viernes, 15 de diciembre de 2023

El Salto. Escuela de infiltrados. Curso 2022-2023, de Pablo Elorduy

 Pablo Elorduy   3 DIC 2023

Los últimos casos de agentes encubiertos destapados por La Directa y El Salto muestran el despliegue de una nueva generación de policías. La legislación española no permite la investigación prospectiva, que parece la única que estaban llevado a cabo estos topos.

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Imagen creada por inteligencia artificial. BYRON MAHER SANCHO SOMALO


La frase ya la he escuchado antes, este mismo verano: “Éramos unos críos”. La repiten, en momentos distintos, A. y Jorge, dos militantes que han descubierto que Sergio, su compañero de militancia durante más de seis años, era un agente de policía encubierto en los movimientos sociales de su distrito. Eran unos críos cuando Sergio llegó. Un chico que vino a Madrid desde Galicia, que no conocía a nadie. A base de curro se ganó la confianza del grupo. Participó en el Banco de Alimentos, salió en un reportaje como portavoz hablando del apoyo a la gente que peor lo estaba pasando en el barrio, ayudó en las ñapas, puso un poco de sentido común en las asambleas, hablando como la voz de la calle desde una falta de experiencia y conocimiento político que, a veces, entre tanta abstracción, se apreciaba. En el Moratalaz de mitad de la década pasada, Sergio era un tío tranquilo, sensato, que se reía de la broma cuando le llamaban infiltrado, porque todos pensaban que era una broma. Todos menos él.

Seis agentes jóvenes como Sergio, como Dani, como Mavi, como Marc o como María han sido descubiertos en el último año y medio por dos medios de comunicación, La Directa y El Salto. Sus perfiles son parecidos. Salidos de la Escuela Nacional de Policía de Ávila, introducidos en los movimientos inmediatamente después de su jura como policías de escala básica. Trabajando para la Comisaría General de Información. Comenzaron por espacios de socialización básicos: gimnasios populares, jornadas de puertas abiertas, momentos y espacios políticos donde caben casi todas las ideologías. Momentos de aluvión, de desborde. Gente joven, sin experiencia militante, que empieza a involucrarse en política, como otros tantos. No es la primera vez. 

El topo Luis fue descubierto en 2012 por los movimientos sociales sevillanos. El perfil coincide en algunos puntos. Pastora Filigrana, abogada y militante, recuerda que su entrada se produjo en un momento de auge del movimiento. Es la explosión del movimiento 15M y de la posterior descentralización que se produjo hacia los barrios. Luis encuentra su sitio en un pequeño grupo de tendencia libertaria y se involucra en los piquetes de la huelga general del 29 de marzo de ese año. Ese día, Luis participa en el intento de corte de una carretera, acción que interrumpe la policía. “En ese momento pensamos que era muy difícil que esa acción se desmantelara si no tenían a alguien dentro”, explica Filigrana. Comienza un trabajo de investigación a la vieja usanza. Seguimiento 24 horas y conversaciones confidenciales: aparecen personas que conocían a Luis en su vida anterior. Un día se le confronta. Luis se refugia en un bar y, cuando sale, unos policías le están esperando para llevar a cabo una oportuna detención. Todos saben lo que está pasando, el agente encubierto es “extraído”, como se dice en la jerga policial. No se le vuelve a ver.

(...) Agentes provocadoras

Nada viene de la nada. La actividad de los topos se remonta en el tiempo, es tan vieja como la idea de la policía política. Comenzó por los anarquistas, en los agitados años 20, hace un siglo. El padre de esa escuela policial-paranoica es Eduardo Comín Colomer, que fue director de la Escuela General de Policía, un personaje “obsesionado con el anarquismo, con el terrorismo, con la masonería”, explica el escritor Servando Rocha, uno de los editores de la revista Agente Provocador, que toma su título de un tipo de policías encubiertos, los que se dedican a reventar manifestaciones y protestas, tirando contra los suyos, liándola parda. Discípulo de Comín Colomer, Mauricio Carlavilla es uno de esos arquitectos del terror que pusieron en marcha la maquinaria de persecución de la disidencia. Carlavilla llegó a dirigir una Brigada Especial​ de la Dirección General de Seguridad encargada de espiar a los judíos en España. 

(...) Los casos destapados entre 2022 y 2023 señalan una dinámica estable, continua, que ha sobrevivido a los cambios en el Gobierno, en la propia academia de Ávila y en la Comisaría General de Información, la brigada donde se recopilan los datos, los informes y los detalles de estas prácticas. Es el servicio secreto de la policía, independiente del Centro Nacional de Inteligencia y que, al contrario que este, no tiene asignado un juez de enlace. El Salto envió el pasado 14 de septiembre un extenso cuestionario al ministerio que dirige Fernando Grande-Marlaska sobre una práctica que es susceptible de vulnerar derechos fundamentales recogidos en la Constitución española, entre ellos el derecho a la libertad y a la seguridad (artículo 17), a la libertad y a la seguridad (18.1) y el derecho de asociación (art 22). En respuesta, Interior refiere que estas actuaciones policiales se dan en cumplimiento de otro derecho, por el que vela el artículo 104 de la Constitución: “Proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades y garantizar la seguridad ciudadana”. ( ..)


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