jueves, 21 de diciembre de 2023

El Salto. ANÁLISIS ¿Qué hay detrás de la extracción de rentas?, de Juan Laborda

 Juan Laborda   11 NOV 2023

La escasez artificial de bienes esenciales y dinero creadas por el sistema actual es ineficiente y depredador

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El actual sistema de gobernanza imperante en las democracias occidentales está completamente agotado. Bajo la promesa de libertad solo ha generado un aumento descomunal de la desigualdad, a través de una extracción continuada de rentas, tanto al factor trabajo como al capital productivo. Dicha vorágine extractivista se instrumentaliza a través de la monetización de toda actividad humana, devorando incluso todo aquello que se encuentra recogido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Hoy todo se deja al libre albedrío del mercado –vivienda, alimentos, energía, luz, agua, pensiones, …- vía ese dulce y venenoso elixir que va inoculando la financiarización. Las consecuencias ya las conocemos: desigualdad, ineficiencia, cambio climático, auge de los fascismos…

Para ello sin duda se han creado dos escaseces ficticias. La primera, la escasez artificial de bienes esenciales. Bajo el actual sistema de gobernanza neoliberal, determinados bienes esenciales (vivienda, atención médica, transporte, alimentos, etc.) se convierten en mercancías y el acceso se regula a través de precios de mercado que a menudo son muy altos. La escasez artificial de bienes esenciales crea dependencias de crecimiento: si las mejoras en la productividad (o recesiones) conducen al desempleo, las personas sufren la pérdida de acceso a bienes esenciales y se necesita crecimiento para crear nuevos empleos y resolver la crisis social. Esta dinámica explica por qué, a pesar de los altos niveles de producción y uso de recursos en el capitalismo, muchas necesidades básicas siguen sin satisfacerse, incluso en países de altos ingresos. El capitalismo, bajo el actual sistema de gobernanza, es profundamente ineficiente y depredador.

Un enfoque alternativo debe abogar por la creación de servicios públicos universales y democráticos que ponga fin de manera permanente a la escasez artificial de satisfactores de necesidades clave. A la vez se debe incorporar una garantía de empleo público tendente a eliminar el desempleo involuntario y movilizar la mano de obra que permita lograr objetivos social y ecológicamente necesarios. Este enfoque garantiza un acceso seguro a medios de vida y bienes esenciales independientemente de las fluctuaciones en la producción agregada, desvinculando así el bienestar humano del crecimiento y haciendo posible reducir de manera justa y estable formas de producción destructivas y menos necesarias.

La segunda escasez ficticia, presente en el subconsciente de la mayoría de los economistas, es la falsa escasez de dinero. Tras la ruptura de Bretton Woods en 1971, la mayoría de gobiernos empezaron a emitir sus monedas mediante decretos legislativos bajo un tipo de cambio flotante. Un tipo de cambio flexible liberaba a la política monetaria de tener que defender una paridad fija. Por lo tanto, las políticas fiscal y monetaria se podían concentrar en garantizar que el gasto doméstico fuera el suficiente para mantener altos niveles de empleo.

Los gobiernos que emiten sus propias monedas ya no tienen que financiar su gasto, ya que los gobiernos emisores de moneda nunca pueden quedarse sin dinero. El culto a la austeridad se derivaba de la lógica del patrón oro y no era aplicable a los sistemas monetarios “fiat” modernos. Cualquier país que emita deuda sólo en su propia moneda y tenga un tipo de cambio flotante es monetariamente soberano y jamás se puede quedar sin dinero. Sin embargo, bajo el capitalismo neoliberal, la continua apropiación y mercantilización de los sistemas de provisión social se ha extendido a la institución del dinero (...)

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