martes, 26 de diciembre de 2023

CTXT. Toda raza es bendita, todo pueblo es elegido, de Laura Restrepo / Pedro Saboulard

MUY INTERESANTE: PAQUITA 

Laura Restrepo / Pedro Saboulard 12/12/2023

Dejar la Franja inhabitable y libre de población árabe, lejos de ser un accidente, es un prototipo de acción política. Este irrespeto por la vida normaliza la deshumanización. Es un paso hacia la discriminación biopolítica a gran escala

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Gaza, Israel, exterminio. / Pedripol 


La Gaza Global

Derechos humanos o salvajismo, vida o genocidio. Esa es la disyuntiva que se juega en Gaza. El desenlace, para uno u otro lado, marcará al mundo en las décadas venideras. El martirio del pueblo palestino es el preámbulo de una tragedia global. Revela cómo las potencias fácticas enfrentarán las dos crisis existenciales de nuestra era: la decadencia de la hegemonía occidental, y las repercusiones humanitarias del cambio climático. Hoy, Gaza es el mundo de mañana.

Israel, Estado invasor y colonialista, está exterminando al pueblo palestino, colonizado y ocupado, despojado, desterrado, sometido al hambre y a la sed, en situación crítica de salud y sujeto a castigo colectivo. Aterradora ventana al futuro. Así, con la misma brutalidad, podrían tratar los poderosos a los desplazados climáticos y a las víctimas de las pestes, el hambre y las guerras. Si guardamos silencio ahora que vienen por los palestinos, ‘cuando vengan por nosotros no quedará quien proteste’ (Brecht). Netanyahu y sus cómplices occidentales han abierto las puertas de la deshumanización.

Con la deshumanización vendrá la desolación. Con la crisis climática no habrá santuario, puerta a la cual golpear, rincón donde podamos escondernos. El calentamiento global pone en riesgo el agua potable, trastornando ciclos de lluvias y ríos, mientras el deshielo acelerado de los polos alza los niveles del mar. Lenta e inexorablemente se estrechan las zonas habitables del planeta. Se inundarán ciudades costeras y se perderán cosechas. La incapacidad de la comunidad internacional para llegar a acuerdos de descarbonización, reducción de consumo y cumplimiento de los compromisos de transición a energías renovables, empujan al planeta hacia un destino errante. Será inmensa la marejada migratoria de refugiados climáticos que no tendrán a dónde ir, ni a dónde regresar. Lo que hoy son cientos de miles, en cuestión de décadas serán millones, y miles de millones.

¿Serán privadas de sus derechos estas víctimas con el mismo trato que hoy reciben los desterrados de la guerra en Palestina? ¿Será la solución global levantar más alambradas con cuchillas para que ‘los otros’ mueran del otro lado? Ya en 1948, en el origen de la nación sionista, Israel les impuso el destierro a 700.000 palestinos durante la primera Nakba (en castellano, catástrofe), obligándolos a abandonar sus hogares ancestrales para acorralarlos en una estrecha franja, densamente poblada, una cárcel al aire libre que hoy conocemos como Gaza. Sobre los sobrevivientes y los descendientes de esos damnificados recae una segunda Nakba, la actual limpieza étnica.

Los líderes políticos y militares de Israel han revelado su propósito ulterior y su solución final: “Vamos a imponer un cerco total a la ciudad de Gaza, no habrá electricidad, ni comida, ni agua, ni combustible. Todo quedará cerrado. Estamos peleando contra animales-humanos y estamos actuando de acuerdo a esto” (Yoav Gallant, ministro de Defensa). Dejar a la Franja inhabitable y libre de población árabe, lejos de ser un accidente, es un prototipo de acción política. Este irrespeto por la vida normaliza la deshumanización. Es un paso hacia la discriminación biopolítica a gran escala.

El presidente de Colombia, Gustavo Petro, ha dicho: “Por eso, las fuertes políticas antiinmigración, los campos de concentración para inmigrantes, los miles de náufragos muertos, por eso el tapón del Darién, por eso los bloqueos económicos a los países rebeldes. La vida de la humanidad, y sobre todo de los pueblos del sur, depende de la manera cómo la humanidad escoja el camino para superar la crisis climática producida por la riqueza del norte. Gaza es solo el primer experimento para considerarnos a todos y todas desechables”.

Motivos detrás del motivo

La segunda crisis existencial global que pesa sobre el pueblo palestino es la decadencia de la hegemonía occidental. El dominio imperial norteamericano está marcado por el notorio fracaso de sus tres ofensivas internacionales, la guerra contra la droga, que acaba con todo menos con la droga, la guerra contra el terror, que por donde pasa, arrasa, sembrando más terror, y la pugna por el control de los depósitos naturales y las vías de distribución de combustibles fósiles. El resultado de estas tres estrategias ha sido la retirada con el rabo entre las piernas de las tropas norteamericanas de Irak y Afganistán, y el previsible fin del apoyo militar a Ucrania.

Dicen en inglés que para comprender un enredo, sirve la máxima ‘follow the money’, síguele la pista al dinero. Hay gas en la costa de Gaza, el ominosamente llamado yacimiento del Leviatán. Esto es un hecho. Israel y sus socios occidentales quieren apropiárselo todo, ya lo han firmado. Pero quieren, además, abrir una ruta comercial alternativa de alcance global que compita con la ancestral ruta de la seda de los chinos.

La nueva ruta soñada evitaría el paso por el canal de Suez, controlado por Egipto, y para ello abrirían la megaconstrucción de su propio canal, el proyecto Ben Gurion, que uniría el golfo de Aqaba con el Mediterráneo. Tras la destrucción del gran puerto libanés, el de Beirut, la nueva ruta sería un acceso marítimo privilegiado: cuando se acabe el limitado fracking norteamericano, por aquí transitaría el gas de la India hacia Europa. Pero, ¡oh, problema!, esa nueva ruta tendría que atravesar territorio palestino... para lo cual los habitantes palestinos resultan inconvenientes. 

(...) Denuncia Harry Davis, en The Guardian, que los objetivos de los bombardeos en Gaza son seleccionados por una inteligencia artificial llamada Habsora, en castellano ‘Evangelio’. Deus ex Machina, Dios matando con la máquina, o la máquina es dios cuando mata.

El ejército israelí se precia de su moralidad y de sus proezas tecnológicas, pero lo que hace en realidad es esconder la responsabilidad de sus actos detrás de la amoralidad automática. En su momento, los jefes nazis de Alemania ocultaban su decisión de exterminar a los judíos, delegando la ejecución de las órdenes en subalternos, que eran burócratas, como Adolf Eichmann. Observando el juicio a Eichmann, Hannah Arendt concibió su teoría de la banalidad del mal (...)


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