lunes, 29 de enero de 2024

El Salto. Una fotografía que pesa, de Manuel Nogueras

 Manuel Nogueras   13 ENE 2024

Una reflexión acerca de la representación, de la organización, de sus límites y de las consecuencias finales de determinadas estrategias tras la polémica votación de los últimos tres decretos.

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Podemos tiene todo el derecho del mundo a proponer y oponer en el Congreso con la intensidad que estime oportuna. Es una opción legítima y son dueños de manejar su estrategia como les venga en gana. Por otra parte, tampoco deberían ―ni debemos― olvidar que sus actuales escaños fueron conseguidos concurriendo bajo otra sigla. Hablar de la magnitud exacta de su aportación al resultado electoral de la misma no deja de ser, ahora, un banal ejercicio de ciencia ficción donde todo el mundo se atrincherará, por tanto, en sus deseos, mitologías y profecías autocumplidas.

II      

Podemos se reivindica políticamente, también, con sus decisiones, y eso es perfectamente aceptable. La necesidad de generar atención y espacio es connatural a la dinámica de la representación y quien quiera creer otra cosa puede hacerlo, pero creo que se equivoca. Evidentemente, no es lo mismo acaparar titulares y cabeceras por tumbar un decreto que conseguir modificarlo en fase de tramitación. Cuando, en el entretanto del combate y en torno al mismo hay en juego cosas de comer, la gente lo notamos y todo comienza a crujir. Con el desempleo, pocas bromas. En Extremadura así lo vemos.

III
Si al final el objetivo pasa a ser, fundamentalmente, la reivindicación de la diferencia y de la propia utilidad como proyecto político, el foco inevitablemente pasa a situarse en la autorreferencia. Darse una vuelta por X/Twitter es esclarecedor en ese sentido. La pelea en, por y desde la identidad sale muy barata, porque solo respondes ante tu tribu y, encima, algunos días hasta ganas. Las contradicciones y líneas de tensión, también los dolores y las oportunidades de transformación, siguen estando, mientras tanto, en un afuera cada vez más difuso. Luego llegan las elecciones y pasa lo que pasa.


IV
Hay modelos organizativos donde los focos y las cámaras lo son todo, donde las consignas operan eficazmente en el disciplinamiento de las opiniones y donde, por tanto, la relación entre bases y dirección pasa, inexcusablemente y sin intermediaciones, por el plebiscito. Construir esa naturaleza de artefacto político es, de nuevo, totalmente lícito. Pensar que puede llegar a conseguir mejoras para el conjunto del pueblo y las clases subalternas, también. Intentar presentarlo como paradigma democrático, no. Eso es un engaño.

V
Incluso el más inteligente de los tacticismos electorales necesita, para sostenerse después en las instituciones, de un tejido social sano que atienda las condiciones básicas de existencia, que genere fraternidad, cultura y debate, que sea finalmente percibido como útil y, por tanto, respalde y defienda cualquier posible logro obtenido. Hasta la fecha, y en ese sentido, percibo cada vez con más nitidez enanos con pies de barro.

VI
Es difícil ponerte muy estupendo cuando has estado cuatro años al lado de Grande Marlaska en el Consejo de Ministros o ha sucedido que tú gobernabas ―tú― mientras se votaba afirmativamente un incremento histórico del gasto militar, el Sahara pasaba al olvido, acontecía la matanza de Melilla o, como metáfora final y sin querer alargar la lista, se paseaba la tanqueta por la calles de Cádiz en la huelga del metal. Un vicepresidente con coleta dijo que gobernar era cabalgar contradicciones. Yo añado que acarrea entender ―y explicar― que también implica muchos trágalas.

Coda:
Nada de lo que está pasando estos días hubiera sucedido si Irene Montero hubiera sido ministra, y eso lo saben Agamenón y su porquero (...)


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