Raquel Ejerique 31/10/2025
La ira buscó una vía de escape en el acto de homenaje a las víctimas de la dana y, sigilosa e hiriente, se ahormó en frases que viajaban como cuchillos hasta el corazón de quien no ha sido capaz aún de pronunciar nada honesto
Las víctimas reclaman en el funeral de la dana que prevalezcan “la verdad y el respeto” y señalan a “quien omite su deber”
El motivo por el que una especie enclenque como el ser humano doblegó a bestias naturales de 10 metros hace miles de años no fue el músculo o la velocidad. Fue la palabra. La capacidad de entenderse y expresarse, de compartir mitos y aunar esfuerzos para fines comunes. La palabra, y las imágenes de la televisión o los sonidos, se ha quedado estrecha desde el principio para poder expresar lo que sintieron quienes pasaron la dana.
Solo ellos pueden saber qué es perder de vista a un familiar luchando contra el agua sin poder ayudarle, ver a familias enteras queriendo salvar la vida subidas en el capó de un coche sin poder hacer nada. Saber de un hijo de vuelta del trabajo en la línea del barranco sin poder asistirle. Ver desaparecer un hogar y no poder ayudar. Los que hemos intentado contarlo hemos fracasado desde el inicio, como lamentaba este miércoles Carlos Alsina, quizás quien mejor haya expresado con voz tanta frustración de tantos periodistas. La palabra resulta inútil para captar, siquiera sutilmente, cada uno de esos inabarcables traumas.

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