Lúcido de nuevo José Luis Villacañas Berlanga. Suscribo sin reparos su análisis
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http://www.levante-emv.com/opinion/2016/07/12/hay-politica/1443436.html 12.07.2016
Errejón tiene razón en su informe ante el Consejo Ciudadano. El trabajo
 parlamentario de Podemos, representado por su líder supremo Iglesias, 
no fue el mejor. Muchos de los votantes de Podemos querían ver en el 
Congreso un grupo capaz de ofrecer alternativas a los problemas 
españoles, y no una retórica que apenas encubría la desnuda hostilidad, 
casi gratuita, hacia el PSOE, que dejaba una política de tierra quemada a
 su alrededor. Claro que se subestimó el peso de lo institucional, como 
con acierto afirma Errejón. El examen de la institucionalidad 
parlamentaria desanimó a muchos votantes, porque resultaba evidente que,
 bajo las maneras desplegadas, los problemas serios no podían ser 
abordados con garantías. Bescansa también tiene razón en su informe al 
apreciar, como decía en esta columna el pasado martes, que muchos 
votantes quedaron defraudados al ver que un acuerdo con el PSOE se hacía
 inviable desde el primer instante. 
Que tras esto Iglesias diga que 
han sido víctimas de su propia lucidez no es una boutade, sino un 
síntoma de desconcierto. La comparación con la división entre los 
protestantes y los católicos, una analogía traída por los pelos y poco 
persuasiva para evitar la fractura interna, no fortalece la impresión de
 un control intelectual de la situación. ¿Cómo es que Iglesias cree que 
no es importante el diagnóstico que se haga? ¿Qué otro criterio de 
racionalidad política existe? ¿Cómo que no fue importante la verdad, por
 ejemplo, en la Reforma? La gente murió y mató por sus diferencias 
teóricas, la comunión bajo las dos especies, el libre arbitrio y la 
reducción de los sacramentos a los de fundación evangélica comprobada. Y
 sólo por la verdad de este diagnóstico el protestantismo tuvo la 
fortaleza que tuvo. Sin una fuerza de convicción adecuada, no hay 
identidad posible, y esta se pone a prueba en los diagnósticos que se es
 capaz de pronunciar con persuasión. Al desvincular convicción interna 
de fortaleza, al separar capacidad intelectual de producción de 
identidad, Iglesias muestra una limitada idea de lo que es el poder, que
 si no tiene una base espiritual firme y decidida no es nada. 
De 
todo esto queda algo claro. Podemos está en una difícil encrucijada, y 
ha sido puesto en este punto por los errores cometidos, que son 
consecuencia de los aciertos increíbles anteriores. Así hemos visto ante
 nuestros ojos que el problema del fracaso suele ser la intensificación 
del éxito, algo casi inevitable cuando todo se entrega a la pulsión de 
repetición. Pero nada de eso se mejora con la indiferencia ante la 
exigencia de un diagnóstico sincero. Pues la pregunta fundamental de 
todo análisis franco del presente es por qué se ha desperdiciado una 
kairós tan favorable. En realidad, el informe de Errejón asume lo 
evidente: la campaña electoral del 26J se realizó bajo condiciones que 
ya estaban sentenciadas desde el principio. El kairós se destruyó a los 
pocos días del 20D, aunque creamos que lo hizo la noche del 26J. Pero 
Podemos se definió a sí mismo como un partido que brotaba de esa 
situación concreta. Ahora tiene que convertirse en una organización 
independiente de la ocasión en la que surgió, si quiere sobrevivir al 
nuevo tiempo político. 
A pesar de todo, en conversaciones con 
algunos de sus dirigentes en el encuentro de los cursos de El Escorial, 
aprecio que no se acaba de perder la esperanza en el favor de una nueva 
oportunidad pasiva. Esa nueva oportunidad sería fruto no tanto de su 
trabajo político, sino de una expectativa renovada en que lo peor de la 
crisis está por venir. En la misma línea, los defensores de la posición 
de Iglesias sospechan que con una campaña más batalladora, más dispuesta
 a hacer saltar las costuras del PSOE, se habría podido mantener la 
línea ascendente de éxito continuo, porque se habría intensificado la 
impresión de crisis, una exigencia fundamental en la formación. Disiento
 como es natural de esta apreciación. No porque excluya la posibilidad 
de una crisis renovada. En realidad, no hay que excluirla y los 
problemas estructurales de Europa y España están sin tocar, con los 
laberintos inglés y catalán intactos. Sin embargo, la percepción 
dominante hacía de Podemos un partido de la oportunidad, y la impresión 
de muchos electores es que esa oportunidad se ha dejado pasar. Ahora esa
 percepción debe cambiar entre los españoles. Ya no bastará sacar 
partido de una crisis que producen otros. Podemos ya es un actor más y 
la crisis fuerte que venga, si viene, también será consecuencia de su 
acción. 
La nueva aspiración a ser un partido capaz de identificar
 los intereses comunes con seriedad debe ser sustantiva. No dependerá de
 si esta legislatura dura dos o cuatro años, pues en todo caso echará a 
andar y Podemos tendrá que medirse en las estructuras parlamentarias. No
 bastará con tener respuestas parciales a este o a aquel problema. 
Deberá tener respuestas sistemáticas, pues desde el Parlamento se tendrá
 que revisar la totalidad de la vida institucional española. Este futuro
 implicará un cambio de método completo a la hora de tomar decisiones 
políticas. Sin un trabajo cooperativo, informado, con elaboración de 
documentos confrontados con visiones alternativas, en frío y con 
distancias, no se podrá encarar el trabajo de las comisiones 
parlamentarias. Sin una división de trabajo efectivo que haga visibles 
líderes sectoriales, no será posible ofrecer la idea de un partido que 
se hace cargo de la complejidad institucional. Los problemas que tenemos
 son serios y refinados técnicamente, y Podemos tiene la mejor juventud.
 Sin ese aprendizaje serio y maduro, el país no le entregará su 
confianza como opción política solvente.
En todo caso, estos 
problemas para establecer un diagnóstico no son un accidente. Responden a
 la contradicción de que un partido focalizado en un líder arrollador e 
imprescindible ha dado un traspié. Pero Podemos debería asumir su 
verdad. No puede prescindir de Iglesias, pero no puede permitir que se 
equivoque. Podemos tiene a Iglesias como cara visible, y es el único que
 puede mantener la unidad del partido, un valor incuestionable. Pero ya 
no puede dejarse llevar por su olfato ni por su instinto, y para eso 
debe dotarse de una institucionalidad interna diferente. Lo que tiene 
entre manos es demasiado grande y ya no puede manejarlo a salto de mata,
 sin instancias de consejo adecuadas. Faltó a ese principio al cambiar 
al secretario de Organización del modo y en el tiempo en que lo hizo. 
Ganar seguidores es fácil cuando se tiene una presencia en los medios y 
una capacidad comunicativa innegable. Pero ganar una mayoría de gobierno
 requiere otras virtudes, entre otras crear un partido complejo que esté
 en condiciones de identificar los fallos preventivamente y decirte 
cuándo te equivocas. El líder integrador debe dar libertad a los 
diferentes y hallar lo común, no imponerlo desde fuera y a todos. La 
oportunidad de Podemos no vendrá ya dada por una circunstancia externa y
 pasiva. Tendrá que ser fruto de su trabajo político. Si son grandes, 
triunfarán. En realidad pueden hacerlo y deben aspirar a ello. No tienen
 rival y el campo está libre.
  
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