jueves, 2 de noviembre de 2023

CTXT. La vergüenza que perseguirá a Netanyahu será mucho mayor que la que intentó evitar, de Gidi Weitz

 Gidi Weitz 22/10/2023

El mito de Bibi como “protector de Israel” se ha roto. “Se acabó”, afirma un alto cargo de la coalición gobernante. “El Gobierno no sobrevivirá a esto”

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Benjamin Netanyahu, durante su visita al ejército de tierra israelí, el 14 de octubre. / Presidencia de Israel


“Mi marido es el más fuerte del mundo. Como primer ministro, está defendiendo y protegiendo al país. Nunca han sido tiempos tan buenos para el país. [...] Es un líder admirado en todo el mundo”, dijo la esposa del primer ministro, Sara, en 2018, en el interrogatorio policial en el Caso 4.000, uno de los tres casos de corrupción por los que Netanyahu, que no su esposa, está siendo juzgado actualmente.

“En tres días, estaré con él en la Casa Blanca. Le recibirán como a un rey. Le admiran en todo el mundo, los dirigentes e incluso gran parte de la sociedad. [...] En la calle, en Nueva York, se ponen de pie y le aplauden, y en Australia también. [...] Es simplemente un líder admirado, que hace grandes cosas por el pueblo de Israel. [...] Los medios lo masacran, lo masacran, lo masacran, lo masacran, lo masacran”.

El material de investigación de los tres casos de corrupción por los que Bibi está siendo juzgado no sólo proporciona una clave para entender las sospechas criminales contra el primer ministro. Proporciona una visión de la mentalidad de la familia que controla nuestro destino. En sus mentes, Netanyahu –al igual que el Estado de Israel– es el gran poder que se enfrenta al peligro de exterminio.

“Mi padre se ocupa de las cosas más importantes del mundo, de la supervivencia diaria del pueblo judío”, aseguró Yair, el hijo del primer ministro, en otro interrogatorio policial. Con sus habituales malas formas, también se quejó de la “caza de brujas” que estaba sufriendo su familia por parte de lo que denominó como la versión israelí de la Stasi de Alemania Oriental, casi al estilo de la Gestapo.

“Bibi dice: ‘Si yo caigo, cae el pueblo judío’”, afirmó el magnate de Hollywood Arnon Milchan, cuyos regalos al primer ministro son la base de otro de los tres casos de corrupción, en el que Milchan no está acusado. El primer ministro, según Milchan, está convencido de que está salvando a los judíos de un segundo Holocausto en un momento en el que poderosas fuerzas están trabajando para desalojarlo de su cargo. 

Durante el interrogatorio, el propio acusado expresó su sentimiento de persecución: dijo que los representantes de las élites han emprendido una guerra contra él a pesar de que él solo salvó la economía israelí y detuvo el programa nuclear iraní mediante una serie de decisiones dramáticas que tomó con la oposición de los burócratas del Ministerio de Finanzas y de los mandarines de Defensa. Netanyahu tiene una necesidad obsesiva de apropiarse de cada logro y presentarse como un líder completamente solitario, un Gulliver entre los liliputienses. 

También es el argumento más sólido de la acusación que la opinión pública presentará contra él por su culpabilidad en la imprudencia que condujo al baño de sangre en el sur del país y a la guerra. 

Si Netanyahu hubiera actuado de acuerdo a las medidas de gestión que se impuso a sí mismo en el pasado, se habría enfrentado a la justicia, habría dimitido y se habría ido a casa. En su autobiografía, publicada en inglés con el título Bibi: Mi historia, relata que el principal impulso que le llevó a conseguir la liberación del soldado israelí cautivo, Gilad Shalit, en 2011, a manos de Hamás –con el telón de fondo de las protestas por la justicia social en Israel en aquel momento– fue su comprensión de que necesitaba el apoyo generalizado de la opinión pública antes de dar un paso que podría acabar en guerra. Eso sería un ataque contra las instalaciones nucleares de Irán. En su opinión, un líder sin el apoyo y la confianza de la opinión pública no puede gestionar una guerra.

(...) Sólo un hombre que se atribuye a sí mismo unas dimensiones míticas sería capaz de arrastrar a Israel a cinco elecciones, al caos político, a la desintegración social y a la pérdida de confianza de las masas sociales en el sistema legal, es decir, en el propio Estado, responsable del fin de la capacidad disuasoria de Israel y de una guerra sangrienta. No sólo ignoró las señales de advertencia. Netanyahu estaba convencido de que iba camino de otro asalto victorioso.

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