sábado, 8 de octubre de 2016

En Colombia convive lo mejor y lo peor de la humanidad, de JOHN CARLIN

En Colombia convive gente de inusual nobleza e inteligencia con cínicos y manipuladores como Álvaro Uribe.     - Bogotá -
Si Donald Trump acaba siendo presidente el resto del mundo concluirá que los estadounidenses están locos. Si en el plebiscito que se celebra este fin de semana en Colombia la mayoría vota “no” al acuerdo de paz firmado entre el Gobierno y las guerrillas de las FARC, lo que significaría un “sí” a la continuación de una guerra que ha durado medio siglo, el resto del mundo concluirá que los colombianos están locos también.
Una victoria electoral para Trump confirmaría mi sospecha de que la mitad de los habitantes de Estados Unidos son alienígenas. Trabajé casi cuatro años como corresponsal allá, recorrí el país de arriba a abajo, y tuve la impresión de que, aunque aquella mitad era en apariencia igual que la otra mitad, sus circuitos cerebrales estaban diseñados de manera diferente a los del resto de la especie.
No he vivido en Colombia pero he visitado el país media docena de veces en los últimos diez años y he pasado la mayor parte del mes de septiembre aquí, visitando cinco ciudades, hablando con jóvenes y mayores, ricos y pobres, votantes por el “no” y por el “sí”, y exponiéndome permanentemente al acalorado debate nacional que el plebiscito ha generado. Mi conclusión: en Colombia convive lo mejor y lo peor de la humanidad.
Lo mejor: un porcentaje altísimo de gente que combina inusual inteligencia con extraordinaria nobleza. Un ejemplo entre muchos sería un empresario llamado Aníbal Rodríguez de 60 años que conocí en la ciudad sureña de Neiva. Expresa sus pensamientos con la elocuencia típica de los colombianos de todos los estratos sociales; es sereno, lúcido y racional cuando expone sus argumentos a favor del “sí”. Lo cual tiene su mérito ya que fue secuestrado por las FARC junto a su hija de 15 años en 2001, ambos retenidos en la selva hasta su liberación 39 meses después. Su familia fue muy golpeada por la guerra de las FARC. No solo hubo otros secuestrados sino que su hermana y su padre murieron.
¿Sus principales razones por apoyar el acuerdo de paz? Una, que prefiere oír la verdad de lo que hicieron las FARC cuando, según las reglas del acuerdo, se ven obligados a confesar sus delitos, a que sufran largas condenas de cárcel sin tener que confesar nada. Dos, que ve más valor en comprometerse con las futuras generaciones, para que no sufran lo que sufrió él, a estancarse en los rencores del pasado.
Otro ejemplo de lo mejor de la humanidad lo ofrece Sergio Jaramillo, políglota experto en filosofía griega que, careciendo de toda ambición política personal, fue el infatigable cerebro del gobierno colombiano en los cuatro años de negociaciones que condujeron al actual acuerdo con las FARC.
Lo peor de Colombia: la violencia salvaje personificada en la figura histórica del capo narcotraficante Pablo Escobar, exhibida también por los paramilitares de la extrema derecha, por el propio ejército colombiano y por las FARC. Narcotraficantes, asesinos, reclutadores de niños soldados, los dinosaurios de las FARC (¿farcasaurios?) siguieron su lucha absurda por el paraíso marxista terrenal un cuarto de siglo después de que las demás guerrillas latinoamericanas de izquierdas hubiesen abandonado las armas. Solo ellos no se dieron cuenta de que la Guerra Fría había terminado y que su utópica causa revolucionaria ya no tenía razón de ser. El ejército guerrillero de las FARC recuerda al caso del soldado japonés que fue encontrado en la isla de Guam en 1972 aún armado, sin haberse enterado de que la Segunda Guerra Mundial había acabado 27 años antes.
Otro ejemplo de lo peor de Colombia es el expresidente Álvaro Uribe, un astuto político y brillante orador más motivado en su su virulenta campaña contra el acuerdo de paz por la vanidad personal que por el bien de su país. Mucho más inteligente que Donald Trump, pero igual de peleado con la verdad, es el caso clásico del cínico manipulador de masas que a lo largo de los siglos tanto daño ha hecho a la humanidad.
El plebiscito de hoy es una contienda entre estas dos Colombias. ¿Cuál de las dos es la cara que se exhibirá al mundo? ¿La caricatura violenta y desalmada que la mayoría de los habitantes de la tierra lleva medio siglo percibiendo como la imagen real de los colombianos? ¿O la de aquel país rico en calidad humana que conocemos los extranjeros que hemos pasado tiempo aquí?
Como ocurrió en el referéndum en el Reino Unido por el Brexit, pero con mucho más en juego, los colombianos tendrán que decidir qué valores quieren que les representen: la generosidad o la mezquindad, la audacia o el miedo, la racionalidad o la ignorancia. En lo más esencial, el voto más importante de la historia de Colombia se reduce a una elección entre el pasado y el futuro, entre un concepto de vida vengativo, envenenado y miserable o una visión de país optimista enfocada a anteponer a todo el bienestar de los niños y el de los colombianos aún por nacer, y a desatar el enorme potencial nacional que la guerra ha reprimido.
De paso, Colombia tiene la oportunidad de hacer un favor al resto de América Latina, a los países ricos de Occidente y a Oriente Medio. Con tanta corrupción moral, con tanta xenofobia y terror, con tantos problemas sin solución a la vista, un sí en el plebiscito representaría una victoria para la inteligencia y la paz. Colombia, por tanto tiempo sinónimo de lo peor, puede transformarse de un día a otro en un ejemplo de lo mejor de lo que es capaz el ser humano. ¿Quién lo hubiera pensado? Colombia puede llegar a convertirse, en cuestión de horas, en una luz para el mundo.

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