martes, 12 de marzo de 2024

“La responsabilidad del Gobierno de Aznar en el 11-M todavía no ha sido clarificada” Por Gorka Castillo

Gorka Castillo 6/03/2024

 VÍCTOR SAMPEDRO / AUTOR DE ‘VOCES DEL 11-M. VÍCTIMAS DE LA MENTIRA’

https://ctxt.es/es/20240301/Politica/45820/victor-sampedro-voces-del-11M-mentira-jose-maria-aznar-victimas.htm

Se ha escrito mucho del 11 de marzo de 2004. Del atentado y de sus irreparables daños. Incluso se ha medido el tamaño de las medias verdades y de los bulos construidos por el Gobierno de Aznar para culpar a ETA de la matanza. Pero el horror no acaba en este recuerdo infausto. Sube un peldaño más cuando se escucha a las víctimas y algunos protagonistas narrar el alto precio que pagaron por destapar el ojo tuerto de aquella mentira. Gente como Pilar Manjón, el comisario de Vallecas Rodolfo Ruiz, el periodista Gumersindo Lafuente o Aitziber Berrueta, cuyo padre fue asesinado en Pamplona por un policía inflamado de odio e impunidad. Testimonios estremecedores todos ellos y alguno más, repletos de vida y de certezas, que el catedrático de Comunicación Política Víctor Sampedro (Viveiro, 1966) ha reunido en el libro Voces del 11-M. Víctimas de la mentira (Ed. Planeta, 2024). Sampedro, autor de una docena de ensayos e investigaciones académicas sobre los trágalas del poder con la prensa, recurre a la polifonía íntegra de unas voces que terminan dibujando un relato del antes y después de la matanza realmente inquietante. “La responsabilidad de Aznar en el 11-M todavía no ha sido clarificada”, sentencia el autor.

Su libro es una crítica coral a la gestión del 11 de marzo narrada en primera persona por ocho protagonistas con experiencias diversas en aquel atentado. ¿Por qué los eligió?

Porque todas ellas pagaron el altísimo precio de mantener la verdad en medio de aquel ambiente de bulos e insidias creados desde altas esferas del poder. Son personas que no fueron protegidas ni durante ni después de los atentados. Víctimas, algunas de ellas directas, que han sido revictimizadas sin pudor durante años o a las que se les impidió proseguir con sus carreras profesionales por ejercer su trabajo con la máxima honestidad.

Por contradecir con pruebas la mentira difundida por el Gobierno de Aznar de que el autor de aquella masacre era ETA.

Y por no ocultar los errores que cometieron en la prevención de ese atentado tras la amenaza explícita realizada por Al Qaeda a España en octubre de 2003 por participar en la invasión ilegítima e ilegal de Irak. Eulogio Paz, cuyo hijo Daniel Paz Manjón murió en el atentado, recuerda en el libro un análisis realizado por FAES meses antes del 11-M donde se advertía de las graves consecuencias que podía acarrear la presencia española en la guerra. Este país ya conocía el yihadismo por la Operación Dátil de 2001 y la amenaza que, a partir de ese momento, suponía tener células durmientes dentro del territorio. Pero el detonante indiscutible del atentado en Madrid fue la invasión de Irak. Así lo reconocen todos los informes y alarmas realizados previamente por los servicios de inteligencia. No hubo ninguna intención electoral en aquella masacre porque en octubre de 2003 ni siquiera se habían convocado los comicios y un atentado de aquella magnitud no se organiza en dos meses. Por lo tanto, aquí se derrumba el argumento de la intencionalidad electoral, tal y cómo sostuvo el PP para deslegitimar el triunfo de Zapatero. Aznar mintió sobre la existencia de armas de destrucción masiva en Irak y mintió a la ONU para que condenara a ETA por un atentado que nunca cometió. Y la mentira explica la enorme distorsión de la realidad que sigue ejerciendo el PP en la política española.

¿Con qué fin?

Para deslegitimar cualquier gobierno salido de las urnas que no sea el suyo y para cuestionar a la socialdemocracia como actor democrático. El ejemplo palmario es las más de 400 preguntas que presentaron en el Congreso durante la primera legislatura de Zapatero sobre este tema. Fue un intento de bloqueo de la actividad parlamentaria, de paralizar el debate sobre el atentado, porque todas las preguntas hacían referencia a una serie de responsabilidades que concernían al Gobierno de Aznar y no a un ejecutivo que asume sus competencias en el mes de abril. Y esta estrategia de deslegitimación la han mantenido en el tiempo, incluso la han reforzado, con sus denuncias sobre los pactos que el Gobierno de coalición ha alcanzado con los partidos independentistas catalán y vasco. Siguen utilizando a ETA por sus réditos electorales, que son muchos y muy palpables, cuando hace más de diez años que no existe, y tergiversan la memoria inmediata para criminalizar al enemigo. Esto, obviamente, polariza a la sociedad, algo que les permite extralimitarse tanto en su retórica como en sus propuestas políticas y les exime de dar explicaciones.

 ¿Cree que no se depuraron las suficientes responsabilidades del 11-M?

En términos de cultura política, las responsabilidades de aquel atentado nunca fueron dilucidadas porque no ha interesado a ninguno de los dos principales partidos, pero sobre todo a los cuerpos de seguridad corrompidos, a las cloacas, a esos mandos policiales incompetentes que no cumplieron con sus funciones porque ni siquiera compartían información entre ellos. Toda esta cadena de negligencias se completó con el error fatal de no vigilar a unos confidentes que eran agentes dobles ni la entrega de los explosivos a una mafia de la droga que se les escurrió entre los dedos. Y frente a ellos, hubo responsables de seguridad que, tras acudir a los lugares de las matanzas, recabaron pruebas e indicios y no albergaron dudas sobre quién estaba detrás y así se lo hicieron saber a sus superiores. En el libro están los testimonios de policías honestos que no recibieron ningún tipo de apoyo ni por parte del PP ni tampoco del PSOE posteriormente. Es más, a uno de ellos, a Juan Jesús Sánchez Manzano, comisario jefe de los Tedax que desactivaron explosivos, le pidieron que asumiera unos errores que no cometió. Y no lo admite por coherencia personal, por respeto a sus propios compañeros y al cuerpo que representa. Por ello, fue desacreditado con acusaciones de esconder la presencia de ETA en los atentados y terminó su carrera profesional en la comisaría de Móstoles. A Rodolfo Ruiz, el comisario de Vallecas que custodió una bomba que no estalló, le acusaron de manipularla y de perseguir a miembros del PP. Le negaron una medalla que habría sido un mínimo consuelo para alguien que perdió a su primera mujer por un suicidio inducido por el abandono, el acoso y las falsedades a las que tuvieron que hacer frente. Estos profesionales defendieron con honestidad que la magnitud operativa de aquel atentado, la sofisticación logística con el que fue perpetrado, el material empleado y el perfil de las víctimas no encajaba en absoluto con ETA, sino que era obra de Al Qaeda (...)

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