miércoles, 25 de septiembre de 2024

CTXT. Isla Ardilla, de Gerardo Tecé

 Gerardo Tecé 27/08/2024

Los seguidores de Alvise, que de corazón odian la política y a los políticos, pueden llegar a pensar que el político les ha estafado si esas filtraciones que prometió hacer públicas no llegan



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Una de las novelas más apasionantes que he leído este verano bajo la sombrilla ha sido el grupo de Telegram de Alvise. La recomiendo sin dudarlo. Imaginen la trastienda de El Club de la Lucha. Imaginen las escenas descartadas de la peli de David Fincher en las que, antes de liarse a hostias, el grupo de tíos enfurecidos con el mundo se citan en la barra de un bar y calientan el ambiente mediante una terapia intensiva de insultos y amenazas contra todo lo que se menea. No importa si ese algo se menea de verdad o si no se mueve porque no existe. Eso, a la española y entendido como forma de vida, es la esencia pura del movimiento político llamado Alvise y las ardillas.

En uno de mis capítulos favoritos, El Profeta planteó la necesidad de organizarse para cuando Pedro Sánchez decidiese decretar, por segunda vez, la imposición de mascarilla y confinamiento del Planeta Tierra. En este caso, con la excusa de la viruela del mono. Cuando tal cosa suceda –escenario pelín complicado si tenemos en cuenta que la viruela no se contagia por vía aérea– en el chat estarán más que preparados. Además de rechazar el bozal y negarse a ser encarcelados en sus propias casas, estos soldados de la libertad conformarán un ejército de resistencia. Con Alvise como Generalísimo Por La Gracia De Dios, los miembros del grupo de Telegram se organizarán según sus localidades para enfrentarse a la policía del sistema opresor y, si fuese necesario, para sabotear infraestructuras críticas, como proponía un miembro del Club que consiguió un estupendo ratio de reacciones entusiastas a favor de su idea. Cuando nos quieren quitar la libertad, ejercer la resistencia es un derecho legítimo, arengaba Alvise a las tropas que miran un móvil al tiempo que la OMS, organización tan criminal como aburrida, explicaba que con evitar contactos íntimos si te salen granitos rojos, ya estaría.

Además de encarcelar a los políticos y periodistas mercenarios a sueldo de las élites globalistas que nos ocultan La VerdadTM –lo de meter a todo el mundo en la cárcel es un clásico en este chat como lo es Satisfaction en los conciertos de los Rolling– la posibilidad de ejecutar a todos Los TraidoresTM también sería una medida factible. La propuesta sugerida por varios usuarios es bien recibida entre los soldados del chat, así que toca organizarse. Uno, encargándose de la logística, propone instalar cadalsos en cada ciudad o población, tarimas de madera sobre las que poder aplicar justicia divina. Pero la viruela del mono no se transmite por vía aérea, dice de repente un suicida que, por supuesto, es acusado inmediatamente de infiltrado sanchista. Disentir, a no ser que el disenso se dé a la hora de elegir el método de ejecución de Los TraidoresTM, suele ser sinónimo de sanchismo. O comunismo, en el peor de los casos. Y digo suele porque en Isla Ardilla las cosas se pusieron feas en un momento concreto de la novela, lo que provocó una crisis interna sin precedentes. Hubo disenso. ¡Y tanto que lo hubo!  

Con Su Excelencia ya aforado como europarlamentario, a algunos miembros poco dudosos de sanchistas les dio por preguntar por esas filtraciones que El Profeta había prometido hacer públicas en cuanto tomara posesión de su acta. Unas filtraciones, medida estrella de su programa electoral, que harían caer ipso facto a este Gobierno criminal y que, por algún motivo, no llegan. ¿A qué espera? ¿Estos criminales están destrozando España y Alvise no saca las filtraciones? ¿Qué le pasa? ¿Lo han sobornado? Este nos ha estafado como nos estafan todos los políticos, decían no pocos, mientras otros pedían paciencia y Alvise intentaba cambiar de tema especulando sobre la posibilidad de que el toro que mató a Manolete fuera musulmán. Si finalmente se confirmase que era un toro español, tampoco sería un problema. Estaremos de acuerdo en que el toro era negro y, siendo herbívoro, jamón no comía. El runrún aumentaba cada día que pasaba sin que viesen la luz esas filtraciones en posesión de Alvise que harían caer al Gobierno. Yo lo voté para eso, para que las hiciera públicas y aquí estoy, con cara de gilipollas. Una postura que cada día sumaba más adeptos hasta llegar a provocar discusiones e insultos entre algunos miembros, por mucho que Alvise propusiera hablar sobre Venezuela o el robo de una garrafa de aceite cometido por un argelino en un supermercado de Totana. El Profeta, que nunca interactúa, sólo emite mensajes en los que, hablando de sí mismo en tercera persona, dirige el odio de la orquesta de una partitura hacia otra, tuvo que bajar de los cielos para pedirle a los suyos Perseverancia, Fuerza y Fe, uno de los lemas más repetidos en Isla Ardilla. Mala cosa cuando te piden fe, dijeron algunos, pero Alvise recordó que realizaría un sorteo de su sueldo y las ardillas mayoritariamente aplaudieron y se olvidaron de las filtraciones prometidas. Por ahora. 

Ocupada la orquesta especulando con crímenes cometidos por inmigrantes que resultan ser españoles, indignándose porque los políticos progresistas van a chiringuitos de playa o difundiendo falsas acusaciones de pederastia contra periodistas de izquierdas, el run run parece haber bajado de intensidad. Pero la Perseverancia de los miembros de este grupo también parece ser mayor que la de su líder y un lector de novelas como yo sabe que es cuestión de tiempo que estas miles de personas se giren y pidan ver qué hay detrás. El perfil de las ardillas, así les gusta llamarse, no es el del típico apolítico que vota fielmente a PP o Vox en cada elección. Ellos, que de corazón odian la política y a los políticos, pueden llegar a considerar a Alvise un político que les ha estafado si esas filtraciones que prometió hacer públicas no llegan. Es más, lo considerarían colaboracionista del sanchismo por omisión o, lo que es peor, por engaño.

Si en V de Vendetta te pusiste del lado de la resistencia, ¿por qué no lo haces en la vida real? Es una consigna recurrente en este grupo de Telegram. La vida real, en Isla Ardilla, es un mundo en el que no hay nadie por encima de Pedro Sánchez en la pirámide de poder. No hay empresarios, no hay banqueros y los dos grandes conglomerados de comunicación en manos de la familia Berlusconi y la familia Lara son, por supuesto, altavoces comunistas. El camarada Berlusconi y el camarada Lara deben estar flipando. En Isla Ardilla existen ayudas públicas que son intolerables y que habría que cortar de raíz, pero no existen los Florentinos que reciben miles de millones de papá Estado. Ni rastro. A ellos nadie pide que se les acabe la fiesta porque no existen. En la isla, formada por miles de personas trabajadoras que odian lo que consideran injusticias flagrantes, los criminales siempre son los inmigrantes, nunca los dueños de las compañías de la luz o de teléfono. Nunca el rey Juan Carlos de las comisiones ilegales. Nunca los dueños de las cadenas de supermercados que suben los precios en medio de las crisis. La culpa es de los políticos criminales que aprueban impuestos que ponen estos productos por las nubes y deberían estar en la cárcel. Y si el producto está exento de impuestos, no nos centremos en detalles menores. En Isla Ardilla se observan fuegos artificiales y se comentan sin que nadie pregunte desde dónde se lanzan ni por qué, ni cuál es el material pirotécnico. Es importante saber dónde veranea el ministro Óscar Puente, pero no es relevante conocer la fuente de ingresos de un Alvise que no hace públicas sus cuentas a pesar de hablar de sí mismo, siempre en tercera persona, como el Capitán Transparencia. Unas cuentas desconocidas con las que puede permitirse el lujo de sortear su sueldo como método de captación para ampliar su comunidad. Y, aun así, vivir en un piso cuyo alquiler supera, de largo, lo que podrían permitirse pagar quienes le siguen, gente mayoritariamente humilde y trabajadora.

Gente a la que Alvise expone judicialmente alimentando su odio. En las últimas semanas, el aforado ha lanzado a sus fieles contra el periodista Raúl Solís o la diputada Martina Velarde. Ambos se han querellado tras una serie de amenazas e injurias proferidas por miembros del foro de las que Alvise, al contrario que sus seguidores, se librará. El Profeta sabe cuidarse a sí mismo. No sólo desde el privilegio del aforamiento del que carecen quienes ejecutan sus ataques, sino también usando el famoso escudo del “presuntamente” que tantos problemas judiciales evita. Este tipo presuntamente es un pederasta, lanza Alvise un bulo y los suyos, los que acabarán desfilando ante un juez por injurias graves, se tiran a la yugular del injuriado. Presuntamente es árabe. Cuando animó a cortar la Gran Vía durante las protestas contra el nuevo Gobierno de Pedro Sánchez, un jefe del operativo policial le advirtió de que, si pasaba algo, él sería responsable. Así que se declaró irresponsable. Alvise se volvió a cuidar a sí mismo grabándose en un vídeo en el que anunciaba que se iba a cenar a casa y que él no tenía nada que ver con la organización de aquella quedada de tíos enfadados con el resultado de las urnas. Tíos que se quedaron allí mientras él se largaba.

Por mucho que se cuide, es cuestión de tiempo que su comunidad, esa que Alvise ha creado en torno a la especulación y el odio hacia la inmigración, el feminismo o todo lo que huela al mundo real en el que vivimos, acabe odiando que Alvise no haga públicas las supuestas filtraciones que les prometió a cambio de su voto. No son fieles sin matices ni criterio. En eso se diferencian de los seguidores de Vox. Comparten ideología, pero no obediencia. No estarán casados eternamente con Alvise como si fuera un Abascal cualquiera. Es probable que su comunidad acabe especulando sobre cómo paga sus comidas en caros restaurantes y con quién come para poder permitirse vivir como no viven sus seguidores. Se preguntarán, cualquier lector con experiencia conoce cómo siguen estas tramas, quién hay detrás de la voz del mago de Oz. Queda mucha novela y toca disfrutarla.

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