viernes, 1 de diciembre de 2023

CTXT. Para los palestinos, el día después es siempre peor que el anterior, de Daniel Peral

 Daniel Peral 22/11/2023

Israel arrasa Gaza en medio del silencio internacional. Acabar con Hamás es un objetivo abstracto que costará años, reconoce a puerta cerrada el gobierno israelí

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La gente camina entre los escombros tras un bombardeo en Jan Yunis, en el sur de Gaza, a donde se ha desplazado gran parte de la población del norte. / RTVE



He reescrito el titular varias veces: década tras década, los palestinos pierden más terreno. Y vendrán más guerras y se tendrán que ir de Cisjordania. O, quizá, una cita tremenda, reveladora: “Hamás no creó el conflicto, el conflicto creó a Hamás”. Estamos en un momento excepcional, enfrascados en una batalla brutal, desigual, una respuesta nunca vista con apoyo de la “comunidad internacional”, la destrucción masiva de edificios, y una ciudad como Gaza arrasada. También otras. Más de trece mil muertos, al menos cinco mil niños, como pocas veces se ha visto. Bombardeo de colegios, entrada en hospitales, desplazamiento de más de un millón de personas, como no se ha visto en décadas. Todo, en respuesta al ataque de Hamás del 7 de octubre, pocas veces visto, tras un fallo de la seguridad israelí pocas veces visto, en medio de una presión de la calle israelí pocas veces vista, contra el Gobierno más ultraderechista de la historia de Israel, que desea controlar la justicia. Y todo, para conseguir “erradicar a Hamás de la faz de la tierra”. Es falso, no se puede. Es, aparentemente, desconocer el problema. Pero Israel sabe cuál es el problema, el origen y la naturaleza de la organización.

Normalmente, el día después de un conflicto, o al menos de un alto el fuego, sirve para cerrar heridas. Europa aprendió, tras el final de la Segunda Guerra Mundial, de los errores cometidos tras la Primera. No se humilló a Alemania, no se la convirtió en el país agrícola que quería el secretario del Tesoro de Estados Unidos Henry Morgenthau, sino que se la integró. El diálogo, la cooperación y el comercio, han sido un éxito.

Ahora, estamos ante el fracaso político y moral de la comunidad internacional, en palabras del jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell.

En Oriente Próximo, no hay un día después, un punto y final. Todo se va encadenando de manera dramática. En 1948 fue la Nakba, la catástrofe palestina: se produjo la expulsión de casi un millón de palestinos. Comenzaron a hostigar a Israel. Dos décadas de revueltas y tensión con los países vecinos que llevaron, en 1967, a la ocupación israelí de Gaza y Cisjordania, del este de Jerusalén, del Golán sirio, del Sinaí egipcio, y a más expulsiones. Surgió con fuerza la guerrilla de la OLP. Un conflicto prepara el siguiente, uno encadena al otro.

La primera intifada de 1987 contra la ocupación israelí de los territorios condujo a los acuerdos de Oslo. El fracaso de la falsa paz llevó a la segunda intifada en 2000, a la derrota interna de la administración palestina, de la OLP, y al ascenso de Hamás. Estamos viviendo ahora la cuarta fase. Lo próximo, una quinta etapa ¿será la evacuación total de Gaza y Cisjordania? “Esta guerra solo nos lleva a más conflicto, a más sufrimiento, a la amenaza de que se extienda por la región”, denuncia el ministro de Exteriores jordano, Ayman Safadi. Y no, no va a acabar con Hamás, subraya.

Pero, cuidado, si desaparece la fuerza de Hamás en Gaza puede reforzarse en Cisjordania, donde ya está presente, y mañana, como respuesta a una acción similar a la del 7 de octubre, Israel podría lanzar otra operación de limpieza desde la infinidad de asentamientos judíos, esa espesa trama donde ya vive medio millón de personas. Los que ocupan la zona no son los laicos de Tel Aviv, los que no respetan la festividad del sabbath judío, los que hacen marchas LGTBI, sino fanáticos religiosos radicales que, con la Torah en la mano, creen que Dios les dio Judea y Samaria. El Gobierno de Netayahu, cediendo a la presión de los colonos, ha creado una nueva agencia, dentro del Ministerio de Defensa, que controla más de la mitad de Cisjordania, para legalizar los asentamientos “ilegales”, crear nuevos, y doblar la población ocupante en unos años. Es decir, que Israel, que ocupa el territorio palestino en contra de una larga serie de resoluciones de Naciones Unidas, “242, 338, y otras muchas”, me dijo Arafat varias veces, pretende quedarse. Forever.

El pueblo palestino, que nada tuvo que ver con el Holocausto, un asunto europeo que Israel esgrime todos los días como razón de ser, ha tenido mala fortuna. He estado en alguna que otra cumbre árabe de apoyo a la causa palestina, y han sido inútiles. Los vecinos árabes, los más pobres y los más ricos, son muy malos, y no lo digo solo en el terreno militar, porque Siria, Jordania o Egipto hayan perdido todas las guerras, sino en el diplomático.

(...) Fueron naciendo los distintos grupos, la Al Fatah de Arafat, Abú Ammar como le llamaban sus seguidores. El nacionalista panárabe y marxista Frente Popular, del médico cristiano George Habash, expulsado de al-Lydd, llamada hoy Lod. El también marxista Frente Democrático, de Nayef Hawatmeh, también cristiano-ortodoxo, nacido en Jordania. El muy radical prosirio Frente Popular, comando-general de Ahmed Jibril. Los vi a todos, hablé con todos ellos, en la cumbre árabe de Argel de 1983, tras la expulsión de Arafat de Líbano. La pregunta era ¿qué hacer? Y no se hizo nada.

El que no estaba era el oscuro grupúsculo de Al Fatah comando revolucionario de Abú Nidal, un expulsado de Jaffa donde su familia, la más rica de Palestina, tenía cientos de hectáreas de naranjos. Radical y enfrentado con la OLP, se decía en la época que cometía a veces las operaciones más extremas y temerarias, tanto que parecían atentados de falsa bandera. En junio de 1982, un comando de Abú Nidal disparó en Londres a Shlomo Argov, embajador israelí en Gran Bretaña. Argov sobrevivió, pero quedó discapacitado.​ La OLP negó la responsabilidad en el atentado. Ariel Sharon, entonces ministro de Defensa de Israel, respondió tres días después con la invasión del Líbano. ​Yasser Arafat dijo que Israel quería atacar a la OLP en el Líbano, que buscaba una excusa y que Abú Nidal trabajaba para los israelíes.

En aquella ocupación que supuso una reorganización de fuerzas en el Líbano, el despertar de la minoría chií, el surgimiento de Hezbolá como guerrilla apoyada por Irán, hubo muchas tragedias, como la masacre de Sabra y Chatila, en septiembre de 1982, que conmocionó al mundo, también entonces. Como ahora. La Falange libanesa, cristiano-maronita, seguidores de San Marón, mató a miles de palestinos en esos campos de refugiados palestinos, al sur de Beirut, como represalia por el asesinato del presidente electo del Líbano, el cristiano Bashir Gemayel. Era una respuesta a otra matanza, que generaba otra represalia, que daba pie a otra matanza (...)


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