaza, las tensiones entre el Gobierno brasileño y los grupos proisraelíes apoyados por la extrema derecha del país vienen aumentando. Durante las primeras semanas del conflicto, Brasil presidía de forma itinerante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. La diplomacia de Brasil, buscando una solución pacífica a la crisis, promovió una resolución de cese el fuego, que fue tajantemente vetada por EEUU. Poco después, el presidente Lula da Silva, visiblemente enfadado con la aparición de los cadáveres de miles de niños asesinados por las fuerzas israelíes, calificó la guerra de genocidio. La misma expresión ha utilizado su asesor especial para política exterior, Celso Amorim, en el encuentro convocado por el Gobierno francés en París el 9 de noviembre para recaudar fondos para paliar la crisis humanitaria en Gaza. Amorim pidió la creación urgente de una conferencia internacional de paz.

(...) Mientras tanto, resulta sumamente preocupante la vergonzosa cobardía de las organizaciones de izquierda que, al igual que en España, limitan su participación a lo puramente testimonial. Entre los numerosos participantes en la manifestación en la ciudad de São Paulo el 4 de noviembre, con motivo del día mundial de Solidaridad con el pueblo Palestino, no se veía presencia orgánica ni del gobernante Partido de los Trabajadores (PT) ni de los otros grandes partidos de la izquierda brasileña, salvo los pequeños PSTU y PCO. Ni siquiera los concejales de la ciudad acudieron a la cita, a pesar de que la presidenta del PT, la diputada nacional Gleisi Hoffmann, se ha pronunciado más de una vez contra los ataques criminales de Israel al territorio de la Franja de Gaza.

En este contexto, un extraño acontecimiento acaba de poner en evidencia la larga mano del Gobierno israelí en Brasil. Se trata de una operación (denominada Trapiche) de la Policía Federal brasileña (PF) con la estrecha colaboración del Mossad, ejecutada el 8 de noviembre contra brasileños que supuestamente habían sido “reclutados por Hezbollah” y que estarían planeado un inminente ataque a intereses y organizaciones judías en el país. Según el periódico O Globo, uno de los dos detenidos venía de Líbano (y fue detenido al aterrizar en el aeropuerto con 5.000 dólares) y el otro había estado en Siria. La comunidad libanesa en Brasil es la mayor del mundo, con más de 7 millones de brasileños entre inmigrantes y descendientes. La importancia de la detención llevó al propio Netanyahu a publicar esa operación en su cuenta en la red social X. El ministro de Justicia brasileño, Flávio Dino, todavía no ha dado suficientes explicaciones sobre el papel de los servicios de seguridad israelíes en esa operación. No se sabe si la operación es obra del Mossad en colaboración con la PF, o si las autoridades brasileñas actuaron motu proprio a partir de informaciones facilitadas por los servicios secretos israelíes. Sea como fuere, en la PF y en otros órganos de seguridad del país hay distintos grupos bolsonaristas que actúan al margen del control del gobierno de turno. A espera de que el Ministerio de Justicia aporte más explicaciones sobre la preparación de esa supuesta acción terrorista de Hezbollah en Brasil, en vista de la actuación diplomática del Gobierno brasileño con respecto a las matanzas en Gaza, se mantienen dudas razonables sobre las verdaderas intenciones de los servicios secretos de Israel. Las sospechas aumentan cuando se sabe que fabricar operaciones policiales para intentar influir de manera favorable a ciertos grupos de poder es una práctica corriente del Estado profundo brasileño. Fue así en la famosa operación Lava jato contra el presidente Lula, en que la PF actuaba bajo intereses oscuros. Por ello, a día de hoy la opacidad de la prisión de los supuestos terroristas tiene toda la apariencia de un montaje por parte de la extrema derecha brasileña con el apoyo logístico de los servicios secretos de Israel para crear en la opinión pública la idea de que Hezbollah (que está a más de 10.0000 Km de São Paulo) busca atentar contra judíos en suelo brasileño. En efecto, al día siguiente del inicio de las operaciones policiales, el editorial de O Globo ya sugiere que el Gobierno brasileño debería reevaluar sus relaciones con Irán, dada su proximidad con Hezbollah (...)

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