La madre superiora les hizo creer que serían deportadas si
abandonaban y que sus familias las rechazarían avergonzadas. Dos
superioras custodian las llaves
Ahora en la treintena, llegaron siendo adolescentes al convento de las Madres Mercedarias y "hace meses" que habían pedido salir
Una jueza de Santiago investiga delitos de detención ilegal, contra la integridad moral, amenazas y coacciones. Una compañera que huyó contó la historia a la mujer para la que trabajaba como interna y ésta alertó a la Policía. Pedro Águeda - 25/01/2016
ACTUALIZACIÓN | La Justicia investiga la deportación de otras dos monjas indias del mismo convento
Ahora en la treintena, llegaron siendo adolescentes al convento de las Madres Mercedarias y "hace meses" que habían pedido salir
Una jueza de Santiago investiga delitos de detención ilegal, contra la integridad moral, amenazas y coacciones. Una compañera que huyó contó la historia a la mujer para la que trabajaba como interna y ésta alertó a la Policía. Pedro Águeda - 25/01/2016
ACTUALIZACIÓN | La Justicia investiga la deportación de otras dos monjas indias del mismo convento
Un papel del juzgado dice que a las 11:05 del
23 de enero, Dian, Rhany y Kirei empezaron una nueva vida. Fue a esa
hora cuando las tres mujeres indias cruzaron el umbral del convento de
clausura de Santiago de Compostela al que llegaron a finales de los años
noventa, todavía siendo adolescentes, y en el que permanecían retenidas
contra su voluntad bajo engaños y amenazas.
Por el
torno del convento, la comisión judicial entregó la orden del juzgado a
las 10.15 del sábado pasado. La titular del Juzgado de Instrucción
número 1 de la capital gallega concedía a la madre superiora una hora
para que las cinco monjas salieran por la puerta. Ni un minuto más. La
Policía Nacional acompañaba a los funcionarios.
El viernes, la jueza Ana López-Suevos había incoado
diligencias previas ante los hechos puestos en su conocimiento por la
Policía. La magistrada aprecia indicios de delitos de detención ilegal,
contra la integridad moral, amenazas y coacciones. Una denuncia llegada a
la Unidad contra las Redes de Inmigración Ilegal y Falsedades
Documentales (UCRIF) aseguraba que cinco mujeres indias permanecían tras
los muros del convento en contra de su voluntad y realizando trabajos
“en condiciones de casi esclavitud”, recoge en su auto la magistrada.
Las mujeres eran amenazadas por la madre superiora con que serían
deportadas en cuanto abandonaran el convento. La directora les aseguraba
que su situación en España era irregular -una mentira, ya que las
mujeres hace años que habían conseguido el permiso de residencia- y que,
al regresar a su país, solo sentirían el oprobio de unas familias
avergonzadas.
Si aun así intentaban fugarse, deberían
arrebatar uno de los dos juegos de llaves que abrían la única puerta de
salida al mundo y que custodiaban dos superioras. Una vez en comisaría,
dos de las monjas aseguraron que no quieren abandonar el convento.
Dian, Rhany y Kirei -nombres ficticios para proteger su identidad- se
encuentran ya en Madrid atendidas por los servicios sociales.
La libertad para las tres monjas es una historia de mujeres que ayudan a
mujeres. Comienza tres semanas antes, a cientos de kilómetros de allí,
en un chalé del acomodado barrio de Mirasierra, en Madrid. Allí había
ido a parar como interna Nyun, también nombre ficticio. La mujer que la
contrató en febrero de 2015 pronto se dio cuenta de que su nueva
empleada, nacida en India, desconocía las cuestiones más básicas de la
vida doméstica. Y preguntó. Nyum se decidió a hablar en noviembre. El
relato que escuchó la mujer española hablaba de miseria, proselitismo y
crueldad.
Los padres de Nyum lograron que su hija
sobreviviera a una vida de calamidades ingresándola en un convento de
religiosas a los seis años. A los 19, una amiga le propuso viajar a
España para entrar en una congregación religiosa y hacerse monja. Nyun
soñaba con convertirse en enfermera y, con los hábitos, ayudar a curar
los males entre los que había crecido. Pero cuando llegó a España, no
hubo estudios de enfermería, ni personas a las que ayudar. Solo silencio
y un trabajo agotador desde las 6 de la mañana hasta el anochecer
dentro de una cárcel de piedra. Así transcurrieron 15 años.
El 29 de diciembre de 2015, a las 14.47, en el buzón trata@policia.es
entró un mensaje con el asunto “Necesito ayuda”. Una mujer que se
identificaba y dejaba un teléfono móvil escribía: “Es un tema muy
delicado ya que tienen a tres mujeres extranjeras retenidas contra su
voluntad desde hace muchos años y no sé bien dónde tengo que acudir ni
qué puedo hacer o con quién tengo que hablar. Espero que a través de
esta vía me puedan dar una solución. Gracias, un saludo”.
Cuarenta y seis minutos después, una agente habla por primera vez con
Nyum por teléfono. Ella le confirma lo que la mujer española había
adelantado en el correo y ofrece más detalles. Se trata del convento
Madres Mercedarias, en Tránsito de la Merced número 1 de Santiago de
Compostela.
"No te marcharás de aquí mientras yo viva"
En el acta de su declaración se puede leer: “Que cuando llevaba 13 años
en el convento no aguantó más e hizo verbal su deseo de dejar los votos
eclesiásticos, pero la madre superiora, llamada María Luisa, le
manifestó que ella nunca se marcharía de allí mientras siguiese viva, y
que si intentaba dejar los votos la meterían en un avión y anularían sus
tarjetas para que no pudiera quedarse en España”.
Tantos años en España habían servido para que Nyun gozara de la
residencia. De hecho, las Mercedarias habían dejado que viajara a
visitar a su madre enferma hacía años. Acaso segura de su ignorancia, la
madre superiora le permitió volar, convencida de que regresaría. En el
avión, Nyun conoció a otra mujer, quien le reveló la verdad: era libre y
podía vivir en España sin necesidad de habitar en el convento. Nyun
regresó, pero nunca a la clausura. Desde entonces, solo pensaba en sacar
de allí a sus amigas. Estas "hace años" que quieren colgar los
hábitos.
La menor de las mujeres rescatadas había
entrado en el convento con 16 años. “Sus amigas y ella eran amenazadas
constantemente con ser una vergüenza para sus familias si volvían, con
quitarles sus tarjetas de residencia y anularlas, y con obligarlas a
volver a su país. Dice que dos mujeres que quisieron abandonar los
votos, las metieron en un avión y las obligaron a volver a su país”,
recoge el atestado policial a partir de su testimonio.
Las Madres Mercedarias hacían que los funcionarios acudieran al
convento para renovar la documentación de las mujeres, con lo que
evitaban cualquier tentación de que alertaran de su situación en una
visita a la comisaría. Cuando los funcionarios se acercaban al convento,
la madre María Luisa no los dejaba ni un segundo a solas con las monjas
extranjeras.
Dian tiene 34 años. Llegó con tan solo
16 años y el próximo 5 de febrero cumplirá 18 de su llegada al convento
de clausura. Cuando llegó "estaba contenta", las madres la trataban
bien, pero hace "meses" que le dijo a la madre superiora que se quería
ir a vivir con unas primas que tiene en España. Imposible. Solo saldría
del convento cuando llegara una supuesta "dispensa papal". Y que en ese
caso, su único destino sería un avión de vuelta a India.
Kirei tiene 35 años. Acababa de cumplir 16 en el retiro obligado. Solo
ha podido visitar a su familia en dos ocasiones. Hace un año decidió que
quería irse, pero hasta diciembre no se lo dijo a la madre superiora.
Temía ser deportada. Rhany tenía 22 años cuando llegó al convento y
ahora tiene 39. Su madre es viuda y está enferma. Ahora quiere volver
para ayudarla.
Otra mujer, la jueza López-Suevos
aclara en su auto que no entra a valorar "la cuestión religiosa relativa
al acatamiento voluntario de las normas de clausura, ni la dureza de
éstas, sino que de conformidad con lo previsto en la Ley Orgánica de
Libertad Religiosa, por una parte, toda persona tiene derecho a cambiar o
abandonar su confesión religisosa, y que la libertad religisoa y de
culto tienen como único límite el derecho al ejercicio de las libertades
públicas y los derechos fundamentales".
Las tres
monjas liberadas han declarado que antes de llegar a España no sabían lo
que era un convento de clausura porque en su país las hermanas son solo
de "comunidad activa". Ninguna quiere denunciar a la madre María Luisa.
Kirei incluso le dijo a la Policía que la superiora, de 79 años, "es
muy buena". En su nueva vida, las tres mujeres no tienen que esconderse
para hablar entre ellas. Y ya nadie les prohíbe mirarse a los ojos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario