Guillem Martínez 11/09/2024
Mario Draghi ha presentado su informe para un diagnóstico y una posible terapia para la UE ante la brecha tecnológica respecto a USA y a China y ha sucedido algo sorprendente: se da por cerrado el ciclo neoliberal
Mario Draghi, durante la presentación del informe sobre el futuro de la competitividad europea en Bruselas, el pasado 9 de septiembre. / Aurore Martignoni (Comisión Europea)
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1- En términos generales, el biotopo local es rico en días históricos, en fenómenos únicos y, por lo mismo, en amenazas sobrehumanas ante las que es preciso pararlo todo, indignarse, sacar la bandera y, en ocasiones, prevaricar. Supongo que todo eso es normal en una cultura que se informa a través de la tertulia y de géneros que van a dar a ella, que es el morir. Por eso sorprende sobremanera que el complejo armamentístico-político-periodístico, tan dado a berrear días históricos, no haya reaccionado a un día en verdad histórico como una casa. Sucedió el pasado lunes 9 de septiembre. No tiene nada que ver con la financiación singular, con la amnistía, con el hecho de que te okupen la casa cuando vas a por el pan, con una ola de delincuencia emitida por hordas de inmigrantes, o con cualquier otro punto fosforescente de una de las agendas informativas más dadás y autosuficientes de Europa. Se trata de algo real y, por ello mismo, sencillo, menos aparatoso y más determinante en la vida diaria. A saber: el pasado lunes 9S, Mario Draghi presentaba su informe, encargado hace un año por la Comisión, para un diagnóstico y una posible terapia para la UE ante la brecha de inversión y tecnológica, ya espectacular, respecto a USA y a China. Podría ser el informe un millón sobre el tema. Pero en ese informe, de más de 400 páginas, emitido y firmado por una autoridad en el ulterior ciclo neoliberal, alguien importante y que no es paisaje, sucedía algo sorprendente: se daba por cerrado el ciclo neoliberal. Se mataba el neoliberalismo, vamos, así como suena. Y sí, en efecto, uno no sale a un balcón y proclama el Renacimiento. Pero eso es lo que sucedió el pasado lunes 9S.
2- Lo que aquí sigue es una explicación de ese informe, hecho a la luz de la prensa europea vertida sobre el tema, pero también a la luz de lo que me va diciendo por el pinganillo Francesc Miralles, politólogo e investigador sobre la globalización. Un sabio, con el que hablo alguna noche sobre esto que está sucediendo, sobre indicios, en EEUU, en China –y, ahora, por todo lo alto, en la UE– de que el paradigma económico –es decir, EL paradigma– está cambiando. Un periodista, en fin, no es un tipo/a listo/a, sino alguien –preferiblemente sexy– que sabe que su trabajo consiste en rodearse de tipos/as listos/as, que le expliquen la época.
3- Sobre el informe. Es luminosamente pesimista. El pesimismo, en su justa dosis –elevada– es una región de la inteligencia, como atestigua el dato que explica que, de las 50 mejores empresas tecnológicas del mundo, solo cuatro son de la UE. Lo que confirma Europa como un sitio con restaurantes caros y a la deriva económica, lo que es, a su vez, una mala combinación. En el informe se emite una propuesta para superar eso –la deriva, no lo de los restaurantes, brrrr–. Y, lo que es más importante para el caso que nos ocupa, una estrategia. Ahí va, aparten a los niños: la inversión de unos 800.000 millones de euros anuales –es decir, el importe de los Next Generation, pero de verdad, y de manera anual; se dice rápido–. Esa pasta provendría del capital privado y del público. Es decir, sería un monto inaudito de capital público, tan desmesurado que resultaría imposible que fuera aportado y planificado por los Estados. ¿De dónde saldría toda esa pasta pública? Pues de eurobonos. ¿Los recuerdan? Se emitieron en 2020, cuando lo de la pandemia. Se dejaron de emitir por una sentencia del TC Alemán y, en términos generales, por las convulsiones espirituales ante el gasto por parte del norte austero. La primera persona en hablar de estos eurobonos, lo hizo, no obstante, en 2014. Y eso le costó la vida. Fue, recuerden, Varoufakis. Lo que nos sitúa sobre el precipicio del que estamos hablando.
4- Hasta aquí, amiguitos, se han producido dos fenómenos nuevos y radicales. Históricos. Por una parte –primera radicalidad–, Draghi no habla de lo ya hablado en los últimos 40 años ante la pérdida de competitividad, ante una economía que no pita. Lo que siempre se dice al respecto –escuchen una tertulia al azar– es aludir a reformas estructurales, que rebajan derechos laborales y gasto público, y que posibilitan ahorro y precios más baratos en lo producido. Eso ya no da más de sí, o no da de sí si lo que se quiere es echar aire en la nuca de EEUU y de China. Y –segunda radicalidad–, Draghi apuesta, directamente, por la industria. A lo bestia. En modo Plan de Rescate Biden de 2021, en modo Plan Quinquenal chino. Habla de reindustrializar –si bien omite las derivadas de la industrialización, siempre presentes en una industrialización cachonda, y ausentes en una economía deslocalizada y de servicios, esa suerte de feudalismo: sindicalización, asociación, tensión social, pugnas por derechos y por pasta, negociación y enfrentamiento continuados–. Su plan pasa por edificar cinco sectores ausentes: 1) el sector energético –el actual es inservible, por caro, ya que ha creado un mercado propio, que no precisa de las leyes del mercado; se trata de la energía más cara del mundo, gracias al laberinto neoliberal, que lleva a intensificar la deuda de la ciudadanía en lo cotidiano–. 2) Semiconductores e IA. 3) Tecnologías limpias –baterías y esas cosas–. 4) Materias primas –tierras raras, etc.–, 5) industrias intensivas en energía –siderúrgicas, como en el XIX, y similares–. Se trata de una reindustrialización tan severa y espectacular que requiere para ser creada –tachán-tachán– del 5% del PIB. Lo que es el nivelazo de gasto en la RFA o en la Francia de 1971, dos años antes de la crisis del 73, y ocho años antes de 1979, cuando Margaret Thatcher empezó a hablar de Friederich Hayek, ese economista friki, pintoresco y no muy largo, del que hasta entonces solo se hablaba para reírse de sus ideas de señor de pueblo y de psicópata social.
5- Es, vamos, lo dicho, un cambio de paradigma.
6- Un cambio de paradigma que no es inocente. A saber: lo emite un banquero hijo de banqueros, un tipo que en los noventa privatizó el IRI –el INI en modo Italia; es decir, aún más divertido–, que fue vicepresi de Goldman Sachs cuando el capitalismo financiero adquirió tal velocidad que no lo pudo seguir la justicia, que fue gobernador del Banco de Italia, que fue el presidente del BCE que a) salvó el euro, si bien también b) escuchó sin pestañear a Varoufakis suplicando bonos europeos para paliar el Estado fallido –el fallo en las pensiones, la sanidad, la educación, la alimentación– en Grecia. Bueno, pues ese hombre le da la estocada al neoliberalismo, a su propio pasado. Se cierra así un paréntesis de neoliberalismo pocho y a paso cambiado, que se inició en 2017, cuando Trump le dio para el pelo al TTIP –un tratado comercial EEUU-UE que hubiera cambiado la vida y la economía cotidiana, socorro– y, con ello, clausuró la globalización, la gramática del neoliberalismo. Lo que indica donde estamos. Estamos en un punto en el que a) el neoliberalismo es tan fuerte que se permite pensar en su relevo ordenado, una vez agotada su propuesta. Como en su día don Corleone o el caudillo. Las derechas neoliberales –no hay otras, me temo– b) son tan fuertes que se permiten ser sus propias izquierdas. En todo caso, snif y c), las izquierdas no emiten mucho. No tienen nada que ver con las dos grandes decisiones del paréntesis 2017-2024, con las que el neoliberalismo inició su suicidio asistido.
7- Hablo con Francesc Miralles. “El neoliberalismo está en retirada. En EEUU, por ejemplo, ni republicanos ni demócratas plantean ya tratados de libre comercio, o dejar de subvencionar producto local. Plantean, como diferencias, una pugna entre el intervencionismo demócrata y el aislacionismo republicano. Poco más”. Sobre la propuesta Draghi. “Lo de los eurobonos es la clave, como lo es la razón última para emitirlos según Draghi: que la UE no pierda su razón de ser ante la ciudadanía”. “Los eurobonos apoyarían, progresivamente, la integración de mercados de capital europeos” –es decir, facilitarían también cierto capital privado en la reindustrialización, al desaparecer efectivamente el marco estatal para el capital–. “En esta ocasión, Alemania parece estar más receptiva ante unos eurobonos”– tanto Von der Leyen como su némesis, Weber, han saludado el informe Draghi; el SPD no ha estado por la labor, que ya tiene bastante con lo suyo: esta semana, después del desastre electoral de Sajonia y Turingia, han cerrado las fronteras a la inmigración; cuando no tienes nada, siempre te queda la guerra cultural en el campo del enemigo y con las herramientas del enemigo, esos aceleradores de tu propia muerte–. Sobre la propuesta real de Draghi, si entendemos que un hombre poderoso, y habituado a las grandes partidas de póker, no puede ser sincero, ni siquiera en un informe: “Personalmente interpreto que lo que hace Draghi es prometer a las empresas europeas una tabla de salvación en forma de dinero público, que ahora no pueden recibir. Con eso crea un enfrentamiento entre el mundo empresarial y el dogma de la contención de gasto. Un enfrentamiento entre Volskwagen, Opel, Airbus y todo eso, contra un diputado conservador fan de Hayek. Esa es la disputa real. Es un debate interno, en el seno de la derecha. Y, en menor medida, en la socialdemocracia. Esa es la propuesta Draghi. El resto es más accesorio”. Lo que dice a continuación Miralles es tan importante que merece un punto para él solito, al que llamaré 8.
8- “Sin ese apoyo financiero a las empresas, no sucederá el fin del neoliberalismo, se pongan las izquierdas como se pongan. Y esta es la contradicción del momento”. Un momento en el que las izquierdas podrían conseguir aspectos no señalados en el informe Draghi, como que ese dinero llegue también a las PYMEs, a los sindicatos, a las entidades locales, que los sindicatos participen también de la industrialización, de las empresas. Que la industrialización repercuta en la democratización de la economía. En todo caso, “la clave de todo, lo que en cierta manera ya está pasando, es que la gran empresa europea abandone el neoliberalismo, sencillamente para sobrevivir”. A lo que agrega: “Esto es un New Green Deal, sin llamarlo así, porque eso está asociado a la izquierda”. Y no lo emite, en absoluto, la izquierda.
9- Iremos hablando de todo esto en el futuro. O del colapso de Europa, si eso no sucede. Sobre los colapsos: no los teman ni sobrevaloren. Cuando lleguen veremos que también son aburridos.
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