Por Javier Rico | Fotos: CSIC 26 ENERO 2015 |
http://ethic.es/2015/01/surcando-oceanos-de-plastico/
El 70% de la basura que hay en los océanos son plásticos, en su inmensa mayoría procedente de tierra firme. Casi
un millón de aves marinas y 100.000 tortugas y mamíferos marinos mueren
cada año tras ingerir o enredarse con este tipo de residuos. Analizamos
por qué decenas de acuerdos internacionales no logran detener la
progresiva contaminación marina.
Hasta dieciocho acuerdos o convenios internacionales velan por la buena salud de los mares y océanos del planeta. Por
poner ejemplos cercanos, España está concernida directamente por el
Convenio para la Protección del Mar Mediterráneo contra la Contaminación
(Convenio de Barcelona) y por el Convenio para la Protección del Medio
Marino del Atlántico Nordeste (Convenio Ospar, acrónimo de las ciudades
desde donde se impulsó: Oslo y París). Todos están englobados en el
proyecto de Mares Regionales del Programa de las Naciones Unidas del
Medio Ambiente (PNUMA), que, a su vez, tiene una iniciativa «paraguas»
denominada Programa de Acción Mundial para la Protección del Medio
Marino frente a las Actividades Realizadas en Tierra.
Hay más: la Organización Marítima Internacional (OMI), organismo que también depende de la ONU, impulsó el Convenio Internacional para Prevenir la Contaminación desde Buques (Convenio Marpol,
acrónimo de polución marina), que regula el vertido de todo tipo de
residuos sólidos, líquidos y gaseosos y que actualmente han suscrito 152
Estados.
A toda esta prolija sucesión de acuerdos internacionales de obligado
cumplimiento por los países firmantes, se podría unir otra no menos
prolija normativa que en cada país protege sus costas y mares. ¿Protege?
A tenor de las conclusiones sacadas del XVI Foro sobre Mares Regionales y Planes de Acción que se celebró en Atenas a comienzos del mes de octubre bajo el auspicio precisamente del PNUMA, tanto esfuerzo legislativo no se corresponde con la situación real de la superficie marina.
Mette Løyche Wilkie,
directora de la División de Implementación de Política Ambiental del
PNUMA, reconoce que «cada año se arrojan entre 10 y 20 millones de
toneladas de residuos plásticos que constituyen una grave amenaza para
la vida marina». Además del daño a la biodiversidad, Wilkie dio a
conocer el coste económico anual que supone esta carga contaminante: 13.000 millones de dólares. Y solo hablamos del plástico y, advierten desde el PNUMA, con estimaciones conservadoras.
Labores de investigación y denuncia continua no faltan. El propio PNUMA,
ONG especializadas en el medio marino y la National Academy of Sciences
de Estados Unidos arrojan estudios en los que sostienen queel
80% de la basura procede de tierra firme, que entre el 60% y el 80% son
plásticos y que cerca de un millón de aves marinas y 100.000 tortugas y
mamíferos marinos mueren cada año tras ingerir o enredarse con este
tipo de residuos.
Uno de los más ambiciosos proyectos de investigación sobre el estado de
los mares tiene patente española. La expedición de circunnavegación
Malaspina 2010, dirigida por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)
e integrada por más de 400 científicos de todo el mundo, estudió el
impacto del cambio global en el ecosistema del océano y exploró su
biodiversidad. Los científicos tomaron cerca de 200.000 muestras de
agua, plancton, partículas de la atmósfera y gases en 313 puntos de los
océanos Índico, Pacífico y Atlántico, con profundidades de hasta 6.000
metros.
«Tres años después de que el buque Hespérides regresara a España
culminando la vuelta al mundo de la expedición Malaspina, los
científicos tienen una idea cada vez más clara sobre cómo funciona el
océano global y cuál es su estado de salud. En concreto, la entrada de contaminantes procedentes de la atmósfera no se limita a las zonas costeras,
sino que se produce también en las zonas más remotas del planeta y ya
ha empezado a afectar al ecosistema oceánico». Así resumía el CSIC las
primeras conclusiones previas a un congreso celebrado en Barcelona en
septiembre de 2014 que ponía fin al proyecto.
Los plásticos también han estado presentes en las labores de
investigación de la expedición, corroborando la presencia de grandes
cantidades de fragmentos minúsculos en el giro del Atlántico Sur, una
zona alejada de los continentes y donde la actividad industrial humana
es casi inexistente.Los
científicos temen que estos plásticos puedan llegar a interferir en la
dinámica de las comunidades naturales marinas en esta zona.
Pero el problema de los plásticos en el mar, como resaltan desde el
CSIC, tiene «carácter planetario» y se asocia a términos populares como «islas de basura» o «islas de plástico».
«Los investigadores han demostrado, a partir de las muestras recogidas a
bordo, que existen cinco grandes acumulaciones de residuos plásticos en
el océano abierto, que coinciden con los cinco grandes giros de
circulación de agua superficial oceánica», se explica en la información
derivada de la expedición.
Carlos Duarte,
profesor de investigación del CSIC y coordinador del proyecto, aclara
que «se trata de los giros subtropicales, las zonas centrales de los
océanos que, a ambos lados del Ecuador (hay cinco porque no existe giro
subtropical del Índico en el hemisferio Norte, al estar la zona ocupada
por Asia), quedan aisladas de los grandes sistemas de corrientes que los
rodean y que transportan los desechos plásticos flotantes a estas
zonas; también se los conoce como los desiertos oceánicos». Un organismo
denominado precisamente 5 Gyres Institutepublicaba recientemente en la revista científica PLoS One un estudio quecuantifica
en cinco billones los plásticos de todos los tamaños que flotan en los
mares del planeta, con un peso aproximado de 270.000 toneladas.
La expedición Malaspina dará aún más que hablar, ya que faltan por
publicar datos referidos a las muestras tomadas para caracterizar, «por primera vez a escala planetaria», la
abundancia y el ciclo global de contaminantes orgánicos persistentes,
incluyendo, entre otros, PCB, hidrocarburos policíclicos aromáticos,
dioxinas, metales pesados y contaminantes fluorados. «Con estas
muestras, será posible establecer las transferencias de estos compuestos
de la atmósfera al agua del mar, su absorción por el plancton marino y
su propagación en las cadenas tróficas del plancton oceánico», concluyen
desde Malaspina.
El trabajo de esta expedición demuestra el variado cóctel tóxico que reciben las aguas marinas en todo el mundo. Oceana
es una asociación volcada en el estudio y defensa de estos ecosistemas y
que tiene en el punto de mira dos de los contaminantes más
problemáticos estudiados por Malaspina: los hidrocarburos y el mercurio.
El informe La otra cara de las mareas negras ya
desvelaba que «la contaminación crónica por hidrocarburos producida por
el lavado de tanques, vertido de aguas de sentinas y otros residuos
oleosos supone un peligro, al menos, tres veces superior al representado
por las mareas negras provocadas por los accidentes en buques
petroleros».
Aves
marinas, tortugas y cetáceos vuelven a ser las víctimas más evidentes
de una cadena trófica afectada por este goteo continuo de vertidos. Oceana
pone ejemplos: «en las aguas atlánticas de Canadá, el 62 % de las aves
encontradas muertas en las playas procedían del vertido rutinario de
hidrocarburos al mar; en la costa del Mar del Norte, entre el 37 % y el
46 % de las aves encontradas muertas habían sido petroleadas; un estudio
sobre las tortugas capturadas en palangreros en el Mediterráneo central
encontró muestras de contaminación por hidrocarburos y otras basuras
flotantes en el 20 % de los especímenes muestreados».
El mercurio es uno de esos elementos químicos «viajeros» que
por el aire o por vía acuática se trasladan desde puntos de emisión
tierra adentro hasta el mar. En Oceana explican que «como se acumula en
la flora y la fauna mediante un proceso llamado bioacumulación, los
animales que se encuentran en lo alto de la cadena trófica son los que
cuentan con más mercurio, como el atún y el pez espada». Avalada por
estudios científicos, en junio de 2011, la entonces Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición recomendaba
que embarazadas y menores de tres años no consumieran pez espada,
tiburón o atún rojo, y que los niños de 3 a 12 años no superasen los 50
gramos a la semana.
A pesar de la gran variedad de acuerdos, tratados y convenios que,
respetados, deberían ayudar a pintar otro panorama de nuestros mares,
sus aguas siguen «turbias». Ricardo Aguilar,
director de Investigación y Proyectos de Oceana en Europa, señala que
«no es por falta de legislación, sino por falta de aplicación». Y pone
el ejemplo del vertido rutinario, por negligencia o intencionadamente,
de hidrocarburos: «el 99 % no se persigue, es como en el caso de los incendios, que la mayoría quedan impunes».
Aguilar recuerda el caso del último vertido sufrido en nuestras costas,
en las de El Cabrón, en Gran Canaria: «algo falla cuando son los
voluntarios los que dan la voz de alarma y los primeros en recoger las
manchas de fuel y no se persigue inmediatamente el rastro del vertido;
por supuesto, no se detuvo a nadie».
Del XVI Foro sobre Mares Regionales y Planes de Acción celebrado en Atenas salió el compromiso, uno más, de reforzar las políticas que frenen esta degradación. Confían
en que la inclusión de la meta para «conservar y utilizar de manera
sostenible los océanos, los mares y los recursos marinos para el
desarrollo sostenible», que forma parte de los diecisiete Objetivos de
Desarrollo Sostenible que tomarán el relevo a los Objetivos del Milenio,
ayude en esa dirección.
ADEMÁS: La FAO advierte sobre el peligro de los desechos plásticos en el océano
http://iniciativadebate.org/2015/08/12/la-fao-advierte-sobre-el-peligro-de-los-desechos-plasticos-en-el-oceano/ periodismo popular - 12 agosto 2015
ADEMÁS: La FAO advierte sobre el peligro de los desechos plásticos en el océano
http://iniciativadebate.org/2015/08/12/la-fao-advierte-sobre-el-peligro-de-los-desechos-plasticos-en-el-oceano/ periodismo popular - 12 agosto 2015
La Organización de Naciones Unidas para
la Alimentación y la Agricultura (FAO) informó este martes sobre los
“graves trastornos para los ecosistemas marinos por la presencia de
restos plásticos”.
El barco Dr. Fridtjof Nansen, operado
por el Instituto de Investigación Marina (IMR) de Noruega en
colaboración con la FAO, que desde 1975 surca los océanos para recopilar
información sobre los recursos y la salud de los ecosistemas marinos y
ayudar a formar a especialistas de todo el mundo, fue el responsable de
recopilar la información.
Según el estudio en 1950 no había ningún
rastro considerable de desechos plásticos, a diferencia de la situación
actual que deriva en que el plancton ingiera fragmentos de plástico así
como también el marisco, el salmón, el atún, las ballenas y hasta los
seres humanos.
El cálculo estimado es que en los mares
flotan unos cinco billones (millón de millones) de trozos de plástico
con un serio impacto en la cadena alimenticia.
La FAO resaltó que las pruebas de
laboratorio han demostrado la ingesta de restos plásticos por los peces,
por lo cual sufren intoxicación de hígado y los consiguientes problemas
metabólicos. Sin embargo reconoció también que poco se sabe acerca de
cuanta basura absorben los ecosistemas marinos silvestres, o si los
productos químicos tóxicos permanecen en las plásticos tras una larga
exposición al agua de mar.
Recientemente se localizaron enormes
islas flotantes de basura -dos veces el tamaño del Estado de Texas-
tanto en el Atlántico como en el Pacífico, pero el sur del océano Índico
se encuentra relativamente inexplorado.
Con 18 científicos de ocho países y la
tripulación, la nave Dr. Fridtjof Nansen se encuentra en la segunda de
sus dos misiones estacionales justamente en el Océano Índico. Su
objetivo es medir las temperaturas del océano, los niveles de oxígeno,
clorofila y procesos biológicos como la producción de plancton y la
distribución de los peces.
Para esta ocasión tiene dos objetivos
especiales: evaluar la magnitud y la naturaleza de los residuos
industriales en zonas remotas del Índico, y estudiar cómo funciona el
denominado gyre local -un gran torbellino creado por las corrientes y el
viento- en la propagación del plancton y los peces pequeños.
Reidar Toresen, responsable del IMR,
apuntó que “se han encontrado partículas de plástico en casi todas las
estaciones examinadas”, por lo que el estudio aportará información
importante a los científicos preocupados por el impacto de ese material
en aguas marinas.
Hay que destacar que la pesca de captura
produce 80 millones de toneladas de alimentos nutritivos cada año y,
junto con la acuicultura, aporta a casi tres mil millones de personas el
20% de su ingesta de proteínas. Además genera casi 60 millones de
puestos de trabajo.
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