Texto y vídeo: Patricia Simón (Amayuelas) Edición vídeo: Manuel G. Postigo ¿fecha
“Hay una cosa que me machaca todos los 
días y es intentar no sentirme una terrorista frente a la administración
 por producir,  porque al final somos lo que alimentamos al planeta”. 
Cuando Cristina Sancho se decidió a montar una granja de pollos 
ecológicos tenía como objetivo abordar el proceso completo: 
criar gallinas de los que obtener huevos y pollos que vender a sus 
clientes de los grupos de consumo. Sorpresivamente se encontró con que 
el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente entendía que
 se trata de “negocios” diferentes que no pueden ser abordados por el 
mismo productor. “Ahí empecé a darme cuenta de la realidad en la que 
vivimos. Este sistema neoliberal nos ha hecho separar las partes de 
nuestro sistema productivo de manera que no nos importa qué viene antes o
 después. Hasta tal punto de que al distribuidor no le importa si tu 
pollo es de calidad o no, sino su margen de beneficio”.
Lejos de cejar en su empeño, Cristina se
 alió con otros tres productores de Castilla León para cubrir 
conjuntamente el proceso, incluido un matadero con certificación 
ecológica. Eso sí, los pollitos tienen que adquirirlos con un día de 
vida por las insalvables trabas burocráticas.

Polluelos
 de poco más de un mes, el tiempo que suelen tener los que compramos en 
los supermercados engordados aceleradamente (P.S.)
Las aves que solemos encontrar en los 
supermercados tienen poco más de un mes de vida. Los de Cristina, 
criados al aire libre y con piensos ecológicos, a esa edad son aún 
polluelos que no han mudado su plumilla a la llamativa rojiza que lucen 
los adultos. A los cuatro meses, estarán listos para ser entregados a 
sus clientes, miembros de grupos de consumo de Castilla León, pero 
también de Madrid y otras comunidades. “Para mí es fundamental el trato 
con ellos, facilitarles que puedan visitar la explotación para que 
entiendan que no se trata sólo de pollos, sino de un proyecto social, de
 evitar el despoblamiento de nuestros pueblos, de ser soberanos en todos
 los ámbitos de nuestra vida. Yo siempre digo que antes de que mis 
pollos sean vendidos en una gran superficie, dejaría de criarlos. Mis 
pollos no están hechos para alimentar este sistema, sino para 
combatirlo”.
Cristina es una de las habitantes de Amayuelas,
 un pueblo al que hace veinte años llegaron un grupo de personas 
convencidas de que era posible resucitar el medio rural por la vía de la
 ecología. Por aquel entonces, sólo quedaba una familia en aquella aldea
 de la comarca leonesa Tierra de Campos. Gracias a los fondos europeos 
Leader, destinados al desarrollo del medio rural, pudieron adquirir una 
casona y reformarla como albergue-restaurante. A su vez, crearon una 
cooperativa para construir diez casas que sirvieran de residencia a los 
promotores de la iniciativa, pero también a algunos de las decenas de 
voluntarios de diferentes continentes que han pasado durante estas dos 
décadas por el pueblo.
Una de ellas fue Cristina, hija de 
ganaderos cuyos padres la incentivaron desde cría a estudiar para dejar 
atrás el pueblo. “Me castigaban con ordeñar las ovejas o sacarlas a 
pastorear, cosas que a mí me encantaban”. Estudió Ingeniería Técnica 
Agrícola y no fue hasta su llegada a Amayuelas como voluntaria para 
hacer su trabajo fin de carrera cuando conoció qué era eso de la 
agricultura ecológica. “Nuestro sistema educativo está hecho para 
fabricar personas que sólo saben manejar papeles, pero donde aprendes a 
vivir y a producir es en el día a día”, opina Cristina. Durante aquella 
estancia, “aprendí lo más importante, a ser persona”.
Amayuelas se ha convertido en un 
referente de la ecología: las viviendas fueron edificadas siguiendo las 
técnicas tradicionales de construcción con tierra, el método más 
asequible para los habitantes de la región. Tienen una sala 
comunitaria donde además de tener las neveras y las lavadoras de uso 
colectivo, comen diariamente juntos. La granja de Cristina está 
construida con fardos de paja de centeno siguiendo criterios 
bioclimáticos, un método que favorece la conservación de la temperatura.
 A pocos metros tiene su huerta y su panadería ecológicas María José 
Garre Aparicio, cuyos productos además de vender también a grupos de 
consumo, sirven también de alimento para la comunidad de Amayuelas.
La ecología tiene como pilares la corresponsabilidad y la soberanía. Por eso, a Cristina no le “gusta nada que se nos llame empresarias del campo,
 porque el concepto de empresaria tiene un trasfondo negro. Yo no me veo
 como una persona que produce para obtener una serie de rendimientos a 
lo largo del año, sino que es una forma de vida en la que si me faltan 
mis pollos es como si me faltara una parte del cuerpo”. El 20% de la 
población de España residen en el medio rural, que comprende el 80% del 
territorio. Sin embargo, las políticas públicas, incluidas las de la 
Unión Europea, no han frenado el envejecimiento y abandono del medio 
rural al estar prioritariamente dirigidas a favorecer las grandes 
explotaciones, la agroindustria intensiva que requiere menos mano de 
obra. Como bien recuerda Cristina, esto incide especialmente en las 
mujeres del medio rural, las que cuentan con explotaciones de 
dimensiones más reducidas. A lo que hay que sumar el impacto que está 
teniendo la llamada Ley Montoro.
Aprobada en diciembre de 2013, la Ley de racionalidad y sostenibilidad de la administración local, denominada por la Plataforma Rural “ley del saqueo del medio rural”. Según Ecologistas en Acción,
 “de los 7.129 millones de euros totales que pretende ahorrar dicha Ley,
 la partida correspondiente a la desaparición de 3.700 Entidades Locales
 Menores (pedanías, juntas vecinales, etc.) y 1.024 mancomunidades 
corresponde con un ahorro previsto de 72,8 millones de euros, según los 
cálculos del propio Gobierno. Este 1% del ahorro previsto no ha sido 
apenas debatido, y sin embargo esconde una propuesta de muy profundas 
consecuencias para la ya de por sí frágil población rural”. Esta ley 
recoge la supresión de los pequeños ayuntamientos así como de las juntas
 vecinales así como la fusión de municipios para centralizar sus 
funciones en las diputaciones provinciales, prevé la supresión de los 
bienes y tierras comunales, la reducción de recursos como centros de 
salud, guarderías, colegios, centros sociales…. Elementos básicos para 
fijar la población al territorio.
Los promotores del pueblo ecológico de Amayuelas también crearon la Universidad Rural Paulo Freire,
 un centro de investigación y formación en actividades económicas 
sostenibles, en la que además de conferencias mensuales sobre temas como
 el fracking o la soberanía alimentaria, se imparten cursos sobre 
bioconstrucción, producción ecológica, residuos orgánicos y semillas 
autóctonas. De hecho, en la actualidad están recuperando un palomar 
centenario en el que establecerán un museo de la semilla con el banco de
 semillas que llevan años recuperando.
Según las Naciones Unidas, en la 
actualidad se producen alimentos suficientes para alimentar hasta 12.000
 millones de personas, frente a los 7.000 que habitan el planeta. 
Diariamente se tiran 1.3000 millones de toneladas de comida a la basura,
 un tercio del total que se produce. Sin embargo, el discurso dominante 
sigue siendo el de que es necesaria la producción agroindustrial para 
asegurar el sustento mundial, un modelo que obliga al campesinado a 
endeudarse para adquirir maquinaria, insecticidas, abonos artificiales, 
combustible….

Pollos de cuatro meses de vida, la edad que tienen cuando son vendidos a los clientes por Cristina (P.S.)
A su vez, como recoge en este artículo Esther Vivas, el relator especial de las Naciones Unidas para el derecho a la alimentación entre los años 2008 y 2014, Olivier de Schutter, sostiene en su informe “La agroecología y el derecho a la alimentación”, que “los agricultores pequeños podrían duplicar la producción de alimentos en una década si utilizaran métodos productivos ecológicos” y añadía “se hace imperioso aplicar la agroecología, para poner fin a las crisis alimentarias y ayudar a afrontar los retos vinculados a la pobreza y al cambio climático”. Un discurso que se materializa en la forma de vida de Cristina y el modelo de Amayuelas: “La lucha de mi generación es demostrar que existen otros modelos, que meterse en créditos con los bancos por una ayuda comunitaria no es alternativa, que se puede vivir con unas poquitas hectáreas, que las pequeñas producciones son viables… Las personas que producimos de forma ecológica producimos para comer lo justo y necesario”.
Como defiende José Mújica, expresidente 
de Uruguay, no se trata de hacer apología de la pobreza, sino de la 
sobriedad,  “un lujo para poder ser libre”. 


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