Brais Fernández y Jaime Pastor. Miembros de Anticapitalistas. 11/7/2015 
http://blogs.publico.es/otrasmiradas/5010/ahora-en-comun-y-la-unidad-popular-se-puede/
Hay una vieja tradición en la izquierda –la convencional pero también
 la alternativa–, en ocasiones muy útil y en otras más rutinaria, de 
organizar el debate público a través de manifiestos. Los manifiestos 
siempre implican una política de notables, pues provocan que no importe 
tanto lo que digan como quién lo diga. Su impacto se puede medir de una 
forma un tanto particular: tanto por quién y cuántos lo firman como por 
quién no. Por otra parte, cualquier manifiesto va dirigido “a alguien”, 
por lo que tiene algo de “petición” y ésta siempre implica cierto 
reconocimiento de una determinada relación de fuerzas. Vaya, que si el 
conjunto de firmantes fuera lo suficiente fuerte como para no tener que 
apelar a otra instancia y pudiera hacerlo por sí mismo, el manifiesto no
 tendría sentido.
Estas últimas semanas han salido muchos manifiestos y relacionaremos 
nuestro análisis con las premisas que exponíamos en el párrafo anterior.
 Destacaremos dos: uno llamado “Podemos es participación”, apoyado por 
muchos cargos internos y públicos de Podemos, y “Ahora en Común”, 
impulsado por diversas personas vinculadas a movimientos sociales, a 
candidaturas surgidas en torno a las recientes elecciones locales y a 
algunas organizaciones políticas.
Los dos destacan por dirigirse, tanto desde fuera como desde dentro, a
 la dirección de Podemos, convertida en referente principal que al mismo
 tiempo acumula y tapona determinados desarrollos. “Acumula” porque no 
cabe duda de que es el factor decisivo, el poder efectivo que puede 
decidir en última instancia cómo se afrontarán las elecciones generales.
 La dirección de Podemos no ha dudado en hacer público su proyecto esta 
semana: una propuesta de lista plancha para las primarias, con nombres 
que en su mayoría, con todos los respetos, están siendo percibidos como 
“el aparato”; en el marco, además, de una circunscripción única (¿dónde 
están el reconocimiento consecuente de la realidad plurinacional y la 
búsqueda de un anclaje territorial para poder llegar mejor a “la 
gente”?) y convocando a votar a toda prisa, con la excusa del hipotético
 adelanto de las elecciones generales. Casi ningún nombre relevante 
procedente de la sociedad civil (aunque en realidad, como la “sociedad 
civil” no es un sujeto sino un espacio, todos estamos en ella) ni de la 
cultura, ni por supuesto, del mundo del trabajo (quizás ya nadie se 
imagina un trabajador de Coca-Cola o de Movistar en las listas de 
Podemos) o de los movimientos. Las razones de la composición pueden ser 
múltiples: apuesta por construir un grupo parlamentario disciplinado, 
que se pueda mover sin muchos conflictos en función de los bandazos que 
dé la dirección de Podemos; o, simplemente, como asumen que la victoria 
electoral está cada vez más lejos, prefieren “no ganar” con los suyos.
Más allá de posibles interpretaciones, lo fundamental es que la 
dirección de Podemos da sensación de aislamiento. De ser un pequeño 
grupo con reconocida capacidad comunicativa y una gran base electoral, 
pero sin presencia más allá de sus espacios como partido. Quizás eso 
forme parte de la “hipótesis populista” (no necesitar ni arraigo social 
ni mediaciones de ningún tipo) pero desde luego contrasta con el 
discurso de “unidad de la gente” que propone la dirección de Podemos. Es
 decir, no sólo hay un fracaso en los términos que algunos planteamos, 
sino que en los propios términos de la dirección de Podemos la lista 
refleja una profunda debilidad.
La reacción frente al modelo de listas planchas y circunscripción 
única que propone la dirección de Podemos se ha agudizado por la 
presentación de esa lista de “aparato”. Esto explica que mucha gente que
 apoyó el modelo Vistalegre y que posteriormente fueron electas como 
cargos internos y públicos de Podemos haya firmado el manifiesto 
“Podemos es participación”. Las causas son múltiples (hay desde 
anticapitalistas hasta gente a la que posiblemente el capitalismo les 
parezca un sistema a reformar) pero el denominador común mínimo parece 
claro: hace falta mayor democracia y mayor apertura por parte de 
Podemos. Desde luego, por mucho que la dirección de Podemos apele a su 
“infalibilidad”, con razonamientos del tipo “siempre nos han criticado y
 siempre hemos acertado”, esa fe en los infalibles se erosiona cada vez 
más rápido. Además, a nivel interno, la gente de Podemos sólo puede dar 
opiniones y esperar a que la dirección reaccione. Nos tememos que esto 
no vaya a ocurrir. La dirección de Podemos tiene la sartén por el mango y
 eso también implica tener que rendir cuentas. Si no modifican su hoja 
de ruta escuchando a las bases y no ganan las elecciones, su razón y su 
modelo habrán sufrido una derrota estrepitosa. Han preferido acertar o 
equivocarse solos y, desde luego, eso a medio plazo es insostenible.
Porque la política “posmoderna” es agresiva y fútil: o te rodeas de 
mucha gente, y en permanente expansión (siempre partiendo de un núcleo 
sólido) o no avanzas. Esto es lo que viene a recordar el otro 
manifiesto, el de “Ahora en Común”. Este documento recuerda 
implícitamente que lo que ha permitido llegar hasta aquí a Podemos no es
 una teoría del discurso sino una serie de demandas populares y 
articulaciones materiales que van más allá de las palabras y de los 
partidos y que siguen teniendo como punto de referencia el 
Acontecimiento 15M y la apuesta desde entonces por otra política pero 
también por otra forma de hacerla.
Es cierto que Ahora en Común podría ser instrumentalizado por IU o 
Equo, pero si eso ocurriera, sería responsabilidad en primer lugar de la
 dirección de Podemos. ¿Qué problema hay en un modelo de primarias 
abierto y pluralista, como el de Ahora Madrid, en donde las listas 
compitieran según su afinidad ideológica pero tras un mismo objetivo, 
que es el de ganar las elecciones, echar al PP-PSOE y acabar con la 
austeridad? ¿No demostró Ahora Madrid que cuando una lista es 
hegemónica, esa lista arrasa, como pasó con Manuela Carmena? ¿Alguien 
duda de que en unas primarias abiertas y que significaran la 
pre-organización del asalto electoral unitario, Pablo Iglesias no 
arrasaría?
El momento existe pero depende de la dirección de Podemos, la cual 
gestiona un capital acumulado entre todos y todas, aunque le encante 
atribuírselo a sí misma en solitario. Esa gestión conservadora del 
monopolio de lo posible es quizás el mayor lastre que tiene ahora mismo 
el movimiento. A veces da la impresión de que la dirección de Podemos 
tiende a parecerse a la de IU hace un par de años: convencida de su 
verdad, sin escuchar al resto de voces, a las que tacha sistemáticamente
 de desleales o invita a marcharse. Quizás no quede más opción que dejar
 que esta experiencia ocurra, pero el argumento que nadie va a poder 
decir es que “no había otras opciones”. Se han puesto encima de la mesa y
 ahora la dirección de Podemos debe elegir si quiere un Pablo Iglesias 
como secretario general de su partido o uno que aspire a ser presidente 
del Gobierno.
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