21.9.16
Uno de los mayores reclamos de Nueva York es la sede de las Naciones Unidas, pero Felipe VI no se conformó con el pack turístico, sino que tenía que despacharse con un discurso y hacerse la foto. El clásico japoneseo de
las altas autoridades al que solo le faltó un selfi. Esta vez, ni más
ni menos que ante más de cien jefes de Estado y ochenta jefes de
Gobierno. Sabido es que la ONU es una organización fallida, como esos
estados que dejamos al invadirlos y expoliarlos, como el mundo que
habitamos… Pero no había razón para más desprestigio.
Cambiar el mundo en los próximos quince años
Eso sí, Felipe VI ha demostrado que de tartamudear nada, aunque la
ocasión merecía tartamudeos, sudores y tembleques. No se amedrentó por
nuestra infamia y pidió, como un Zapatero cualquiera, “actuar como un
solo mundo” y transformarlo “en los próximos 15 años” para “librarlo de
la pobreza extrema y del hambre que todavía hoy afligen a buena parte de
la Humanidad”. Si no le conociera, hasta lloraría de emoción al creer
que El Preparao es un gran humanista. No lo es. Y como no lo es,
no puede realizar aseveraciones tan gruesas cuando visitó Arabia Saudí
en su primer año de mandato y tuvo que anular otro viaje en el segundo año de reinado por la presión mediática.
Es comúnmente aceptado que El Preparao va más sobrado de conocimientos e inteligencia que El Campechano,
por lo que se supone que no es necesario recordarle lo complejo que
resultaría cambiar el mundo de la mano de los sauditas. Este país lleva
años cometiendo obscenos crímenes de guerra en Yemen y nosotros, sus
amiguitos, les estamos vendiendo todo lo necesario para ello. Si a ello le añadimos que en la fanática dictadura se decapitaron a más de doscientas personas en los últimos dos años por delitos tales como homosexualidad, adulterio o ateísmo y que se han encontrado armas españolas en casi todos los últimos conflictos internacionales (Libia, Yemen o Siria), las palabras se convierten en un grotesco insulto.
Ciertamente, es una broma de muy mal gusto presentarse como promotor del
desarrollo a la vez que se apoya a un régimen con estrechos vínculos
con el Estado Islámico, más de 5.000 cadáveres en Yemen, muchos de ellos civiles, y varios miles de decapitados y encarcelados en su propio país.
Refugiados
Y siguió, total, las palabras se las escriben: “Estamos aquí para
comprometernos, en nombre de nuestros pueblos, a transformar el mundo”.
Si semejantes palabras las hubiera pronunciado el monarca sueco habrían
supuesto un momento de reflexión en mitad de la sangrienta vorágine que
supone la silenciosa guerra mundial que ya cuenta con más de 65 millones
de desplazados. Pero no las hizo él.
Suecia ha acogido a 163.000 refugiados
desde 2015, dedica un 1% del PIB a los mismos y el 16% de los
habitantes de dicho país nacieron en el extranjero. Llegaron al límite
de sus posibilidades e hicieron todo lo que pudieron, y si se vieron
forzados a reducir el flujo migratorio se debió al repugnante
comportamiento de la mayoría de Europa, España incluida. Un sueco no
tiene nada que reprochar a su estado y puede sentirse orgulloso, pero
Suecia no es España ni Carlos Gustavo es Felipe VI ni su monarquía es
machista como la nuestra (la heredera es Victoria de Suecia) ni fue
restaurada por un sanguinario dictador fascista.
España solo ha acogido a 480 refugiados
de los más de 17.000 a los que se comprometió, por lo que si el
compromiso al que se refiere Felipe VI es semejante, el mundo no se
cambia ni en quinientos años. Si a ello le añadimos que Suecia tiene 9,5
millones de habitantes y España 46,7 millones, el esfuerzo sueco sería
comparable a que España hubiera acogido a 800.000 refugiados… Así pues,
el discurso de Felipe VI no es más que un chiste borbónico, uno más de
los muchos que acumula la historia, ante un auditorio responsable de lo
que acontece. Al mundo le iría mucho mejor si la alocución se hubiera
pronunciado en una prisión, al menos existirían más posibilidades de
cumplirse los vaticinios realizados.
Papá Juan Carlos I y la ‘princesa’ Corinna cambiarán el mundo
Felipe, ya crecido, como el amigo que se toma tres cervezas de más y se
convierte en el amo de la fiesta, se lanzó: “Lo vamos a cambiar entre
todos y para todos. La agenda para el cambio que hoy adoptamos es fruto
de una negociación entre iguales y recoge la voz de millones de
ciudadanos. Son ellos quienes nos han dicho lo que esperan de nosotros.
Lo hacen en nombre de la generación que está ahora viendo la luz y que
cumplirá 15 años en el año 2030”. Entre todos no sé, pero seguro que el
mundo no lo cambian entre papá Juan Carlos I y su amiga entrañable
Corinna ejerciendo de intermediarios en las ventas de más de 250 carros de combate a Arabia Saudí (ambos).
Papá Juan Carlos I debió pensar que sería una buena forma de cambiar el
mundo que los sauditas contaran con más de doscientos cincuenta carros
de combate Leopard y el ministro Morenés que contarán con todo el
arsenal de su bazar. Por desgracia, parece que papá Juan Carlos I no
podrá cambiar el mundo porque se encuentra perdido en el glamour de los hoteles y restaurantes más exclusivos (a costa de todos nosotros).
Las debilidades reales
“Nadie es inmune a las debilidades de un modelo de crecimiento que ahora
hemos de corregir y perfeccionar preservando sus fortalezas y
eliminando sus excesos”, fue la guinda del pastel. Otro insulto más a la
decencia si tenemos en cuenta el tugurio corrupto en el que vivimos, la
lamentable situación de las Fuerzas Armadas, la mera existencia de la
justicia militar, la ley mordaza, los recortes en derechos y libertades o
gastos sociales, los medios de comunicación menos fiables de Europa, el
segundo país del mundo con más desaparecidos… ¿No existen suficientes
excesos en España?
Aunque la ONU sea una organización fallida y desprestigiada, no merecen
una patochada tan lamentable como la acontecida, para eso están los
circos y, si fallan estos, los medios de comunicación españoles.
Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra
Twitter: @luisgonzaloseg
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